Actualidad Internacional: Opinion

La maquinaria de destrucción sionista amenaza al Líbano después de Gaza

09/01/2024

Gilbert Achcar

Profesor de la SOAS, Londres.

Traducción: César Ayala
Fuente:
El original fue publicado en árabe en Al-Quds al-Arabi el 2 de enero de 2024. Este artículo fue escrito antes del asesinato por Israel de un alto dirigente de Hamás en Beirut. La versión en español es una traducción de la versión inglesa localizada en https://gilbert-achcar.net/zionist-destruction-machine.

Hace dos semanas, estimábamos, a la luz de las pruebas disponibles en aquel momento, que las fuerzas de ocupación israelíes pondrían fin a su intensa campaña de bombardeos pesados a principios de este nuevo año, y pasarían a una «guerra de baja intensidad» cuyo objetivo sería reforzar el control sobre la mayor parte del territorio de la Franja de Gaza caído bajo su dominio, erradicar toda la resistencia restante en su interior y destruir la red de túneles que permanece bajo su suelo (véase «¿Hacia dónde va la guerra de Israel contra Gaza?«, 20/12/2023, versión en español 23/12/23)). El lunes, primer día de este nuevo año, el portavoz oficial del ejército de ocupación anunció la retirada de cinco brigadas de Gaza, compuestas en su mayoría por soldados de reserva, en lo que fue interpretado por los observadores como un primer paso hacia el cambio a una «guerra de baja intensidad», tal y como prometieron los gobernantes de Israel a sus partidarios exteriores, Estados Unidos sobre todo.

Lo cierto es que, tanto por razones humanas como económicas, el Estado sionista no puede seguir librando durante mucho tiempo una guerra con la misma intensidad que la que ha llevado a cabo desde el «diluvio de Al-Aqsa». Esto se debe a que Israel es un país relativamente pequeño, con una población judía de sólo algo más de siete millones de habitantes, de los cuales un millón y medio son hombres en edad de cumplir el servicio militar (además de un millón y medio de mujeres que aún no han participado en la guerra). No puede seguir movilizando a aproximadamente medio millón de reservistas durante un largo período, ya que ello constituye una pesada carga humana para su sociedad y una carga todavía más pesada para su economía.

Hasta finales del año pasado, es decir, en menos de tres meses, la guerra ha costado unos 20.000 millones de dólares, según declaró al Washington Post un ex vicegobernador del Banco Central israelí, es decir, un costo que se acerca a 250 millones de dólares al día, lo cual es enorme para la economía del país. El gobierno sionista calcula que toda la guerra, que según confirmó el sábado pasado el primer ministro Benjamin Netanyahu duraría al menos un año, le costará unos 50.000 millones de dólares (es decir, aproximadamente una décima parte del PIB de Israel). Lo que hace que Netanyahu y sus aliados de la extrema derecha sionista estén aún más decididos a continuar la guerra con menor intensidad a lo largo de este nuevo año, es su apuesta por la victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales estadounidenses del próximo otoño. Creen que Trump les daría luz verde para completar la «Segunda Nakba», apoderándose definitivamente de la Franja de Gaza y anexándola. Como dependen de la financiación estadounidense para mitigar el impacto de la guerra en su economía, deben reducir sus costos para poder llevarla a cabo durante los próximos meses como pretenden.

Al mismo tiempo, sin embargo, el gobierno sionista está planeando una segunda campaña intensiva de bombardeos que comenzaría una vez que se reduzca la intensidad de sus bombardeos sobre Gaza. Durante los primeros días de la nueva ofensiva israelí, se informó de que el ministro de «Defensa» sionista, el ex general de división Yoav Galant, miembro del partido Likud y rival de Netanyahu, quería que Israel atacara a Hezbolá en el Líbano junto con su ataque contra Hamás en Gaza. Gallant es conocido por ser un defensor de la doctrina Dahiya, aplicada por primera vez durante la embestida israelí contra el Líbano en 2006. Esta estrategia militar consiste en responder a cualquiera que amenace la seguridad de Israel de una forma tan avasalladora y destructiva que constituya un poderoso elemento disuasorio. Como jefe del Mando Sur entre 2005 y 2010, Gallant supervisó la aplicación de esa doctrina en la mortífera embestida de tres semanas contra Gaza que comenzó a finales de 2008.

El verano pasado, el ministro de «Defensa» sionista amenazó con devolver el Líbano a la «edad de piedra». Lo hizo después de inspeccionar la zona de las granjas de Shebaa, en la frontera libanesa, y ver una tienda de campaña instalada allí por Hezbolá. Dijo entonces: «Advierto a Hezbolá y a Nasralá que no cometan errores. Han cometido errores en el pasado y han pagado un precio muy alto. Si, Dios no lo quiera, se produce aquí una escalada o un enfrentamiento, devolveremos el Líbano a la Edad de Piedra». Continuó, repitiendo: «Advierto a Hezbolá y a su líder: No cometan ningún error. No dudaremos en utilizar todo nuestro poder y destruir cada metro perteneciente a Hezbolá y al Líbano si tenemos que hacerlo.» Y añadió: «Cuando se trata de la seguridad de Israel, todos estamos unidos». Estas últimas palabras fueron en respuesta a la afirmación del líder de Hezbolá de que Israel se ha debilitado debido a su crisis política.

Así pues, la probabilidad de una nueva agresión masiva lanzada por el Estado sionista contra el Líbano se ha vuelto realmente muy alta. El gobierno israelí está acorralando a Hezbolá al exigirle que retire su presencia militar al norte del río Litani, unos 10 km al norte de la frontera con el Líbano, ya que su cumplimiento haría que el partido perdiera prestigio, mientras que su negativa le haría responsable de provocar una nueva agresión devastadora contra el Líbano, especialmente en las zonas en las que el partido está arraigado. Así pues, la limitada intervención de Hezbolá tras el «diluvio de Al-Aqsa» ha resultado contraproducente, ya que el partido perdió la oportunidad de obligar a Israel a emprender una guerra intensiva en dos frentes, mientras que Israel amenaza hoy con lanzar un bombardeo intensivo contra el Líbano, señalándolo después de completar su bombardeo intensivo contra Gaza.

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