Especiales temáticos: Nuevas esperanzas en Brasil

La izquierda debe centrarse en el trabajo de base

22/11/2022

Valerio Arcary

Profesor de Historia en la Universidad de São Paulo. Doctor en Historia por la USP. Militante trotskista desde la Revolución de los Claveles. Autor de varios libros, entre ellos O Martelo da História.

Traducción: Punto de Vista Internacional
Fuente: 
Esquerda online

El desafío de enfrentar al Bolsonarismo requiere unir a la clase obrera organizada, sindicalmente, con las masas populares más oprimidas. Esta lucha se hará desde las instituciones, el gobierno y el Parlamento, pero se decidirá en la base de la sociedad. Ahí, el PSOL puede marcar la diferencia.

 

 

La ambición nunca descansa.

                                                            La ambición nunca escucha los razonamientos de los demás.

                                                                                        La sabiduría popular portuguesa

El debate más enconado de 2022, que comenzó en el Congreso del PSol de 2021, versó sobre las tácticas electorales. Estábamos o no ante la necesidad de una candidatura unitaria de todos los partidos de izquierda, a través de Lula, para garantizar la derrota de Bolsonaro? Finalmente, el PSol, hoy el segundo partido más influyente de la izquierda brasileña, defendió la necesidad de la candidatura única, apoyando a Lula desde la primera vuelta, a pesar de la elección de Alckmin. Se basaba en una evaluación de la relación de fuerzas sociales y políticas. Esta decisión no fue fácil, después de todo algo más del 40% votó en contra, pero fue lúcida. Fue más útil para el desafío central planteado, la necesidad de derrotar a Bolsonaro, la agitación del PSol en la campaña de Lula, que la propaganda de un programa anticapitalista con candidatura propia.

Ahora el PSol se enfrentará a otra difícil decisión. ¿Debe aceptar una invitación para integrarse en el Gobierno de Lula? ¿O su lugar debe estar en el fortalecimiento del trabajo de base, en la primera línea de la lucha contra el bolsonarismo, para alimentar la movilización popular? Como enseña la sabiduría popular, no se puede sacar el córner y cabecear el balón. La elección del papel a desempeñar es ineludible. ¿Dónde puede marcar la diferencia el PSol?

La victoria electoral fue gigantesca, pero el peligro fascista sigue desgraciadamente presente, como hemos podido comprobar en los bloqueos de carreteras y en las concentraciones a las puertas de los cuarteles. Se equivocan quienes piensan que la extrema derecha se asentará como partido electoral. Eso no es lo que ha ocurrido en las últimas tres semanas. Por el contrario, el bolsonarismo seguirá con un pie en la institucionalidad y otro en el golpismo. La fascistización será alimentada por Bolsonaro, que no se ha rendido, insistirá en la radicalización extremista y pretende volver al poder.

La decisión sobre el papel del PSol debe basarse en una apreciación de la coyuntura que considere cuál será la naturaleza del gobierno de coalición, pero también el papel de los neofascistas. El Bolsonarismo perdió las elecciones pero sigue siendo una poderosa fuerza social y política.

Para evaluar la relación de fuerzas deben tenerse en cuenta varios criterios. Sin olvidar que el despliegue del PSol sigue siendo limitado. ¿Dónde será más útil el PSol? ¿Desde dónde puede ser un punto de apoyo para las reivindicaciones populares y la movilización social? Ya se enfrentará al reto de una mayor responsabilidad en la intervención parlamentaria. No puede descuidar su presencia en la base de los movimientos. Si los militantes más experimentados se pasan a las exigencias de los mandatos y, además, asumen cargos directivos en el gobierno nacional o estatal, será inevitable una dinámica de institucionalización de los cuadros. La ambición excesiva alimenta la ceguera.

La cuestión tiene consecuencias estratégicas. Si el PSol hubiera subestimado la fuerza política y electoral del bolsonarismo, como han hecho otros en la izquierda radical, hasta el punto de lanzar su propia candidatura en la primera vuelta, habría cometido un grave error. La victoria de Lula no dependía, por supuesto, del apoyo del PSol desde la primera vuelta. Pero la elección de los diputados del PSol dependía de la relación de confianza que se estableciera con la parte más politizada de la clase trabajadora y la juventud que apoyaba a Lula. Por supuesto, los contrafactuales, incluso cuando se hacen con parámetros equilibrados, no son más que un ejercicio de imaginación.

Pero este debate existió, porque la izquierda radical brasileña, en sus diversos componentes, es mucho más amplia que la militancia orgánica del PSol. Se expresa a través de activistas en los sindicatos, en el movimiento estudiantil, en los movimientos contra la opresión de las mujeres, los negros y los LGBT, en las articulaciones medioambientales y de derechos humanos y, por supuesto, en la importancia de la intelectualidad académica, la comunicación, la cultura y las artes.

Una enorme mayoría de la militancia no tenía dudas: comprendía el peligro que representaba Bolsonaro. Aun así, un sector minoritario pero combativo se inclinó por defender que el PSol levantara un candidato propio, porque apostaban a que la victoria de Lula sería más que probable. Estaban equivocados. Las elecciones fueron muy difíciles, y la victoria sólo llegó en la segunda vuelta, y por un estrecho margen: dos millones de votos. Aunque siempre hay, en las elecciones, una distorsión que disminuye la expresión de la voluntad popular, lo cierto es que entre los asalariados que ganan más de dos salarios mínimos, empatamos o perdimos.

La experiencia de la lucha político-electoral ya demostró, por ejemplo en 2018, que no sería fácil. La candidatura de Boulos era un punto de apoyo para enfrentar a Bolsonaro, no un obstáculo para que Haddad llegara a la 2ª vuelta. Aun así, perdimos y por una gran diferencia, sobre todo en la base social histórica de la izquierda, la porción de trabajadores con contrato en el sector privado, y entre los funcionarios. El desafío de enfrentar al Bolsonarismo requiere unir a la clase obrera, organizada en sindicatos, con las masas populares más oprimidas. Esta lucha se hará desde las instituciones, el gobierno y el Parlamento, pero se decidirá en la base de la sociedad. Ahí, Psol puede marcar la diferencia.

La disputa ya está en marcha. La presión burguesa en favor de la responsabilidad fiscal tras tres años de techo de gasto es absurda. La constitucionalización del ajuste fiscal en el gobierno Temer con el «Techo de Gasto» fue una drástica medida preventiva insostenible para que «los ingleses vean». La restricción presupuestaria en el PEC de transición es un intento de los capitalistas de proteger al gobierno de Lula. La nota de los mandos militares fue un abuso de poder, y no tiene sentido fingir que no ocurrió. El brazo armado del partido bolsonarista está intacto. Preservar a Lira en la presidencia de la Cámara sin lucha sería una concesión inexcusable. Luchar por un gobierno «mayoritario» en el Congreso es una «rendición», por anticipado. La lucha por la desbolonarización del Estado es ineludible. Bolsonaro juzgado y encarcelado es difícil, pero posible.

El PSol tiene un proyecto político diferente del PT. El PT es el partido con mayor influencia entre los trabajadores, y Lula el de mayor liderazgo popular en Brasil, pero su programa es la regulación del capitalismo mediante reformas. El PSOL es un partido anticapitalista. El PSol no participó en los gobiernos del PT entre 2004/16. Pero el PSol tampoco fue nunca un obstáculo para que el PT llegara al gobierno. Aún más importante, el PSol se puso del lado del PT en la defensa de la legitimidad del mandato de Dilma cuando la trama golpista pasó del terreno de la agitación a la acción contrarrevolucionaria en las calles. Hay una dialéctica inteligente en luchar por la construcción de un partido socialista que supere los límites del PT y, al mismo tiempo, luchar junto al PT y al gobierno de Lula contra Bolsonaro.

La idea de que debería haber un único partido de izquierdas suena atractiva, pero no es progresista. En el siglo XXI es un error, porque les impide presentar públicamente las diferencias entre la izquierda moderada y la anticapitalista. En la época histórica del siglo XIX, en los albores del movimiento socialista, era progresista. Pero no han pasado en vano ciento cincuenta años desde la fundación del Partido Socialista Alemán, la primera organización de clase independiente que adoptó un vocabulario marxista.

La representación política de los intereses de los trabajadores no puede ser realizada por un solo partido, como quedó patente en el siglo XX. Sólo a un nivel muy alto de abstracción tiene sentido reconocer la existencia de un «gran partido laborista» que se expresa a través de diferentes fracciones públicas, desde las más moderadas a las más radicales. Pero sin mediaciones es peligroso. Porque sólo sería posible silenciando las posiciones minoritarias, que suelen ser las más revolucionarias en las condiciones actuales.

Una izquierda socialista para el siglo XXI debe luchar por un programa anticapitalista. Quien considere que esta lucha pasa por el PT, y que en este partido hay marxistas serios que luchan honorablemente por el programa del socialismo, tiene nuestro respeto. Pero apostamos a que el proyecto del PSol, con todos los riesgos que existen, es más alentador.

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