Actualidad Internacional: Feminismo

La ofensiva del capital contra las mujeres. Extracto de un libro de Silvia Federici

22/11/2022

Silvia Federici

Profesión, cargos etc…

Traducción: Marc Casanovas
Fuente: 
Contretemps

Publicado inicialmente en inglés, el último libro de Silvia Federici, Réenchanter le monde. Le Féminisme et la politique des communs, acaba de ser publicado en francés en junio de 2022 la editorial Entremonde, con traducción de Noémie Grunenwald. La autora y teórica feminista-marxista desarrolla una historia crítica de la política de los bienes comunes destacando las luchas feministas en torno a la reproducción social.

En este extracto, la introducción a la primera parte del libro, Silvia Federici habla de lo que identifica como un nuevo proceso de acumulación primitiva, desencadenado a finales de los años 70. Propone así ampliar el concepto marxista de acumulación primitiva y aprehenderlo de una nueva manera, integrando el proceso de globalización y la forma en que modifica la organización de la reproducción social.

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Los artículos de esta primera parte se centran en un conjunto de programas que, desde finales de los años 70, han puesto en marcha un nuevo proceso de acumulación «primitiva» (original). El objetivo es demostrar la continuidad entre, por un lado, los «programas de ajuste estructural» del Banco Mundial y el FMI que se han impuesto a la mayoría de las antiguas colonias desde mediados de los años 80 y, por otro lado, la transición al capitalismo en la China comunista y el desarrollo de una economía de la deuda en la que la deuda individual amplifica las consecuencias de la deuda nacional. Basándome en un número de Midnight Notes de 1990 dedicado al tema, he denominado a estos desarrollos estructurales «nuevos cercamientos», ya que sus efectos han sido tan devastadores como los de la colonización y la expulsión del campesinado de las tierras comunales, los dos procesos que, como sabemos, crearon las condiciones para el desarrollo capitalista en Europa y el llamado Nuevo Mundo en el siglo XVI.

La elección de comenzar mi discusión sobre los bienes comunes con un conjunto de artículos dedicados a los nuevos cercamientos surge de la necesidad de contextualizar el nuevo interés en las relaciones comunales por parte de diversos movimientos radicales -feministas, ecologistas, anarquistas e incluso marxistas-, así como de la constatación de que estos desarrollos, que aún eran completamente inéditos hace sólo tres décadas, se han desvanecido de la memoria de muchas de las nuevas generaciones, al menos en Europa y Estados Unidos.

Pero no podemos entender la gravedad de la emergencia que vivimos si no tenemos en cuenta el efecto acumulativo de estas políticas, que han desplazado a millones de personas de sus hogares ancestrales, condenándolas a menudo a una vida de miseria y muerte. Por esta razón, he incluido en la primera parte los tres artículos publicados en Midnight Notes bajo el título «Los nuevos cercamientos», ampliamente revisados para destacar aquellos aspectos de los análisis que son más relevantes en retrospectiva. Esta parte también trata de la creación de una «economía de la deuda», incluida la difusión

generalizada del microcrédito y la microfinanciación, que considero un ataque violento y escandaloso no sólo a los medios de vida de las personas, sino también a las relaciones de solidaridad y ayuda mutua entre mujeres.

Sin embargo, como visión general de la guerra contra los bienes comunes, esta sección está lejos de ser exhaustiva. Por ejemplo, se echa en falta un informe sobre la desaparición de los bienes comunes debido al agravamiento de la crisis ecológica. Además, las consecuencias del extractivismo en las economías y culturas comunales sólo se discuten en términos generales, al igual que la violencia, especialmente contra las mujeres, que es una condición necesaria para ello. Para analizar estos aspectos de los nuevos cerramientos, remito a los lectores a la creciente literatura sobre estos temas. En esta primera parte, mi objetivo es ante todo identificar los desarrollos sociales que están detrás del nuevo interés por los bienes comunes y las nuevas formas de resistencia que se están organizando en todo el mundo, tanto en zonas urbanas como rurales.

Al destacar el carácter sistémico y estructural de los nuevos cercamientos y su continuidad con las antiguas tendencias del desarrollo capitalista, también pretendo demostrar que el creciente interés por los bienes comunes no es simplemente una moda política pasajera. Incluso para los que hemos crecido en un mundo en el que la mayoría de los recursos necesarios para nuestra subsistencia han sido cercados, el principio de los bienes comunes parece ser ahora una garantía no sólo de supervivencia económica, sino también de agencialidad social y solidaridad colectiva. En definitiva, este principio se refiere a esa armonía con nosotras mismas, con los demás y con la naturaleza, que en el sur del continente americano se expresa con el concepto de buen vivir.

Acumulación primitiva, globalización y reproducción

Repensar la acumulación primitiva

Desde el número de 1990 de Midnight Notes sobre los «nuevos cercamientos»[1]Midnight Notes Collective, «The New Enclosures», en Midnight Notes, nº 10, 1990., seguido de la teoría de David Harvey sobre la «acumulación por desposesión»[2]D. Harvey, El nuevo imperialismo, Akal, Madrid, 2004 y de numerosos ensayos en The Commoner[3]Véase The Commoner, nº 2, 2001. sobre la acumulación primitiva, un amplio conjunto de escritos ha explorado el significado político de este concepto y lo ha aplicado a un análisis de la globalización. Los artistas también han contribuido a este movimiento. Un ejemplo notable es la exposición Principio Potosí, de 2010, realizada por artistas y comisarios alemanes, bolivianos y españoles[4]A. Creischer, M. Jorge Hinderer, A. Siekmann, The Potosí Principle. Colonial Image Production in the Global Economy, Cologne, Verlag der Buchhandlung Walther König, 2010., que se esforzaron por demostrar la continuidad entre la imaginería de varias pinturas coloniales del siglo XVI. producidos en la región andina en pleno período de acumulación primitiva en el Nuevo Mundo, y el imaginario que emerge de los «nuevos cerramientos» en el centro de la agenda de la globalización. En este contexto, también ha sido muy importante el trabajo de escritoras feministas como Maria Mies, Mariarosa Dalla Costa y Claudia von Werlhof, que reconocen «hasta qué punto la economía política moderna se ha construido hasta la fecha sobre la expropiación y confiscación continua y global del poder de los productores, y aún más de las mujeres productoras»[5]Cf. M. Dalla Costa, «Capitalisme et reproduction», en Pouvoir des femmes et subversion sociale, Ginebra-París, Entremonde, de próxima publicación; M. Mies, Patriarcat et accumulation à … Seguir leyendo.

Gracias a esta investigación y a las aportaciones artísticas, hoy sabemos que la acumulación primitiva no es un hecho histórico puntual relegado a los orígenes del capitalismo como mero punto de partida de la «acumulación en sentido propio». De hecho, es un fenómeno siempre constitutivo de las relaciones capitalistas y perpetuamente recurrente, «integrado en el proceso continuo de acumulación capitalista»[6]von Werlhof, op. cit. p. 142. y «siempre contemporáneo […] a su desarrollo»[7]Lazzarato, La Fabrique de l’homme endetté Essai sur la condition néolibérale, París, Ámsterdam, 2011, p. 38.. Esto no significa que la acumulación primitiva pueda ser «normalizada» ni que debamos minimizar la importancia de esos periodos de la historia – esos momentos de liquidaciones, guerras y ofensivas imperiales «cuando grandes masas de hombres fueron repentina y violentamente arrancadas de sus medios de subsistencia y lanzadas, proscritos proletarios, al mercado de trabajo»[8]Karl Marx, El Capital, Libro I (1867), París, PUF, 1993, p. 806..

Esto significa, sin embargo, que debemos concebir la «separación del productor de los medios de producción» -que según Marx constituye la esencia de la acumulación primitiva- como algo que tiene que ser continuamente reconstituido, especialmente en tiempos de crisis capitalista, cuando las relaciones de clase son desafiadas y necesitan ser dotadas de nuevos fundamentos. En contra de la opinión de Marx de que con el desarrollo del capitalismo surgiría una clase obrera que vería las relaciones capitalistas como «leyes naturales evidentes»[9]Ibid, p. 829., la violencia -el secreto de la acumulación primitiva según Marx-[10]Cito a C. von Werlhof, op. cit. p. 733. es siempre necesaria para el establecimiento y mantenimiento de una disciplina laboral capitalista.

Por supuesto, en respuesta al apogeo de un ciclo de luchas sin precedentes -anticolonial, laboral, feminista- en los años 60 y 70, la acumulación primitiva se ha transformado en un proceso global aparentemente perpetuo[11]Ibid, pp. 728-747.. Las crisis económicas, las guerras y las expropiaciones masivas aparecieron entonces en todas partes del mundo como las condiciones previas para la organización de la producción y la acumulación a escala mundial. Uno de los méritos de los debates políticos que he mencionado fue que nos ayudaron a comprender mejor «la naturaleza de las fuerzas envolventes a las que nos enfrentamos»[12]De Angelis, The Beginning of History. Value Struggles and Global Capitalism, Londres, Pluto Press, 2007, p. 134., la lógica que las guía y las consecuencias que esto implica para nosotras. En efecto, pensar en la economía política mundial a través del prisma de la acumulación primitiva es situarse inmediatamente en un campo de batalla.

Pero para comprender realmente las implicaciones políticas de esta evolución, debemos ampliar el concepto de acumulación primitiva más allá de la descripción de Marx de varias maneras. En primer lugar, debemos reconocer que la historia de la acumulación primitiva no puede entenderse desde la perspectiva de un sujeto universal abstracto. De hecho, un aspecto esencial del proyecto capitalista es la desarticulación del cuerpo social a través de la imposición de diferentes regímenes disciplinarios que dan lugar a una acumulación de «diferencias» y jerarquías que afectan profundamente a la forma en que se experimentan las relaciones capitalistas. Tenemos, pues, diferentes historias de acumulación primitiva, cada una de las cuales proporciona una perspectiva particular de las relaciones capitalistas que es esencial para reconstruir su totalidad y revelar los mecanismos por los que el capitalismo ha mantenido su poder. Esto implica que la historia pasada y presente de la acumulación primitiva no puede entenderse plenamente mientras se cuente sólo desde el punto de vista de los antiguos y futuros trabajadores o trabajadoras asalariadas y no se escriba también desde el punto de vista de las poblaciones esclavizadas, colonizadas e indígenas cuyas tierras siguen siendo el principal objetivo de los cercamientos, así como desde el punto de vista de los numerosos sujetos sociales cuyo lugar en la historia de la sociedad capitalista no se puede asimilar a la historia de los asalariados o asalariadas.

Es este método el que he utilizado en Calibán y la bruja para analizar la acumulación primitiva desde el punto de vista de sus efectos sobre las mujeres, el cuerpo y la producción de fuerza de trabajo, convencida de que este enfoque nos permite una comprensión mucho más amplia de los procesos históricos que enmarcaron el surgimiento del capitalismo de lo que es posible en la obra de Marx, que centra la discusión de la acumulación primitiva en las condiciones previas a la estructuración del trabajo asalariado[13]Caliban y la Bruja, Mujeres, Cuerpo y acumulación Originaria, Traficantes de Sueños, Madrid, 2010.

Dos procesos en particular han sido los más importantes desde el punto de vista histórico y metodológico: (a) la constitución del trabajo reproductivo -es decir, el trabajo reproductivo de los individuos y la fuerza de trabajo- como «trabajo de las mujeres» y como una esfera social separada, supuestamente situada fuera de la esfera de las relaciones económicas y, como tal, devaluada desde el punto de vista capitalista (un desarrollo concomitante con la separación del campesinado de la tierra y la constitución de un mercado de bienes de consumo) ; (b) la institucionalización del control estatal sobre la capacidad reproductiva y la sexualidad de las mujeres mediante la criminalización del aborto y el establecimiento de un sistema de vigilancia y castigo que se apropia literalmente del cuerpo de las mujeres.

Estas dos evoluciones son características del desarrollo de las relaciones capitalistas en todos los períodos de la historia y han tenido consecuencias sociales decisivas. La exclusión del trabajo reproductivo de la esfera de las relaciones económicas y su relegación espuria al ámbito «privado», «individual», «externo» a la acumulación de capital y, sobre todo, «femenino», lo invisibilizó como trabajo y naturalizó su explotación[14]Véase ibid, capítulo II en particular; y L. Fortunati, L’Arcane de la Reproduction, Ginebra-París, Entremonde, de próxima aparición.. Esto también proporcionó la base para una nueva división sexual del trabajo y una nueva organización de la familia que subordinó a las mujeres a los hombres y condujo a la diferenciación social y psicológica de mujeres y hombres. Al mismo tiempo, la apropiación por parte del Estado del cuerpo de las mujeres y de su capacidad reproductiva marcó el inicio de su regulación de los «recursos humanos», constituyó su primera intervención «biopolítica» (en el sentido foucaultiano del término[15]Foucault utiliza el concepto de «biopolítica» para describir una nueva forma de poder, surgida en la Europa del siglo XVIII, que se ejerce a través de la regulación de los procesos vitales, como … Seguir leyendo) y le permitió contribuir a la acumulación de capital en la medida en que representaba, en esencia, el aumento del proletariado[16]Marx, El Capital, Libro I (1867), op. cit, p. 688..

Como ya he mostrado, la caza de brujas, que tuvo lugar en muchos países europeos y andinos en los siglos XVI y XVII y que llevó a la ejecución de cientos de miles de mujeres, fue esencial en este proceso. Ninguno de los cambios históricos que he mencionado que se produjeron en la organización del trabajo reproductivo habría sido posible o sería posible hoy sin una gran ofensiva contra el poder social de las mujeres. Del mismo modo, el desarrollo capitalista nunca podría haber tenido éxito sin la trata de esclavos o la conquista de las Américas, ni sin la implacable ofensiva imperialista que continúa hasta el día de hoy y la construcción de una red de jerarquías raciales que han dividido efectivamente al proletariado mundial.

La acumulación primitiva y la reestructuración de la reproducción social en la economía mundial

Es con este marco teórico y estos supuestos en mente que analizo la «globalización» en este ensayo como un proceso de acumulación primitiva, esta vez impuesto globalmente. Este punto de vista contradice sin duda la teoría neoliberal, que celebra la expansión de las relaciones capitalistas como signo de la «democratización» de la vida social. Pero también contrasta con la visión marxista autonomista de la reestructuración de la economía mundial que, centrándose en la revolución informática y de la información y en el auge del capitalismo cognitivo, interpreta esta fase del desarrollo capitalista como un paso hacia la automatización del trabajo[17]Me refiero aquí al argumento desarrollado por Hardt y Negri en varias de sus obras, desde Imperio (París, Exils, 2000) hasta Commonwealth (París, Stock, 2012), de que en la fase actual del … Seguir leyendo. Por el contrario, sugiero que esta reestructuración es esencialmente un ataque concertado a los medios de reproducción más básicos -tierra, vivienda y salarios- con el objetivo de aumentar la mano de obra mundial y reducir drásticamente el coste del trabajo[18]S. Federici, « Reproduction de la force de travail dans l’économie globale. La révolution féministe inachevée », in Point zéro. Propagation de la révolution…op. cit., p. 145-175..

Han sido necesarias diferentes políticas para desencadenar la nueva ofensiva de acumulación: el ajuste estructural, el desmantelamiento del Estado de bienestar, la financiarización de la reproducción -que ha llevado a la crisis de la deuda y el endeudamiento- y la guerra. Pero en cada caso, esta ofensiva ha llevado a la destrucción de nuestra «riqueza común» y no ha importado que sus artífices se hayan diversificado con el tiempo con la llegada de nuevos competidores como China y otras potencias capitalistas emergentes que se han incorporado al Banco Mundial, al Fondo Monetario Internacional, a la Organización Mundial del Comercio y a los gobiernos que apoyan a estas instituciones. Más allá de las apariencias y de las particularidades nacionalistas, las nuevas formas de acumulación primitiva se guían por una única lógica: constituir una mano de obra reducida a trabajo abstracto, una fuerza de trabajo pura, sin cobertura ni protección, dispuesta a ser trasladada de un lugar a otro y de un trabajo a otro, contratada principalmente con contratos precarios y con el menor salario posible.

¿Cuál es el significado político de este hecho? Incluso si aceptamos la idea de que la acumulación primitiva es un rasgo endémico de la vida y el trabajo en el régimen capitalista (como Massimo De Angelis, entre otros, ha argumentado[19]M. De Angelis, The Beginning of History. Value Struggles and Global Capitalismop. cit., p. 136-141.), ¿cómo podemos explicar el hecho de que después de quinientos años de explotación continua de los trabajadores en todo el mundo, las diversas encarnaciones de la clase capitalista sigan necesitando empobrecer a múltiples poblaciones en todo el mundo?

No hay una respuesta sencilla a esta pregunta. Pero si consideramos cómo la «globalización» está cambiando la organización de la reproducción social, podemos llegar a algunas conclusiones preliminares. Ya vemos que el capitalismo sólo consigue ofrecer bolsas de prosperidad a poblaciones limitadas de trabajadores, durante periodos de tiempo igualmente limitados, siempre dispuesto a destruirlas (como ha hecho en las últimas décadas en el proceso de globalización) en cuanto sus necesidades y deseos superan los límites impuestos por la búsqueda del beneficio. También podemos ver, más concretamente, que la limitada prosperidad, que los trabajadores y trabajadoras asalariadas pudieron alcanzar en los países industrializados durante el período posterior a la Segunda Guerra Mundial, nunca estuvo destinada a generalizarse.

Cuando la revuelta se extendió desde las plantaciones coloniales de África y Asia hasta los guetos, las fábricas, las escuelas, las cocinas e incluso el frente de guerra, socavando tanto el intercambio fordista entre mayores salarios y mayor productividad como el uso de las colonias (externas e internas) como reservas de mano de obra barata y no remunerada, la clase capitalista recurrió a la misma estrategia que siempre había empleado para hacer frente a sus crisis: la violencia, la expropiación y la expansión del mercado mundial del trabajo.

Necesitaríamos un Marx para describir las fuerzas sociales destructivas que se han movilizado para esta tarea. Nunca antes se había atacado a tanta gente al mismo tiempo o en tantos frentes a la vez. Hay que remontarse a la trata de esclavos para encontrar formas de explotación tan brutales como las que genera la globalización en muchas partes del mundo. No sólo reaparece la esclavitud en muchas formas, sino que también han vuelto las hambrunas y han surgido formas de explotación caníbal, inimaginables en los años sesenta y setenta, como el tráfico de órganos humanos. En algunos países se ha recuperado incluso la venta de pelo, que recuerda a las novelas del siglo XIX. Más comúnmente, en más de ochenta países afectados, la globalización ha sido una historia de enfermedades no tratadas, niños desnutridos, vidas perdidas y desesperación. En gran parte del mundo, el empobrecimiento ha alcanzado un nivel nunca visto, afectando ahora hasta el 70% de la población. Sólo en el África subsahariana, el número de personas que viven en la pobreza y el hambre y la malnutrición crónicas ascendía a 239 millones en 2010[20]Según las estadísticas de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación), que también estiman que cerca de mil millones de personas en el mundo sufren hoy de … Seguir leyendo, mientras que enormes sumas de dinero del continente se desviaban obscenamente a bancos de Londres, París y Nueva York.

Como en la primera fase del desarrollo capitalista, las personas más afectadas por estas políticas han sido las mujeres. En particular, las mujeres de bajos ingresos y racializadas de diversas comunidades del mundo carecen de medios para reproducirse a sí mismas y a sus familias, o sólo pueden hacerlo vendiendo su mano de obra en el mercado global y reproduciendo familias e hijos que no son los suyos, en condiciones que las separan de sus comunidades y hacen que su trabajo reproductivo sea más abstracto y más fácilmente sometido a múltiples formas de restricción y vigilancia. Muchas otras dan a sus hijos en adopción, trabajan como madres de alquiler o venden sus óvulos a laboratorios médicos que realizan investigaciones con células madre. También tienen menos hijos, ya que la necesidad de conservar parte de sus ingresos tiene un efecto esterilizador. Pero en todas partes se ataca su capacidad de controlar su propia reproducción. Recordando las condiciones que enmarcaron la entrada de las mujeres en la sociedad capitalista y desencadenaron dos siglos de caza de brujas, irónicamente la misma clase política que hace casi imposible que las mujeres se mantengan a sí mismas y a sus familias criminaliza sus intentos de abortar. En Estados Unidos, el mero hecho de estar embarazada hace que las mujeres pobres, especialmente las negras, corran un riesgo constante de ser detenidas[21]Véase L. M. Paltrow, J. Flavin, «Arrests of and Forced Interventions on Pregnant Women in the United States (1973-2005). Implications for Women’s Legal Status and Public Health», en Journal … Seguir leyendo.

Las mujeres también están en el punto de mira por sus actividades de subsistencia, en particular por su participación -sobre todo en África- en la agricultura alimentaria, que se interpone en el intento del Banco Mundial de crear mercados de tierras y poner todos los recursos naturales en manos de empresas comerciales. Como he escrito en otro lugar[22]Federici, «Witch-Hunting, Globalization and Feminist Solidarity in Africa Today», en Journal of International Women’s Studies, vol. 10, no. 1, 2008, pp. 21-35 (número especial en … Seguir leyendo, el Banco Mundial asume que sólo el dinero es productivo, que la tierra es estéril y una fuente de pobreza cuando se utiliza «sólo» para la subsistencia. Así, esta institución internacional no sólo ha hecho campaña contra la agricultura de subsistencia a través de leyes de reforma agraria, títulos de propiedad individual y la abolición de la tenencia tradicional de la tierra, sino que también ha trabajado sin piedad para poner a las mujeres bajo el dominio de las relaciones monetarias, especialmente a través de la promoción de la microfinanciación, una práctica que ya ha convertido a millones de mujeres en siervas endeudadas con los bancos y las ONG que gestionan los préstamos[23]Sobre este tema, véase L. Karim, Microfinance and Its Discontents. Women in Debt in Bangladesh, Minneapolis, University of Minnesota Press, 2011.. Así, tras años de promover el control de la población mediante la venta de anticonceptivos en grandes cantidades, el Banco Mundial consigue ahora los mismos resultados impidiendo a las mujeres cultivar para llegar a fin de mes, lo que (en contra de sus afirmaciones) es la diferencia entre la vida y la muerte para millones de personas[24]S. Hostetler et al., « Extractivism ». A Heavy Price to Pay, Washington, Witness for Peace, 1995..

Creo que es importante añadir que la violencia institucional contra las mujeres y la desvalorización de las actividades en torno a las cuales se han construido sus vidas han dado lugar a un aumento documentado de la violencia contra ellas por parte de los hombres de sus comunidades. De hecho, ante la disminución de los salarios y el acceso restringido a la tierra, muchos hombres ven el trabajo y el cuerpo de las mujeres, y a menudo sus vidas y actividades, como una puerta de entrada al mercado global, por ejemplo en el caso del tráfico de dotes y los asesinatos relacionados con la dote. La caza de brujas también ha resurgido con la globalización. En muchas partes del mundo -sobre todo en la India y África- suele ser llevada a cabo por jóvenes desempleados que quieren adquirir las tierras de las mujeres a las que acusan de ser brujas[25]Ibid.

Podría seguir y seguir con ejemplos de las diferentes formas en que el proceso de globalización reproduce viejas formas de acumulación primitiva. Sin embargo, mi preocupación inmediata no es describir las formas específicas que adopta este retorno de la acumulación primitiva, sino comprender lo que revela sobre la naturaleza del sistema capitalista y lo que apunta al futuro.

La primera certeza que ofrece este enfoque es que la acumulación capitalista siempre consiste en la acumulación de trabajo y, como tal, siempre requiere la creación de miseria y privaciones en todo el mundo. También requiere siempre la degradación de la vida humana y la reconstrucción de las jerarquías y divisiones sociales basadas en el género, la raza y la edad. Y lo que es más importante, al persistir incluso después de quinientos años de desarrollo capitalista, estos «pecados originales» demuestran ser elementos estructurales del sistema capitalista, descartando cualquier posibilidad de reforma. De hecho, los programas sociales y económicos establecidos por el capital internacional para derrotar a los movimientos de liberación de los años 60 y 70 atestiguan por sí mismos que la desposesión (de la tierra y de los derechos adquiridos), la inseguridad en el acceso al empleo y a los ingresos, la incertidumbre y la inseguridad de la vida, y la profundización de las jerarquías raciales y de género serán las condiciones en las que tendrán que producir las generaciones futuras. Está claro, por ejemplo, que al socavar la autosuficiencia de las distintas regiones del mundo y crear una interdependencia económica total, incluso entre países geográficamente muy lejanos, la globalización no sólo genera crisis alimentarias recurrentes, sino también la necesidad de una explotación ilimitada de la mano de obra y del entorno natural.

Como en el pasado, este proceso se basa en el cerramiento de terrenos. Esto se ha extendido tanto que incluso los espacios de vida agrícolas, que en el pasado habían permanecido intactos y habían permitido la reproducción de las comunidades campesinas locales, ahora están siendo privatizados, tomados por los gobiernos o las corporaciones para la minería u otros fines económicos. A medida que el extractivismo[26]El extractivismo es una práctica por la que los gobiernos financian sus programas económicos y políticos mediante la exportación de los recursos minerales de sus países. Según sus críticos, … Seguir leyendo triunfa en muchas zonas, combinado con la confiscación de tierras para la producción de biocombustibles, la propiedad colectiva de la tierra está siendo abolida legalmente y la desposesión es tan masiva que nos estamos acercando rápidamente a la etapa, descrita por Marx, en la que «una parte de la sociedad exige a la otra que le pague un tributo por el derecho a habitar la tierra…»; al igual que la propiedad de la tierra incluye, en general, el derecho del propietario a explotar el globo terráqueo, las entrañas de la tierra, el aire, es decir, lo que condiciona la conservación y el desarrollo de la vida[27]K. Marx, El Capital, Libro III, (1894), París, Éditions sociales, 1974..

En África, en particular, se ha calculado que, si se mantienen las tendencias actuales, el 50% de la población del continente vivirá fuera de él a mediados de siglo. Sin embargo, es poco probable que se trate de una situación excepcional. Como consecuencia del empobrecimiento y el desplazamiento provocados por la globalización, la figura del trabajador se ha convertido en todas partes en la del emigrante, el itinerante[28]Este es el término utilizado por Randy Martin en Financialization of Daily Life, Philadelphia, Temple University Press, 2002., el refugiado. Este proceso también se ve acelerado por la velocidad a la que puede viajar el capital, destruyendo las luchas y las economías locales a su paso, así como por el implacable impulso de extraer hasta la última gota de petróleo y mineral de las entrañas de la tierra.

Por ello, no es de extrañar que, en tales circunstancias, la esperanza de vida de la clase trabajadora esté disminuyendo incluso en «países ricos» como Alemania o Estados Unidos, donde, por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial, los pobres pueden esperar vivir varios años menos que sus padres[29]Como ha informado Maurizio Lazzarato, en Alemania la esperanza de vida de las personas con bajos ingresos cayó de 77,5 años en 2001 a 75,6 años en 2011, mientras que en Alemania del Este … Seguir leyendo.  Al mismo tiempo, algunos países del «Tercer Mundo» se encuentran más o menos en una situación similar a la que prevalecía entre los siglos XVI y XVIII: la de una clase trabajadora apenas capaz de reproducirse. De hecho, el argumento de Marx en el Manifiesto Comunista de que el desarrollo capitalista conduce al empobrecimiento absoluto de la clase obrera está ahora comprobado empíricamente.

Así lo demuestra la continua migración del «Sur» al «Norte» desde finales de los años 80, cuyas principales motivaciones son la necesidad económica y las numerosas guerras provocadas por la codicia de las empresas por los recursos minerales. Se nos dice que no hay remedio para esta pauperización. La clase capitalista, presumiblemente convencida de que, de cualquier manera, el «99%» no tiene otra opción que vivir bajo el capitalismo, y convencida de que su alcance global le proporcionará vastos mercados y un amplio suministro de mano de obra, apenas predice ya el progreso, prefiriendo declarar que las crisis y los desastres son una parte inevitable de la vida económica mientras se apresura a destruir los derechos ganados por más de un siglo de luchas de los trabajadores.

Sin embargo, creo que esta confianza es errónea. Sin el menor optimismo, que de todos modos sería irresponsable dada la espantosa devastación que se despliega ante nuestros ojos, yo diría que en el mundo actual hay una creciente conciencia -que se traduce cada vez más en acciones- de que el capitalismo no es «sostenible» y de que la creación de un sistema económico y social diferente es la tarea más urgente a la que se enfrenta la mayoría de la población mundial. De hecho, cualquier sistema que no pueda asegurar la reproducción de su fuerza de trabajo y que no ofrezca más que más crisis es un sistema condenado. Si, después de siglos de explotación de todos los rincones del planeta, el capitalismo es incapaz de proporcionar siquiera las condiciones mínimas de reproducción para todos y debe seguir hundiendo a millones de personas en condiciones de vida miserables, entonces este sistema está en quiebra y debe ser sustituido. Además, ningún sistema político puede asegurar su viabilidad a largo plazo sólo con la fuerza. Ahora está claro que al sistema capitalista no le queda más que la fuerza a su disposición y que su dominio está asegurado, en el momento en que escribo esto, sólo por la violencia que moviliza contra sus oponentes.

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Notas del artículo

Notas del artículo
1 Midnight Notes Collective, «The New Enclosures», en Midnight Notes, nº 10, 1990.
2 D. Harvey, El nuevo imperialismo, Akal, Madrid, 2004
3 Véase The Commoner, nº 2, 2001.
4 A. Creischer, M. Jorge Hinderer, A. Siekmann, The Potosí Principle. Colonial Image Production in the Global Economy, Cologne, Verlag der Buchhandlung Walther König, 2010.
5 Cf. M. Dalla Costa, «Capitalisme et reproduction», en Pouvoir des femmes et subversion sociale, Ginebra-París, Entremonde, de próxima publicación; M. Mies, Patriarcat et accumulation à l’échelle mondiale, Ginebra-París, Entremonde, de próxima publicación; C. von Werlhof, «Globalization and the ‘Permanent’ Process of ‘Primitive Accumulation’. The Example of the MAI, the Multilateral Agreement on Investment», en Journal of World-Systems Research, vol. 6, nº 3, 2000, pp. 728-747.
6 von Werlhof, op. cit. p. 142.
7 Lazzarato, La Fabrique de l’homme endetté Essai sur la condition néolibérale, París, Ámsterdam, 2011, p. 38.
8 Karl Marx, El Capital, Libro I (1867), París, PUF, 1993, p. 806.
9 Ibid, p. 829.
10 Cito a C. von Werlhof, op. cit. p. 733.
11 Ibid, pp. 728-747.
12 De Angelis, The Beginning of History. Value Struggles and Global Capitalism, Londres, Pluto Press, 2007, p. 134.
13 Caliban y la Bruja, Mujeres, Cuerpo y acumulación Originaria, Traficantes de Sueños, Madrid, 2010
14 Véase ibid, capítulo II en particular; y L. Fortunati, L’Arcane de la Reproduction, Ginebra-París, Entremonde, de próxima aparición.
15 Foucault utiliza el concepto de «biopolítica» para describir una nueva forma de poder, surgida en la Europa del siglo XVIII, que se ejerce a través de la regulación de los procesos vitales, como la salud, la enfermedad y la procreación.
16 Marx, El Capital, Libro I (1867), op. cit, p. 688.
17 Me refiero aquí al argumento desarrollado por Hardt y Negri en varias de sus obras, desde Imperio (París, Exils, 2000) hasta Commonwealth (París, Stock, 2012), de que en la fase actual del desarrollo capitalista presumiblemente caracterizada por la tendencia al dominio del trabajo inmaterial, los capitalistas se están retirando de los procesos de organización del trabajo de tal manera que los trabajadores ganan un mayor grado de autonomía y control sobre las condiciones de su trabajo. Esta teoría sigue a Marx al enfatizar el carácter progresivo del desarrollo capitalista, considerando que la realización (forzada) de los objetivos exigidos por las luchas obreras, incorporadas por el capitalismo contra sus propios intereses, es necesaria para la reactivación del proceso de acumulación. Para una crítica de esta teoría, y más concretamente del concepto de capitalismo cognitivo, véase G. Caffentzis y S. Federici, «Notes on Eduardism». Federici, «Notes on Edu-factory and Cognitive Capitalism», en Edu-factory Collective, Toward a Global Autonomous University. Cognitive Labor, the Production of Knowledge, and Exodus from the Education Factory, Brooklyn, Autonomedia, 2009, pp. 119-124; y S. Federici, «On Affective Labor», en M. A. Peters, E. Bulut, Cognitive Capitalism, Education and Digital Labor, Nueva York, Peter Lang, 2011, pp. 57-74.
18 S. Federici, « Reproduction de la force de travail dans l’économie globale. La révolution féministe inachevée », in Point zéro. Propagation de la révolution…op. cit., p. 145-175.
19 M. De Angelis, The Beginning of History. Value Struggles and Global Capitalismop. cit., p. 136-141.
20 Según las estadísticas de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación), que también estiman que cerca de mil millones de personas en el mundo sufren hoy de pobreza y hambre; véase el Servicio Mundial de Educación sobre el Hambre, «Africa Hunger Facts», en Hunger Notes [https://www.worldhunger.org].
21 Véase L. M. Paltrow, J. Flavin, «Arrests of and Forced Interventions on Pregnant Women in the United States (1973-2005). Implications for Women’s Legal Status and Public Health», en Journal of Health Politics, Policy and Law, vol. 38, nº 2, 2013, pp. 299-343; L. M. Paltrow, J. Flavin, ‘New Study Shows Anti-Choice Policies Leading to Widespread Arrests of and Forced Interventions on Pregnant Women’, en Rewire News, 14 de enero de 2013.
22 Federici, «Witch-Hunting, Globalization and Feminist Solidarity in Africa Today», en Journal of International Women’s Studies, vol. 10, no. 1, 2008, pp. 21-35 (número especial en colaboración con WAGADU), reeditado en S. Federici, Une guerre mondiale contre les femmes. Des chasses aux sorcières au féminicide, Paris, La Fabrique, 2021, p. 97-137.
23 Sobre este tema, véase L. Karim, Microfinance and Its Discontents. Women in Debt in Bangladesh, Minneapolis, University of Minnesota Press, 2011.
24 S. Hostetler et al., « Extractivism ». A Heavy Price to Pay, Washington, Witness for Peace, 1995.
25 Ibid
26 El extractivismo es una práctica por la que los gobiernos financian sus programas económicos y políticos mediante la exportación de los recursos minerales de sus países. Según sus críticos, esta práctica produce pobreza y desencadena un proceso de colonización interna. El término ha sido utilizado principalmente en América Latina por teóricos sociales (Alberto Acosta, Louis Tapia, Raúl Zibechi, Maristella Svampa) para describir y criticar las políticas económicas de los gobiernos supuestamente progresistas de Bolivia, Ecuador y Brasil.
27 K. Marx, El Capital, Libro III, (1894), París, Éditions sociales, 1974.
28 Este es el término utilizado por Randy Martin en Financialization of Daily Life, Philadelphia, Temple University Press, 2002.
29 Como ha informado Maurizio Lazzarato, en Alemania la esperanza de vida de las personas con bajos ingresos cayó de 77,5 años en 2001 a 75,6 años en 2011, mientras que en Alemania del Este descendió de 77,9 años a 74,1 años. Lazzarato indica que a este ritmo, tras otros veinte años de recortes presupuestarios y «esfuerzos por ‘salvar’ la Seguridad Social», la edad de jubilación acabará coincidiendo con la edad de la muerte; véase Lazzarato, «The Making of the Indebted Man. An Essay on the Neoliberal Condition», en Semiotext(e) Intervention Series, nº 13, Cambridge, MIT Press, 2012, p. 177. También en Estados Unidos los «pobres» viven menos. Según el número de agosto del Journal of Health Affairs, entre 1990 y 2008 se produjo un descenso real de la esperanza de vida entre la población negra en general, y entre las mujeres y los hombres blancos que no habían completado la educación secundaria. El estudio reveló que los hombres blancos con 16 o más años de educación viven una media de 14 años más que los hombres negros con menos de 12 años de educación, y estas desigualdades siguen aumentando. En 1990, los hombres y las mujeres con mayor nivel de estudios vivían 13,4 y 7,7 años más que los menos instruidos, respectivamente. El elemento más impactante de este estudio es la velocidad a la que se ha ampliado esta brecha. Por ejemplo, «en 1990, la diferencia en la esperanza de vida entre las mujeres blancas con mayor y menor formación era de 1,9 años, mientras que hoy es de 10,4 años». Véase D. Griswold, «Racism, Schooling Gap Cuts Years from Life» en Workers’ World, 27 de septiembre de 2012. Sobre el descenso de la esperanza de vida de la población blanca en Estados Unidos, véase L. Tavernese, en New York Times, 20 de septiembre de 2012. Tavernese escribe que entre el segmento menos educado de la población blanca, la esperanza de vida cayó cuatro años entre 1990 y 2012. Este descenso de la esperanza de vida en Estados Unidos también parece haberse acelerado en los últimos años debido a la epidemia de opioides. Véase O. Kazan, «A Shocking Decline in American Life Expectancy», en The Atlantic, 21 de diciembre de 2017.
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