Teoría: Estrategia
El leninismo hoy
01/11/2001
Daniel Bensaïd
Dirigente histórico de la IV Internacional
Traducción: Joaquín Guevara para
Fuente:Democracia Socialista
aniel Bensaïd, líder central de la Liga Comunista Revolucionaria francesa (LCR), habló sobre “Leninismo en el siglo 21” en el evento “Marxismo 2001” organizado por el SWP (Partido Socialista de los Trabajadores) del Reino Unido. Phil Hearse habló con el allí.
International Viewpoint: Lenin hizo importantes contribuciones al marxismo pensando el imperialismo, la cuestión nacional, estrategia revolucionaria y democracia socialista. Pero cuando partidos y organizaciones se llaman a sí mismos “leninistas” generalmente hace referencia a su forma organizativa. Sin embargo la experiencia moderna de tales organizaciones demuestra que tienen muy diversas prácticas organizativas. ¿Qué tiene de especial el “leninismo” como forma organizativa?
Daniel Bensaïd: Tenemos que partir recordando que el mismo término “leninista” aparece únicamente tras la muerte de Lenin, notablemente en el discurso de Zinoviev para el V Congreso de la Internacional Comunista (1924). Corresponde a la codificación de un modelo de organización luego asociada con la “bolchevización ” de la IC, que permitió, bajo pretexto de combatir las tradiciones de la socialdemocracia corrompida por el parlamentarismo, someter a los jóvenes partidos comunistas a la tutela burocrática del Kremlin. La invención del “leninismo” como ortodoxia religiosa momificada fue parte del proceso de burocratización de la IC y la Unión Soviética. Por eso, en la medida de lo posible, personalmente evito la utilización de este “-ismo”. Sin embargo, si se intenta sintetizar lo que parece esencial en las ideas organizativas de Lenin, resaltaría dos ideas que me resultan conceptos revolucionarios esenciales para esta época, y que conservan su validez en la actualidad. La primera, que aparece en el centro de la polémica en Que Hacer y en Un paso adelante, dos pasos atrás, es la distinción entre el partido (revolucionario) y la clase (trabajadora), que rechaza todo intento confusionista de combinar o identificar a los dos. Esta distinción, elemental desde el punto de vista del marxismo de la Segunda Internacional, implica pensar la especificidad del campo político, su correlación de fuerzas, sus propios conceptos. Este terreno no es simplemente un reflejo o una extensión de las relaciones de fuerzas sociales. Expresa la transformación de las relaciones sociales (y la lucha de clases) en términos políticos, con sus propios – como dicen los psicoanalistas – desplazamientos y condensaciones. Marcaría, sobre todo, como lo más destacado, que esta distinción entre lo social y lo político, entre partidos y clases, paradójicamente abre la posibilidad de pensar el pluralismo político: si el partido no es simplemente la encarnación de la clase, que sería su sustancia social, entonces se vuelve pensable que el partido pueda ser representado por una pluralidad de partidos. Recíprocamente, la clase puede dotarse de instrumentos de resistencia independientes de los partidos. Por lo tanto, no me parece casual que Lenin tuviese la posición más correcta durante el debate a principios de 1920 en Rusia sobre el papel de los sindicatos.La segunda idea esencial está en relación con lo que parece ser una de las características más discutibles del leninismo: el centralismo democrático. En la medida en que esta idea se asoció con el centralismo burocrático del período estalinista, lo que uno recuerda sobre todo es el centralismo y la imagen de una disciplina semi-militar. Pero para nosotros el aspecto democrático es fundamental. Si, después de la discusión libre, no existe un esfuerzo colectivo y una participación mutua en poner todas las decisiones a la prueba de la práctica, la democracia de una organización sigue siendo puramente formal y “parlamentaria”. Se reduce a un intercambio de opiniones sin consecuencias reales, todo el mundo puede participar en el debate con sus propias convicciones, faltando una práctica común para probar la validez de una orientación política.
International Viewpoint: ¿Cómo ha evolucionado la concepción de la LCR del leninismo desde su conferencia fundacional en el año 1969?
D.B.: Debido a las fuertes ilusiones espontaneístas que el movimiento de mayo de 1968 en Francia engendró entre los jóvenes, la fundación de la Liga Comunista como una sección de la Cuarta Internacional en 1969 fue el resultado de un intenso debate, particularmente sobre la cuestión de la organización. Con más de 30 años de retrospectiva, este debate fundador me parece decisivo. Esto nos permitió crear una organización que resistió el reflujo posterior a 1968 y a la prueba de las derrotas. Sin embargo, una revisión crítica de ese período es necesaria. En el contexto de la época, teníamos una tendencia a un fetiche del partido como adversario directo e inmediato del Estado (inspirado en una lectura cuestionable de Poulantzas), y dimos a nuestro “leninismo” un toque ligeramente “militarista” (“ultra- izquierdista”, si se lo prefiere). En esto se puede ver la influencia de Guevara, su voluntarismo y el papel atribuido a las acciones “ejemplares”.
En ese sentido, nuestra interpretación creó en parte una especie de “leninismo apresurado”, criticado por Regis Debray en su libro La Crítica de las Armas.
International Viewpoint: Desde hace más de una década hemos visto grupos que se reivindican leninistas operando dentro de formaciones relativamente importantes como el PT en Brasil, el Partido de la Refundación Comunista en Italia y ahora tenemos la experiencia del Partido Socialista Escocés. ¿No existe el peligro de que la inmersión prolongada en estos partidos atrofie la independencia política de estos grupos leninista y afecte su capacidad para operar como una fuerza política combatiente en tiempos de crisis política?
D.B.: Los ejemplos mencionados en la pregunta representan diferentes experiencias de la construcción del partido, cada uno diferente en su contexto, cada uno específico – desde el nacimiento de un partido obrero de masas (Brasil), de los conflictos dentro de los viejos partidos comunistas (Italia), a reagrupamientos de las corrientes radicales.
Más allá de eso, a pesar de esta diversidad, estas experiencias se insertan en una situación de redefinición y recomposición política, abierta por el fin del “corto siglo 20” desde la caída del muro de Berlín y la desintegración de la Unión Soviética. Este es sólo el comienzo de un largo período de mutación y redefinición de las fuerzas dentro de los movimientos sociales progresistas.
La idea de una “inmersión prolongada” no me parece apropiada para referirse a estas experiencias, en la medida en que parece evocar las experiencias de “entrismo” en los partidos obreros de masas, en la década de 1930 o después de la Segunda Guerra Mundial. La presencia de corrientes revolucionarias en el PT no tiene nada de “entrista”. Ellas participan de una construcción pluralista bastante comparable a los partidos obreros de masas antes de la Primera Guerra Mundial (donde la noción de entrismo también carecía de sentido). Dentro de estas experiencias hay contradicciones que debemos reconocer y abordar. Un partido como el PT brasilero está sujeto a fuertes presiones, debido a su presencia en el Parlamento y su papel en los gobiernos locales y regionales. Al mismo tiempo, él permite la acumulación de experiencias sociales a gran escala. ¿Significa esto que un revolucionario se arriesga a embotar su filo y perder su alma? Sin duda. Pero, inversamente, si una corriente revolucionaria actualmente permanece separada también corre el riesgo de perder su alma, y de convertirse simplemente en una secta que denuncia, sin ensuciarse las manos. Entre dos riesgos, hay que elegir, buscar las mejores soluciones a los peligros (como la educación de los militantes) a sabiendas de que no hay garantías absolutas: lo que se gana en influencia social se pierde en filo organizativo. En cualquier caso, cada organización crea tendencias conservadoras (incluido el partido bolchevique en 1917) y nadie puede estar seguro de estar a la altura si hay una crisis revolucionaria; la crisis en sí es una prueba de la validez de un proyecto de construcción y el veredicto no se conoce de antemano.
International Viewpoint: ¿Por qué, en principio, debería el capitalismo no ser derribado por una alianza de movimientos sociales de masas, cada uno de los cuales se organiza en torno a proyectos emancipatorios parciales – especialmente si todos ven al capitalismo como el enemigo?
D.B.: No me parece que sea la mejor manera de acercarse a la cuestión. Desde cierto punto de vista, el capitalismo será de hecho derrocado por una alianza, o una convergencia, de movimientos sociales de masas. Pero incluso si estos movimientos, a causa de sus proyectos liberadores, perciben al capitalismo como su enemigo (lo que tal vez es el caso para el movimiento de mujeres o el movimiento ecologista, no sólo el movimiento de los trabajadores), no creo que estos movimientos jueguen un rol equivalente. Y todos están atravesados por diferencias y contradicciones que reflejan su posición frente al capital como modo global de dominación. Hay un feminismo “naturalista” y un feminismo revolucionario, un ecologismo profundamente anti – humanista y un ecologismo humanista y social. Discutiendo esto, se podría quizás integrar los aportes sociológicos de Max Weber y Pierre Bourdieu sobre la creciente diferenciación social de la sociedad moderna y la diversidad de sus ámbitos sociales. Si se considera que estas esferas no están estructuradas en una jerarquía, sino simplemente yuxtapuestas, entonces tal vez se podría forjar coaliciones cambiantes entre diferentes movimientos (“coaliciones arco iris” sobre temas puntuales), pero sin fundamento sólido a su convergencia estratégica.
Yo creo, por el contrario, que dentro de un modo de producción particular (capitalista), la relación de explotación y el conflicto de clases constituyen una diagonal que atraviesa y unifica las otras contradicciones. El capital mismo es el gran unificador que subordina todos los aspectos de la producción y reproducción social, remodelando la función de la familia, determinando la división social del trabajo y sometiendo a la ley del valor la relación de la humanidad con sus condiciones naturales de reproducción. Si este es efectivamente el caso, el partido es un agente de unificación consciente y no la simple suma de movimientos sociales.
International Viewpoint: La base de la estrategia pos-1914 de Lenin era que el imperialismo estaba en su “agonía de muerte”, y era, por definición, un período de decadencia capitalista. ¿Cómo se sostiene esto tras nueve décadas?
D.B.: Yo no intepreto aquella caracterización de la época, una época de guerras y revoluciones, como un juicio coyuntural, o como una pronóstico inevitable sobre el colapso mecánico del sistema. Retrospectivamente, efectivamente el siglo 20 parece haber sido el siglo de guerras y revoluciones. Y el siglo 21, por desgracia, no va a ser diferente desde ese punto de vista. Las formas de dominación imperialista cambian, pero no desaparecen. La actualidad de la herencia de Lenin y Trotsky, concebida en un sentido crítico y no dogmático, es la del capital y el imperialismo mismo.
International Viewpoint: Varias organizaciones revolucionarias por fuera de la Cuarta Internacional (por ejemplo LO, el SWP y el DSP) tienden a argumentar que la LCR francesa por su mala organización y ausencia de centralización política. ¿Estás de acuerdo con esta idea de que la participación profunda y permanente de la LCR en diversos movimientos de masas ha reducido su capacidad para una rápida movilización en torno a las campañas centrales? Y si es así, ¿es esto una elección inevitable en la situación actual?
D.B.: Hay una parte de verdad. La LCR fue capaz de resistir las derrotas de los años 1980 y 90, esencialmente gracias a su actividad en el movimiento de masas – en los sindicatos y en los movimientos sociales de masas (desempleados, mujeres y antirracistas). Todo el mundo reconoce en Francia que la renovación del sindicalismo combativo, o la de AC! y Ras L’Front, no hubiera tenido el mismo desarrollo sin los militantes de la LCR. En el contexto de retroceso y resistencia, la utilidad de los movimientos sociales de masas parecía más evidente que la de una organización política como la nuestra, la que podía aparecer en un momento dado sólo como una red y un foro para la discusión de ideas. Esto sin duda dio lugar a un aflojamiento de la organización, lo que lamentamos y hemos estado tratando de corregir desde hace varios años, desde 1995-7. Sin embargo, preferimos aquel problema a ser una “ciudadela sitiada”. Lucha Obrera sin duda ha mantenido un nivel más alto de patriotismo de partido, pero el precio ha sido exorbitante; una petrificación sectaria y una incomprensión de los movimientos sociales.Por otra parte, siempre hay una tensión entre la construcción de la organización política y la intervención en movimientos unitarios, entre el riesgo de una respuesta sectaria y el de dilución del perfil político. Uno no puede resistir la doble tentación con una fórmula mágica. Se tiene que aprender a navegar. En una manifestación, LO (si participa) puede tener un contingente numéricamente más grande que la Liga, pero los militantes de la Liga también están presentes en los contingentes de sus sindicatos, Attac, Ras L’Front etc. Creo que nosotros hacemos más para desarrollar el “movimiento real para la abolición del orden existente”, que es la definición misma del comunismo.
International Viewpoint: La reciente concurrida escuela “Marxismo 2001” del SWP mostró una vez más que el perfil de edad de las organizaciones de extrema izquierda en Europa no es tan bueno (la mayoría más de 30, con una alta proporción de más de 40). ¿Por qué? ¿Qué se puede hacer al respecto?
D.B.: Lo que me llama la atención y me parece más importante, más que la composición demográfica de las escuelas de verano y reuniones como los Congresos Marx en Francia, es la renovación de interés en la crítica marxista de la sociedad moderna y la globalización capitalista. Desde luego, preferiríamos una asistencia más joven, pero el hecho de que una parte de la generación de 1960 haya sobrevivido políticamente los “años Thatcher” o “los años Mitterrand” es algo así como un plus para el futuro; existe la posibilidad de una continuidad y una transmisión de experiencias. Basándonos en que tenemos que hacer un esfuerzo para encontrar la manera de acceder a las actuales formas de politización de los jóvenes. Ya que éstas existen sin dudas.
Si no mitificamos la movilización anterior a 1968, podemos ver muchos signos de ellas en las actuales movilizaciones sobre la globalización (comparando con las luchas de entonces contra la guerra de Vietnam o la guerra de Argelia), o en los fenómenos culturales o musicales. Por otro lado, si organizaciones como el SWP y LCR son un poco “vaciadas” en cuanto a la generación de 1980, parecen conocer el inicio de una nueva perspectiva en la juventud.
International Viewpoint: Era un axioma para las organizaciones trotskistas en los años 60, 70 y 80, que el leninismo signifique una forma permanente de alto nivel de actividad de todos los miembros. A menudo, esto implicaba connotaciones moralistas e incluso cuasi-religiosas. ¿Es realista esperar que gran número de activistas mantengan un ritmo frenético de actividad durante décadas? ¿No está esto totalmente desconectado de la situación política actual?
D.B.: Una participación (voluntaria) en la lucha revolucionaria desde luego no es un hobby para el fin de semana. Parece normal que implique una exigencia de actividad, sacrificios profesionales, esfuerzos financieros. No es necesario para esto llegar a mantener una mística sacrificial o un espíritu religioso de misionero. Por otra parte las organizaciones que practican tal dopaje ideológico a menudo se revelan como las más vulnerables a la desmoralización: la desilusión y el desánimo son entonces proporcionales a la exageración de euforia de su motivación. Sin duda, el tipo de activismo de uso frecuente en la década de 1970 se relaciona a menudo con una apreciación exagerada de las posibilidades de los socialistas, pero también en relación a la disponibilidad de los miembros que en su inmensa mayoría provenían de la juventud y no se habían insertado en un trabajo o situación familiar. Decimos que hemos madurado y que el militantismo ha sido “normalizado” en ritmos y necesidades. El riesgo podría ser a partir de ahora inverso: caer en la rutina.
International Viewpoint: ¿Es el centralismo democrático un objetivo realizable a nivel internacional? ¿Alguna vez vamos a ver una nueva Internacional de masas organizada como la IC? A la luz de la experiencia moderna, ¿es realmente cierto que las organizaciones revolucionarias inevitablemente sufren desviaciones “comunistas nacionales” por estar por fuera de una Internacional?
D.B.: Vimos anteriormente que el concepto de centralismo democrático es difícil de definir. Esto es tanto más a nivel internacional. La IV Internacional se definió en sus inicios como Partido mundial. La fórmula prestaba a confusión haciendo entender que era posible operar con el grado de centralización de un partido nacional. Aquello admitió desventuras como la de 1952, cuando los líderes electos de la sección francesa fueron suspendidos por el Secretariado Internacional . Tal cosa es inimaginable hoy en día. Los Estatutos aprobados en 1974 reconocen la intangibilidad de las direcciones nacionales. El Congreso de 1985 hace explícito que la Internacional se compone de secciones y no de adherentes individuales, lo que implica una estructura muy federalizada.Es necesario continuar la reflexión sobre el tipo de democracia concebible a escala internacional. Si es posible adoptar posiciones comunes sobre los grandes acontecimientos internacionales, es sin embargo absurdo que los delegados europeos puedan votar las tácticas electorales en Perú o tácticas sindicales en Brasil. En lugar de discutir una fórmula (partido mundial, centralismo democrático), tal vez sería más útil extraer un balance sereno de experiencias y prácticas, para buscar el equilibrio adecuado entre un destructivo exceso de centralización y una simple red de intercambio, sin ningún compromiso o implicación común. También es necesario seguir atentamente las experiencias de renovación internacionalista, sobre todo en el movimiento contra la globalización capitalista, retomando la discusión de las experiencias pasadas. Yo me mantengo personalmente muy apegado a la necesidad de una Internacional y no creo que sea necesaria únicamente durante los períodos de avance revolucionario impetuoso. Sin embargo creo que la Comintern no es más un modelo para esto.
International Viewpoint: Los pequeños grupos que luchan por construir partidos leninistas hicieron sus primeros avances en los mediados-finales de 1960. Después de más de 30 años de esfuerzo se podría argumentar que los resultados son bastante modestos. Sin duda, gran parte de la razón de esto se basa en factores objetivos profundos – derrotas de la clase obrera, el neoliberalismo, el colapso del “comunismo”, etc. En retrospectiva, ¿se cometieron grandes errores? ¿Podrían los resultados haber sido mejores?
D.B.: Los resultados podrían, sin duda, haber sido mejores. Se podría revisar la historia de la década de 1930 y hacer un inventario de los errores. De hecho, no es una cosa inútil para hacer en lo absoluto, porque estas experiencias, estos tesoros de la inteligencia, de entrega y de sacrificio no fueron para nada inútiles. Pero si tenemos en cuenta que los resultados fueron limitados, con tantas vías exploradas, tantas interpretaciones teóricas intentadas, entonces, sin duda, las circunstancias eran muy duras. Yo digo las circunstancias y no las condiciones objetivas. Porque hay un vicio en la contraposición entre las condiciones objetivas y subjetivas. Ambas están obviamente relacionadas. Si se las disocia por completo, se cae en paradojas que tienen a menudo consecuencias desastrosas en el movimiento trotskista. Si las circunstancias objetivas fueron tan excelentes como uno piensa, y si el movimiento revolucionario no pudo sacar provecho de ellas, entonces fueron las organizaciones, sus direcciones, sus militantes quienes fallaron; o de lo contrario hubo traidores internos. Ese tipo de paranoia no hace bien a nadie.
De International Viewpoint Online magazine: IV n° 335 – Noviembre 2001.
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