Actualidad Internacional: Opinion
Perspectivas del imperialismo ruso
14/01/2024
Ilya Budraitskis
Militante del Movimiento Socialista Ruso, sección de la IV Internacional
Traducción: Viento Sur
Fuente: Tempestmag.org
Copyright: Autora/or de la foto. Si no queremos mostrarlo lo ocultamos.
La guerra imperialista rusa en Ucrania no muestra signos de detenerse. En verano y otoño hubo ofensivas y contraofensivas, primero de Ucrania con el propósito de liberar sus territorios ocupados, y después de Rusia con ánimo de ocupar más territorio, que todavía continúa. Moscú acaba de lanzar una lluvia de misiles sobre Ucrania, apuntando contra civiles e infraestructuras en vísperas del Año Nuevo. A su vez, la ciudad fronteriza rusa de Belgorod ha sufrido ataques de misiles a modo de represalia. Rusia tiene medio millón de soldados en el frente para defender su ocupación y necesitará más de cara a la gran ofensiva que podría iniciarse en la primavera.
Vladímir Putin y la clase dominante rusa pretenden continuar esta guerra hasta el final. El presidente ruso lo dejó claro en el programa anual de preguntas y respuestas que con el título de Línea Directa con Vladímir Putin se emitió por televisión el 14 de diciembre, y en el que respondió durante varias horas a preguntas del público cuidadosamente seleccionadas. Dijo que el objetivo de la llamada Operación Militar Especial sigue siendo la supuesta desnazificación y desmilitarización de Ucrania. Esto significa que se propone continuar la guerra hasta lograr el cambio de régimen en Ucrania y la transformación de este país en una semicolonia rusa.
Para conseguir este objetivo, su régimen trata de estabilizar la sociedad rusa, atizar el conflicto político en EE UU y los países de la OTAN, legitimar su poder mediante la elección presidencial de marzo y movilizar tropas rusas con vistas a una nueva ofensiva en primavera.
Estabilizar la sociedad rusa
El régimen se ha embarcado en una intensa campaña de estabilización de la sociedad rusa tras el intento de golpe de Estado de Yevgeny Prigozhin y su grupo Wagner el pasado verano. Putin superó aquel gran desafío a su poder mediante una combinación de palos y zanahorias. Ofreció un pacto a los mercenarios de Wagner para que volvieran al redil del régimen, mientras hizo detener a unos cuantos generales cercanos a Wagner. En el caso del propio Prigozhin, Putin hizo que lo mataran en agosto en un ataque de misiles, no lejos de Moscú, que reventó el avión en que viajaba el caudillo militar.
Después fragmentó al propio grupo Wagner, integrando partes del mismo en las tropas del ministerio de Defensa ruso y permitiendo que el resto continuara con el hijo de Prigozhin o en otras empresas militares privadas. La existencia de estas empresas puede suponer a la larga un problema para el régimen, especialmente si la guerra no va por buen camino, lo que podría causar discrepancias entre el Estado y estas empresas en cuanto a la estrategia y la táctica militares, desestabilizando de nuevo el régimen. Además, el golpe de Prigozhin sacó a la luz la existencia de una disensión oculta entre los oficiales del ejército. De todos modos, de momento la estrategia de cooptación y represión de Putin ha permitido superar la crisis precipitada por Prigozhin.
Putin también ha sido capaz de estabilizar la economía, al menos de momento. Las sanciones de Occidente no han afectado a la economía rusa tanto como se esperaba. El régimen y las empresas del país han abierto varias vías para esquivar las sanciones. Han incrementado el comercio y las inversiones a través de Estados neutrales como los centroasiáticos, además de Turquía, los Emiratos Árabes y muchos otros, particularmente en el Sur global. Estos países han resistido las presiones de EE UU para que secundaran las sanciones, lo que también ha ayudado a mantener la economía a flote. Así, las sanciones no han hundido la economía y rusa ni impedido que el Estado siga alimentando la guerra en Ucrania.
A pesar de la resiliencia de la economía rusa, esta se enfrenta a numerosos problemas. Por ejemplo, la inflación va en aumento y somete a graves tensiones económicas los bolsillos de la mayoría de la población rusa. Ante esto, el Banco Central de Rusia acaba de elevar los tipos de interés a fin de controlar la inflación, pero esto puede provocar a su vez una desaceleración de la economía, con el consiguiente aumento del paro y la continuación de los ataques a la clase trabajadora.
Para mantener la hegemonía sobre la población, Putin ha decidido recurrir a la represión y a una ideología neofascista. Ha reprimido casi toda la disensión de izquierdas, especialmente el activismo antiguerra. Al mismo tiempo, ha tratado de ganarse el consenso de la población agitando el nacionalismo étnico ruso y demonizando a todos los grupos que pueden plantarle cara. Por ejemplo, ha advertido de que la inmigración musulmana de Asia Central es una amenaza para el equilibrio étnico del país. El líder de la Iglesia Ortodoxa Rusa, el patriarca Kirill, ha ido todavía más lejos en esta islamofobia de Putin: en un discurso reciente que bien podría haber pronunciado Donald Trump o Enoch Powell, arremetió contra la amenaza civilizatoria que representa la población musulmana y la inmigración en general.
Mientras el régimen y la iglesia utilizan este nacionalismo étnico para cohesionar su base social, podría salirles el tiro por la culata, ya que este fanatismo podría despertar la oposición entre los cerca de 15 millones de miembros de la comunidad musulmana, que representan el 10 % de la población.
Putin también ha lanzado una intensa campaña con vistas a imponer los llamados valores familiares tradicionales. Ha atacado al feminismo y a las personas LGBTQ, tachándolas de ser una amenaza para la sociedad rusa. El régimen está a punto de suprimir totalmente el derecho al aborto, después de hacerlo ya, hace poco, en las clínicas privadas. También ha anunciado una prohibición total de los grupos LGBTQ, sus actos públicos e incluso sus clubes nocturnos. Hasta ahora, Putin ha logrado avanzar en la estabilización de la sociedad rusa mediante la represión y estas campañas ideológicas.
Conquistar Ucrania
Sobre la base de esta estabilidad se propone escalar la guerra en Ucrania. Su objetivo inmediato es ocupar el resto de la región del Donbás, que tiene un significado simbólico en el imaginario imperial de Putin y sus justificaciones de la guerra. La probable ofensiva de primavera se desarrollará por etapas: el objetivo es tomar Járkiv, la segunda ciudad más grande de Ucrania, y establecer un nuevo frente junto al río Dnipró.
El plan podría consistir en dividir Ucrania en dos partes: primero, Rusia se anexionaría todo el territorio al este del Dnipró, y después trataría de convertir el resto del país, al oeste del río, en un Estado neutral desnazificado (es decir, dependiente de Rusia). Claro que este no sería más que un objetivo temporal. El Estado ruso sigue empeñado en expandir su imperio al resto del espacio postsoviético.
Atizar el conflicto en EE UU y la OTAN
Putin aprovecha el ascenso de la derecha en EE UU y la OTAN para minar la oposición a su expansionismo imperial. Durante su sesión de preguntas y respuestas, insistió en que Occidente está muy dividido con respecto a la ayuda a Ucrania. Citó específicamente el conflicto entre los Republicanos y el gobierno de Biden en torno al paquete de ayuda propuesto para este país. Dejó claro que aplaudiría una victoria de los Republicanos, especialmente de Trump, en las elecciones presidenciales de EE UU, pues es probable que el nuevo gobierno reduzca, por no decir que anule, todo apoyo a Ucrania e incluso abandone la OTAN.
Putin también corteja a la extrema derecha en los demás países de la OTAN. Atiza las tensiones con Finlandia, un nuevo miembro del pacto atlántico. Siguiendo el ejemplo del presidente de Bielorrusia, Lukashenko, ha abierto la puerta a inmigrantes de Irak, Afganistán, Libia y otros países, y acto seguido les ha animado a entrar en la Unión Europea cruzando la frontera finlandesa. Lo hace con el fin de provocar una crisis del establishment político y alimentar el crecimiento de la extrema derecha antiinmigración en Finlandia y la Unión Europea en general. Espera que el ascenso y el éxito de estas corrientes socavarán la OTAN desde dentro. Así, los medios oficiales rusos celebraron la reciente victoria del político de extrema derecha Geert Wilders en las elecciones neerlandesas, quien se presentó con una plataforma islamófoba e antiinmigración.
Finalmente, Putin tratar de explotar la guerra brutal de Israel en Gaza para sacar ventaja frente a EE UU y sus aliados de la OTAN, que han armado y apoyado a Israel. Oficialmente, Rusia apoya la solución de dos Estados, el alto el fuego y la llegada de ayuda humanitaria de Naciones Unidas. Por supuesto, todo esto es hipócrita. Rusia lidia exactamente el mismo tipo de guerra anexionista en Ucrania que Israel en Gaza. Y entre bastidores, Putin mantiene relaciones políticas, diplomáticas y económicas con Israel. Pese a ello, utiliza la horrible guerra de Israel para lavar su imagen, especialmente en el Sur global, y debilitar la de EE UU y la OTAN. Espera que esto le permitirá ganar espacio para seguir su propia ambición imperialista en Ucrania y el resto de Europa Oriental y Asia Central.
Movilización y llamamiento a filas para la ofensiva de primavera
El compromiso de Putin con este proyecto le obligará a imponer una movilización más amplia de tropas y tal vez un llamamiento a filas. Tendrá que reclutar a cientos de miles de nuevos soldados para dotar de personal al ejército y realizar nuevos avances territoriales. Esto puede generarle grandes problemas. En todo caso, no lo hará antes de la elección presidencial prevista para marzo. Él y el resto del Estado desean mantener hasta entonces un estado de ánimo positivo en la sociedad rusa.
Después de las elecciones, es muy probable que incrementen la movilización de tropas hacia el frente. Actualmente, tan solo alrededor del 40 % de las tropas rusas en Ucrania son reclutas, mientras que las demás son los llamados soldados voluntarios, gente común que ha ingresado en el ejército para mejorar sus condiciones de vida. Un soldado puede ganar mucho más que un trabajador no cualificado. El salario medio oficial es de unos 600 dólares, pero la mayoría de la clase trabajadora apenas llega a los 300 dólares al mes. En cambio, en el ejército los soldados pueden percibir entre 2.000 y 3.000 dólares al mes.
Así, para millones de personas, especialmente en las ciudades industriales desesperadas de provincias, el ejército ofrece una oportunidad de escapar de la pobreza. Esto explica el éxito de la contratación de los llamados voluntarios. En realidad se trata de un reclutamiento de gente pobre, pero el gobierno lo aprovecha para redistribuir bienestar y asegurar que un amplio sector de la población se beneficie con la guerra. Por supuesto, muchos lo pagan caro, con la pérdida de la salud mental, de extremidades y de la vida.
La situación de las personas reclutadas forzosamente es y será completamente diferente. No les pagan muy bien y a diferencia de los soldados profesionales, su periodo de servicio y su destino no están definidos. Por ello, el reclutamiento forzoso ya ha provocado algunas protestas de familias y parientes de quienes han sido obligados a hacer el servicio militar. Han organizado peticiones colectivas e incluso han remitido cientos de preguntas al programa televisivo Línea Directa de Putin. Claro que todas esas preguntas fueron descartadas y no se le plantearon. Esto muestra la base de la oposición a cualquier nuevo reclutamiento. Es probable que la oposición adopte la forma de protestas espontáneas autoorganizadas, lo que podría abrir una ventana a la construcción de un movimiento antiguerra en Rusia.
Elecciones amañadas para legitimar el régimen
Pero todo esto solo se producirá después de la elección presidencial, que por supuesto no será limpia. No habrá campañas ni debates de verdad, y el resultado ya está decidido: ganará Putin. No obstante, para él esta elección es importante a fin de proporcionar a su poder un halo de legitimidad y demostrar que él y su guerra cuentan con el apoyo del pueblo. Medios del Kremlin ya predicen el mejor resultado de su carrera política. Se calcula que habrá una participación del 70 % y Putin obtendrá probablemente el 80 % de los votos emitidos. Está claro que no debemos dar crédito a estas cifras ni al resultado de la elección.
Todo el proceso se basa en la supresión de la oposición genuina y la exclusión y el encarcelamiento de disidentes como Alexéy Navalny. Por supuesto, se permitirá que se presenten candidaturas cuidadosamente cribadas para proporcionar a los comicios una apariencia de democracia. La votación propiamente dicha tendrá lugar durante tres días presencialmente y por vía telemática. Ambas modalidades serán objeto de un estricto control por parte de las autoridades y sin ninguna supervisión a cargo de observadoras independientes. Todas las redes de seguimiento electoral han sido destruidas. Por ejemplo, este verano, las autoridades prohibieron la red más amplia, llamada Golos, y encarcelaron a uno de sus principales organizadores.
Por tanto, esta elección será todo lo contrario de una elección libre, abierta y justa. De hecho, son un instrumento del Estado para someter a la población a la obediencia política. La mayor parte del personal del sector público y de las empresas estatales se verá forzada a votar electrónicamente en sus lugares de trabajo. Si votas de este modo, todos tus datos personales están a disposición del Estado. Por consiguiente, las autoridades y los empresarios podrán controlar las votaciones y corregir el resultado si hace falta. No obstante, las y los votantes podrán pensar que gozan de libertad de elección.
Habrá otras candidaturas, cuidadosamente filtradas, que podrán concurrir a los comicios, concretamente de partidos integrados en la seudooposición leal como el Partido Comunista. Todos los candidatos admitidos mantienen posiciones agresivas favorables a la guerra. No podrán concurrir a los comicios candidaturas antiguerra genuinas, de modo que no se planteará ningún desafío a Putin ni podrá expresarse ningún sentimiento contrario a la guerra. Las candidaturas admitidas competirán entre ellas por el 20 % de los votos que no opten por Putin.
La oposición rusa, que opera en la clandestinidad o en el exilio, debate ahora cómo abordar la elección. Los seguidores de Navalny ya han llamado a votar por cualquier candidatura que no sea la de Putin. No es mala estrategia, ya que al menos ofrece a la gente, muy atomizada y atemorizada, la oportunidad de expresar su oposición, aunque sea de una manera distorsionada.
Resistencia a la guerra y al fascismo
La gente tiene muchas razones para temer al régimen. Un régimen que ha aplastado toda expresión pública de discrepancia con la guerra y la ha obligado a pasar a a clandestinidad. Ha hecho lo mismo con todos los grupos activistas de cualquier género. Esto forma parte de la fascistización del régimen. No es simple propaganda; el Estado trata de imponer una forma brutal de dictadura y cambiar la sociedad de pies a cabeza. La prohibición del movimiento LGBTQ y la limitación del derecho al aborto, la histeria antiinmigración y la censura estricta de toda crítica contraria al régimen pretenden homogeneizar a la sociedad y convertir a Rusia en un Estado-civilización cerrada.
En estas condiciones, la tarea de la izquierda internacional sigue siendo la oposición al imperialismo de Putin, la solidaridad con la resistencia ucraniana, la oposición al imperialismo occidental y el apoyo a la lucha dentro de Rusia contra el régimen neofascista de Putin.
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