Especiales temáticos: Asalto al Capitolio
Una victoria arrebatada, o cómo la debilidad de la democracia americana refuerza la derecha sediciosa de Trump
25/enero/2021
Jasson Perez
Investigador para Action Center on Race and the Economy (ACRE). Organiza el Caucus afrosocialista y de Socialistas de color en Democratic Socialists of America. También es rapero en el grupo BBU.
Traducción: Jorge Lefebre
Fuente: Este artículo se publicó en la revista en línea Spectre
E
l 6 de enero de 2021, insurgentes de derecha intentaron tomar el control del Capitolio con el propósito de anular los resultados de las elecciones presidenciales del 2020. Esta tentativa fue apoyada por Trump, sus partidarios y una pequeña facción del Partido Republicano. El momento marca una escalada en la política de la derecha subversiva, que tiene una base electoral y representación política oficial en el seno de este partido.
Algunos afirman que los años del gobierno de Trump y el resurgir de grupos sediciosos y de autodefensa demuestran la debilidad fundamental de la derecha [1]Cf. Corey Robin: https://twitter.com/coreyrobin/status/1325639243671154688. Según Corey Robin, estos hechos demuestran que las referencias al fascismo y al autoritarismo son exageradas. Otros, como Rafael Khachaturian y Stephan Maher [2]Rafael Khachaturian y Stephan Maher, “The Washington Riot Was a Defeat for the Far Right, Not a Triumph”, Jacobin 8 de enero de 2021., ven en los ataques del Capitolio un momento de respuesta de la derecha sediciosa y una reafirmación del neoliberalismo. Estos dos puntos de vista tienen ciertos méritos, pero fallan al tratar de entender la formación política del conservadurismo, de la derecha subversiva, del fascismo y del autoritarismo, tanto en la actualidad como históricamente.
Tales puntos de vista caen doblemente de un tipo de excepcionalismo americano. En primer lugar, ignoran ingenuamente cómo la esclavitud de los negros, la apropiación de las tierras indígenas por los colonos y el capitalismo racial han cultivado y continúan reproduciendo proyectos políticos fascistas y autoritarios, al punto de definir lo que nosotros entendemos como la derecha sediciosa y conservadora en general. En segundo lugar, no contextualizan el auge de esta derecha sediciosa, del fascismo y del autoritarismo en el país con relación al auge a nivel mundial. A consecuencia de esto, estos análisis pierden de vista la posible victoria de la derecha, ocultada detrás de la tentativa fallida, aunque espectacular, de impedir la elección de Biden.
La derecha sediciosa gana fuerza y poder, y se convierte más dominante después de la tentativa de la toma del Capitolio. Lo que se debe reconocer después de esta tentativa es que la derecha subversiva tiene una base creíble en el seno del partido y que es, además, hegemónica.
Consolidación de una base de derecha
La importancia y el vigor de esta base al seno del Partido Republicano sorprenden. Después del ataque, 147 representantes republicanos votaron para anular la elección. Los sondeos demuestran que casi una mayoría de aquellas personas que se identifican como del Partido Republicano —casi un tercio de todos los electores— piensan que el ataque al Capitolio era justificado. Se habla mucho de grupos empresariales y de intereses comerciales que han condenado el ataque, que han exigido que Trump se vaya y, en ciertos, casos, han retirado su apoyo político al dejar de ser donantes suyos. Esta oleada pública de sentimientos y de acciones “antifascistas” por parte de empresarios a menudo se presenta como la prueba definitiva que la clase capitalista no apoya a Trump ni a la derecha sediciosa.
Sin embargo, la información que sigue llegando permite ver que este sentimiento antifascista en la clase dirigente es superficial y limitado. Desde el 11 de enero, de las 144 empresas que financiaron a los diputados republicanos que votaron por la anulación de las elecciones, menos de 25 se comprometieron a dejar de hacerles donaciones. Estas cifras no indican ni un repudio ni una huelga de donaciones por los capitalistas que financian a Trump y a los republicanos que fomentaron el ataque.
En lo que concierne al Partido Republicano y su base de apoyo, un sondeo de YouGov reveló que el 56% de los electores piensan que el fraude electoral tuvo lugar y que es motivo para justificar la toma del Capitolio. 45% de los republicanos justifican fuertemente o un poco aquel ataque, mientras 47% estima que se trata “de una protesta legítima”.
Otro indicador indirecto de apoyo al ataque al Congreso es el número de electores republicanos que no piensan que Trump debe ser destituido (76%). Por otro lado, 69% de los republicanos sostienen que el presidente Trump es o “poco responsable” o “nada responsable” del ataque. Una mayoría de los electores del Partido Republicano piensa que la elección presidencia ha sido robada por Biden, y 73% afirman que la cantidad de actos fraudulentos fue lo suficiente numerosa como para modificar los resultados de las elecciones.
Todos estos sondeos se obtuvieron después del ataque al Capitolio. Demuestran la existencia de una mayoría o casi-mayoría republicana que apoya la disputa sobre los resultados electorales. Igualmente, hay una gran mayoría que apoya la anulación de la elección y un número importante que no entiende que Trump debe ser visto como responsable. Estos sondeos no permiten, de ninguna manera, creer que el ataque al Capitolio haya socavado las actividades de la extrema derecha o aquellos que las apoyan – una idea fuertemente propagada por los liberales y por cierta izquierda.
Esto también le resta peso a la afirmación generalizada en la izquierda social demócrata según la cual el neoliberalismo sería una fuerza nuevamente en ascenso y que las fuerzas reaccionarias estarían replegándose dado que el capital ya no las apoya. Lo que ha sido demostrado es que el capital no parece tener la intención de castigar al Partido Republicano por su participación en el ataque.
El apoyo formal del capital es un factor esencial para evaluar la fuerza de la derecha sediciosa, pero no es el único factor. La evaluación debería incluir también un análisis que mida el apoyo de los representantes electos, de los donantes y de la base electoral afín de entender si la derecha sediciosa y el Partido Republicano, en general, están en ascenso o descenso.
Otra manera de entender nuestro momento actual es ver una lucha permanente por un nuevo orden en el que ni el neoliberalismo ni el autoritarismo de derecha prevalecen todavía. La toma del Capitolio produjo, de cierta manera, una parálisis política del neoliberalismo, de la derecha y de la izquierda [3]Cf. Barry Eidlin, “Morbid symptoms can persiste for a long time”, Jacobin, 9 de enero de 2021..
Optimismo de la razón
Una gran parte de las declaraciones demasiado optimistas sobre la muerte de la extrema derecha se han anclado, de una manera habitual aunque falsa, sobre la comparación entre la izquierda y la derecha, poniendo a ambas sobre un mismo plano. Sin embargo, la derecha se beneficia de ventajas asimétricas [4]Cf. Ezra Klein, “The crisis isn’t too much polarisation, it’s too little democracy”, Vox, 12 de noviembre 2020. que le resta validez a estas comparaciones y llevan a subestimar la fuerza de la derecha. Corey Robin argumenta que la derecha es “débil e incoherente” [5]Cf. Corey Robin: https://twitter.com/coreyrobin/status/1278912376264445953. Esto supone que debiera ser “fuerte y coherente” para ganar una voz y tener una base. Pero, en realidad, la derecha no necesita ser particularmente fuerte o coherente para impulsar su proyecto político, como lo requiere la izquierda: solo un acuerdo con liberales y una falta de oposición coherente y eficaz.
La asimetría antes mencionada se ve en los sondeos en los que el Partido Republicano no es condenado por sus actos violentos de la misma manera en que le ocurre a la izquierda, y tampoco en el ámbito electoral por haber dirigido políticas de derecha dura en el gobierno (la falta de apoyo a ayudas económicas y de salud pública son solo un ejemplo). Los políticos y los bloques de derecha se dan el lujo de dirigirse a una base limitada, que puede tener una tasa de participación más débil pero que les da mayores posibilidades en términos de la toma del poder del Estado en el momento de las elecciones. Esta dinámica le permite a los republicanos insistir en los elementos más radicales de su plataforma sin tener que desplazarse hacia el “centro”, como parece ocurrirles a los demócratas. Este año, millones de electores votaron por los demócratas en lugar de los republicanos, pero los demócratas perdieron sus mayorías al nivel de los estados. Su apoyo en la Cámara y en el Senado aumentó solo un poco.
Debido a la asimetría de los partidos, la derecha tiene una ventaja, ya que intenta ganar las elecciones por vías de la exclusión de electores, la existencia del “colegio electoral”, de la manipulación de los distritos electorales. El que sus donantes estén determinados a financiar explícitamente los proyectos políticos marcados por la ideología fundamentalista de derecha no hace más que acentuar esta asimetría. Como hemos visto desde la toma del Capitolio, esta asimetría lleva a que la policía no intervenga en las manifestaciones de derecha. Los arrestos y la encarcelación de activistas y de insurgentes de derecha han sido mucho menos severos que la represión que se lleva a cabo con la izquierda.
Los neoliberales del Partido Demócrata también participan de esta reacción asimétrica. La impunidad relativa de las élites [6]Cf. David Sirota, “The insurrection was predictable”, Jacobin, 7 de enero de 2021. también existe, pero beneficia sobre todo a la élite política republicana, dado que los demócratas les acusan raramente, eligiendo “apuntar hacia arriba cuando ellas golpean abajo” [7]“When they aim low, we go high” es una frase de Michelle Obama del 2016, que ella explica de la siguiente manera: “Quiere decir que su respuesta debería reflejar la solución. No debería … Seguir leyendo. Todos estos factores le dan a la derecha una ventaja asimétrica, en razón de las instituciones gubernamentales antidemocráticas que así lo expresan, lo que incentivó que el Partido Republicano adoptara la posición de la derecha dura y rebelde en lugar de sancionarla.
Estrategias de la extrema derecha trumpista
Entender esta asimetría permite hacer más claro otro elemento en cuestión: si Trump y los demás republicanos electos son responsables de la “incitación” de la extrema derecha, en general, y de la toma del Capitolio, en particular. Cuando figuras como el vicepresidente Mike Pence y el senador Mitch McConnell, algunos días previos a la salida de Trump, repudiaron públicamente la derecha sediciosa, el cambio fue celebrado por la izquierda como si señalara la posibilidad de una escisión en el seno del Partido Republicano. En esto cayeron, también, socialistas radicales como Mike Davis.
Sin embargo, la distinción entre republicanos respetables y los agitadores debiera entenderse como una estrategia cínica [8]Cf. Luka Savage, “Republican elites are responsible for today’s storming of the Capitol” Jacobin, 6 de enero de 2021.. Hay que verlo junto al hecho de que 147 diputados republicanos votaron para no reconocer los resultados electorales, un apoyo claro del ataque, de Trump y de la política sediciosa de derecha.
Para entender estos dos hechos es importante reconocer que la derecha sediciosa trabajo sobre todo “en el seno de las instituciones liberales para atender sus objetivos reaccionarios y antidemocráticos” [9]Cf. Richard Seymour, Inchoate fascism (13/11/2020): https://www.patreon.com/posts/inchoate-fascism-43831343. Esa es su marca, incluso cuando la denuncia de todo lo que es liberal se emplee para enforzar, consolidar y popularizar el contenido de su política y estrategia. Esto es lo que la hace peligrosa.
El peligro se manifiesta particularmente en la nueva composición social de las actividades públicas e insurreccionales de la nueva derecha. Contrario a la manifestación “Unite the Right” (“Une a la derecha”) en Charlotesville, 2017, la toma del Capitolio no era principalmente un acto de personas cercanas a organizaciones de extrema derecha o de supremacía blanca, aunque, sin duda, estas afiliaciones empezaran a emerger.
La acción era, más bien, un acto de individuos cercanos a la base del “Tea Party”, en gran medida pequeños burgueses, policías, o militares de alto rango. Con el tiempo, este grupo pasó del conservadurismo clásico o incluso de la apatía política a una voluntad de hacer suyas las leyes e instituciones, de la furia hacia un proceso político que consideran corrompido o fraudulento, precisamente en la medida en que no refleja sus posiciones e intereses con relación al consenso del capital. Pero más importante todavía, para ellos, es identificar a los grupos sociales que consideran sus enemigos: las personas de color, los inmigrantes, la izquierda y los manifestantes, las élites culturales, la comunidad queer y varios más.
El Partido Republicano y la policía
La participación de la policía en la toma del Capitolio y su posible complicidad son un elemento crucial que indica el lazo subyacente y estrecho entre los manifestantes de la derecha sediciosa y el Partido Republicano. Es importante recordar que la policía y las prisiones son verdaderas empresas [10]Cf. Gabriel Winant, : We live in a society”, n+1, 12 de diciembre 2020: https://nplusonemag.com/online-only/online-only/we-live-in-a-society/ que crean y sostienen sus propios intereses y sus propias bases electorales y políticas. Estas bases y sus sindicatos que las representan sostienen con fervor el nacionalismo de Trump y de la policía. El dirigente de un sindicato de policías de Chicago apoyó el ataque al Capitolio [11]https://abc7chicago.com/chicago-police-union-president-john-catanzara-donald-trump-riot/9448446/ y oficiales [12]https://www.reuters.com/article/us-usa-election-police-investigation/off-duty-police-firefighters-under-investigation-in-connection-with-us-capitol-riot-idUSKBN29F0KH formaron parte de la insurrección. No hay, además, ninguna condena significativa por parte de los sindicatos de policía aparte de la exigencia tardía de Trump a bajar las tensiones [13]https://news.yahoo.com/largest-police-union-us-endorsed-233750576.html. La derecha sediciosa no es una parte del Partido Republicano, sino su corriente dominante. Una de las consecuencias de la existencia de la derecha subversiva en el Partido Republicano es el aumento de la violencia de derecha bajo el gobierno de Trump [14]https://www.csis.org/analysis/war-comes-home-evolution-domestic-terrorism-united-states. El ataque del Capitolio parece indicar que esta violencia no se disipa.
La escalada constante de la violencia de la derecha, asociada a la posición dominante en el Partido Republicano, significa que los insurgentes de derecha están en buen lugar para defender su visión autoritaria. Se debe ver como la continuación de numerosas tentativas de la derecha sediciosa por aplicar políticas antidemocráticas con la puesta en práctica de la violencia para obtener sus objetivos: asesinatos de militantes del Black Freedom Movement (que inscribía a las poblaciones negras para votar), las violentas movilizaciones de blancos contra los Freedom Riders (que quería poner a prueba la realidad del fallo de la Corte Suprema que declaraba ilegal la segregación en el transporte público), el golpe de estado en Wilmington y los atentados anti-abortos con bombas. La derecha sediciosa, que apoya las políticas antidemocráticas de la derecha mainstream, no representa un viraje hacia la derecha. No es algo particular al trumpismo. El trumpismo no es más que la forma más reciente e intensa de una larga tradición política de derecha que no teme la insurrección [15]Michael McKeon, “The ‘disloyal opposition’ storme the Capitol”, In These Times, 6 de enero de 2021, https://inthesetimes.com/article/donald-trump-republican-party-election-democracy.
¿Derrota o victoria para la derecha?
El ataque al Capitolio ha sido un momento de escalada para los insurgentes de la derecha del Partido Republicano. El que hayan “fracasado” invalidar la elección no es un testimonio de la debilidad de Trump, del Partido Republico o de la derecha sediciosa. El objetivo del ataque no fue ganarlo así. Se mide mejor si es una derrota o una victoria observando la polarización de un público ahora obligado a escoger un campo, y la potencialidad de este espectáculo para dinamizar su base. Visto bajo este ángulo, el ataque contra el Capitolio fue todo un éxito.
La polarización que ha seguido la toma, al profundizarse, ha cimentado a la extrema derecha, justificando y consolidando su programa – racista y antiobrero – de exclusión de electores, de privación del derecho al voto. Esto juega directamente a favor de los republicanos. Potencialmente, esta polarización puede igualmente neutralizar la oposición de izquierda y de la clase obrera, aprovechándose de sus ambivalencias con respecto a las elecciones, cuya estructura y funcionamiento son antidemocráticos.
La clase obrera entiende muy bien que el poder del dinero en la política limita severamente la representación electoral del “pueblo”. Esto a su vez se confirma con la ausencia constante de candidatos elegibles pro obreros y de izquierda. Es evidente, incluso para observadores poco atentos, que el sistema político carece de mecanismos significativos que obliguen a las personas electas a responder a sus constituyentes. En cuanto al Colegio Electoral, parece más una cosa siniestra que un elemento bizarro de la historia de la democracia estadounidense. De manera reiterada, produce resultados que dividen entre dos candidatos el voto popular, lo que demuestra claramente un objetivo: limitar el poder funcional de la democracia popular.
Todas estas limitaciones – muy reales, muy evidentes– del funcionamiento democrático dan pie a las afirmaciones de la derecha de que las elecciones del 2020 fueron un fraude, aunque en lo particular no tengan fundamento alguno. Estas afirmaciones crearon un espacio y una base para el ataque antidemocrático directo de la extrema derecha contra el Congreso –lo más estructuralmente democrático del gobierno federal– y contra la legitimidad de la democracia en general.
¿Un canalla fascista?
Aunque la izquierda tiene un gran deseo de analizar esta dinámica, el problema ha sido en gran medida eclipsado por los debates “teóricos” sobre la utilización, o su falta, del término “fascismo” para caracterizar la derecha sediciosa, Trump incluido, o, de manera más amplia, al sistema estadounidense en su conjunto.
Este tipo de debate deja a un lado lo esencial para afirmar que tal o cual criterio es mejor para medir el grado de autoritarismo. Como explica Mark Bray, “la probabilidad de un verdadero gobierno fascista es realmente irrelevante en términos de la organización del día a día. La violencia fascista no es una cuestión de todo o nada. Incluso con dosis relativamente bajas, puede ser suficientemente peligrosa y por lo tanto vale la pena tomarla seriamente [16]Mark Bray, Antifa, The anti-fascist handbook, Melville House Publishing, New York 2017..
Es útil comprender el fascismo y el autoritarismo como un proyecto ya latente en la democracia liberal, en particular en los aparatos carcelarios, militaros y de seguridad del Estado: la policía, la seguridad en las fronteras, la vigilancia y las cárceles. Las condiciones políticas de la posibilidad del fascismo y del autoritarismo – hechas explícitas con Blue Lives Matter [17]Blue Lives Matter, que significa “las vidas de las policías importan”, es un movimiento de policías de extrema derecha construida para enfrentar el movimiento antiracista Black Lives Matter … Seguir leyendo y el nacionalismo policial – son capaces de reproducirse socialmente en medio de sectores y de personas que ahí laboral y que administran y controlan el aparato carcelario.
Según los estimados, estas empresas emplean directamente a más de cuatro millones de asalariados, muchos más si se incluyeran a las personas subcontratadas: la industria carcelaria cuenta con 4,100 empresas subcontratadas. La politización de los sectores es visible en los sindicatos de la policía y de los guardias de las fronteras nacionales.
Esto no debe conducirnos a pensar que los Estados Unidos es en su conjunto fascista o autoritario. Incluso los donativos políticos de los sindicatos de policías se reparten de manera equitativa entre los dos partidos, lo que sugiere la concurrencia entre las partes. Los sectores de seguridad carcelaria y militar, que aspiran a una política más autoritaria, encuentran sin embargo su expresión política en el conjunto del espectro de la representación política en el sistema.
Los caminos hacia la perdición
En los Estados Unidos, la especificidad de estos sectores tiene sus raíces históricas en el genocidio de los pueblos indígenas de América, en la trata atlántica y en el desarrollo de la esclavitud y del sistema de plantación. La no-libertad y la tortura de las personas negras, de las personas indígenas y de otras personas de color, así como el desarrollo histórico del capitalismo racial revelan que muchas características del fascismo y del autoritarismo han sido, por mucho tiempo, la norma y no la excepción de la democracia liberal americana, de la tendencia del capitalismo mundial a la expansión imperialista y de la lógica del Estado capitalista.
Nikhil Singh articula esta relación al decir que el fascismo es “el doble [del liberalismo] – una voluntad de poder exclusivo, que resurge continuamente, manifestándose en las zonas de exclusión en el seno de las sociedades liberales (plantaciones, reservas indígenas, ghettos, cárceles) y en los lugares en los que el impulso expansionista y la fuerza universalista del liberalismo han podido escapar sus propios ‘límites constitucionales’ (la frontera, la colonia, el estado de emergencia, la ocupación, la contra-insurreción)” [18]Nikhil Singh, “The afterlife of fascism”, South Atlantic Quarterly n° 105 (2006). El término “liberalism” aquí se emplea en su sentido estadounidense, de izquierda progresista..
Esta concepción hace más compleja la noción común a la izquierda de la relación entre neoliberalismo y autoritarismo. En lugar de considerarlos como proyectos opuestos en una batalla por la hegemonía, esclarece verlas como lo ha hecho Stuart Hall [19]Stuart Hall, Le Populisme autoritaire – Puissance de la droite et impuissance de la gauche au temps du thatchérisme et du blairisme, Éditions Amsterdam, Paris 2008. cuando explica el ascenso del neoliberalismo con la elección de Margaret Thatcher en el Reino Unido y su célebre frase, “no hay alternativa alguna” al capitalismo.
Hall sostiene que para el neoliberalismo poder superar la social democracia con el proyecto electoral de una sociedad de ley y orden –que llamaba “populismo autoritario”– el neoliberalismo debiera no solamente transformar la estructura de las relaciones de clase sino también las expectativas fundamentales y el horizonte de las posibilidades políticas, tal como son entendidas por la clase obrera y el electorado en su conjunto.
Con el análisis de Hall vemos cómo las instituciones (la policía, las cárceles), las políticas públicas (proyectos de mano dura contra el crimen, proyectos en contra de las protecciones sociales) y los partidos políticos de derecha son las formas de autoritarismo necesario para hacer nacer y mantener el neoliberalismo, y cómo esta transformación ha intensificado los componentes esenciales de la ideología fascista del siglo XX –el racismo, la xenofobia, la homofobia, las concepciones reduccionistas sobre la clase obrera– en la vida cotidiana y en la visión de mundo de los proyectos neoliberales.
Esto nos permite ver el entrelazamiento entre las características del fascismo y la tendencia del neoliberalismo a imponer límites más y más restrictivos a la esfera política, a intensificar la violencia estatal y a poner el acento sobre las “guerras culturales” como la salida a un conflicto que no puede resolverse bajo los límites de la política neoliberal. Esta formulación pone en cuestión la pertinencia de debatir si un momento o un movimiento dado es “verdaderamente” fascista; podemos, por otro lado, observar cuáles son las formaciones institucionales y políticas que naturalizan las brutalidades diarias del capitalismo y sus justificaciones ideológicas. En otras palabras, Hall pone en evidencia que el neoliberalismo produce el fascismo y prepara las condiciones de su resurgimiento como una posibilidad sistémica.
Escritores como Samuel Moyn [20]Samuel Moyn, “Allegations of fascism distract from the real danger”, The Nation, 18 de enero 2021, https://www.thenation.com/article/society/trump-fascism/ y Corey Robin [21]David Klion, “Almost the complete opposite of fascism” (entrevista con Corey Robin), https://jewishcurrents.org/almost-the-complete-opposite-of-fascism/ explican que, más que asimilar el fascismo de Mussolini o Hitler, debiéramos situar a Trump, así como a la derecha sediciosa, en la tradición del conservadurismo y de las formas del racismo, xenofobia y sexismo que produce. El problema de este análisis es que la distinción está lejos de ser clara, y nunca la ha sido.
En los Estados Unidos, la frontera entre conservadurismo y autoritarismo antidemocrático, abiertamente racista y brutalmente asesino jamás ha sido muy explícita. En el periodo que sigue a la guerra civil y la Reconstrucción, el movimiento conservador instaló, por medio de insurrecciones, el régimen autoritario y oficialmente racista de Jim Crow, por mucho tiempo identificado como fascista no solamente por los negros radicales, sino también por los liberales y sobre todo soldados negros que comparaban la situación suya en Estados Unidos con la de aquellos países europeos después de que estos le dieron fin a los campos de concentración al concluir la Segunda guerra mundial.
Al ver la definición de fascismo propuesta por Sarah Churchwell [22]Sarah Churchwell, “American fascism : it has happened here”, The New York Review, 22 de junio 2020., uno no puede dejar de pensar que lo que puso fin a la Reconstrucción después de la guerra civil del siglo XIX fue una forma de fascismo. Para Sarah Churchwell, el fascismo es “la nostalgia de un pasado puro, mítico, muchas veces rural; el culto a la tradición y la regeneración cultural; los grupos paramilitares; la deslegitimación de la oposición política y la demonización de las críticas; la universalización de ciertos grupos como aquellos que son auténticamente nacionales, a la vez que se deshumanizan los demás; la hostilidad al intelectualismo y los ataques contra la prensa libre; el anti modernismo; la masculinidad patriarcal fetichizada; el sentimiento de angustia de ser víctima y de ser el objeto de lutos colectivos. Las mitologías fascistas integran a menudo nociones de purificación, de exclusión, contra la contaminación racial o cultural, y las acompañan preferencias eugenésicas por ciertos ‘linajes’ más que otros”.
Lo que más sorprende con el ejemplo de la Reconstrucción es que la clase política que dirigió la insurrección de derecha (¿me atrevería a decir la “tentativa de golpe”?) presentaba las mismas deficiencias que muchas personas de izquierda le adjudican a la derecha sediciosa actual. Se puede afirmar incluso que la clase política conservadora del sur de la época era todavía más débil y que había sufrido una derrota todavía más grande que el Partido Republicano y la derecha sediciosa hoy día.
A pesar de todo, logró detener casi todas las victorias de la Reconstrucción. Esa historia debería servir para para advertirnos en contra de simplemente suponer que Trump, el Partido Republicano y la derecha sediciosa son débiles, sobre todo con lo que atañe sus objetivos antidemocráticos: anulación de las elecciones, privación masiva del derecho del voto y la construcción de un Estado carcelario y militar. Estos suelen ser los objetivos tradicionales del Partido Republicano.
En este contexto, podemos ver que el fascismo y el autoritarismo son inherentes a la democracia de los colonos esclavistas y del capitalismo racial, y son por tanto las características de la vida política americana, no una desviación suya. Esto nos lleva también a entender mejor cómo el ascenso de Trump, su insistencia en anular la elección y la violencia insurreccional de la derecha se inscriben en una tradición política hegemónica, más que marginal.
Nos invita, además, a historizar la tradición de la organización de las minorías en los Estados Unidos, que siempre ha sido antifascista. Las luchas por la abolición de la esclavitud, del fin de Jim Crow y de la abolición de las sociedades de colonos fueron siempre parte de esta tradición y deberían ayudarnos a esclarecer la manera en que le respondemos la política insurreccional de derecha.
Hay un supuesto según el cual atender el objetivo prioritario de combatir el fascismo y la política sediciosa de derecha requiere frenar la organización para terminar con el neoliberalismo [23]Una crítica de esta hipótesis se encuentra en: Rafael Khachaturian y Stephen Maher, “The Washington Riot Was a Defeat for the Far Right, Not a Triumph”, Jacobin, 8 de enero 2021.. Este supuesto subyace los debates alrededor de las preguntas “¿estamos encaminados hacia un tipo de autoritarismo?” o “¿la derecha en el poder es débil o fuerte?”. Es un análisis que puede esclarecer mejor la estrategia y las tácticas a adoptar. Y en parte es cierto. Pero esta mirada conduce a coaliciones con los neoliberales o permite al neoliberalismo permanecer plenamente firme.
Este punto de vista supone seguramente que la izquierda antifascista debiera organizarse únicamente en vista de detener a esta derecha. Yo pienso que la organización de la izquierda debería siempre tener como objetivo vencer el capitalismo liberal, y que debería considerar la victoria sobre le capitalismo liberal como la base de todo esfuerzo encaminado a derrotar la derecha y el fascismo. En esto es que se diferencian la izquierda y los liberales Los liberales no desean destruir el fascismo más que en el sentido formal del término; no se trata más que del dominio electoral. La izquierda quiere abolir el fascismo, la derecha y el capitalismo liberal.
Combatiendo la derecha
Después de todo, los lectores pueden estar inclinados a preguntarse: “¿Dónde en estos argumentos sobre la cuestión de saber si la derecha es fuerte o débil, si el fascismo está en ascenso o no, hay una incidencia sobre la manera en la que la izquierda debiera organizarse en estos momentos?”. Es una buena pregunta, y yo mismo me la he hecho. Yo diría que la falta de seriedad con la que la izquierda analiza generalmente a la derecha es una debilidad, en particular con relación a la izquierda social demócrata y los socialistas electoralistas. A menudo no toma en cuenta la intensidad con la que la derecha se organiza y lucha para ganar, ni las ventajas institucionales asimétricas que ella posee. Esta orientación es, quizás, el fruto de una corrección excesiva de los errores de la izquierda, que ha sido incapaz de enfrentarse a Obama mientras dirigía el país.
La izquierda considera demasiado a menudo a la violencia de la derecha y las opiniones de la derecha extrema como un tanto episódicas – cuando, realmente, son la norma – y, sobre todo, supone que tales actos y opiniones socavan la posición de los capitalistas en tanto clase dominante. Esto impide ver cómo el capitalismo racial nació e impide entender el proyecto conservador de la derecha de este país. Esto conduce a entender a la clase capitalista bajo una visión estática, interesada y entregada a la democracia liberal debido a sus propios intereses. Esto es un error. Supone que los intereses de la clase capitalista no pueden cambiar para responder a la evolución de condiciones económicas, sociales y políticas, sobre todo aquellas que crean problemas para la misma clase capitalista. La historia de la emergencia del neoliberalismo demuestra que los capitalistas no son de ninguna manera fieles al orden existente.
Más importante todavía, una derecha sediciosa es un acelerador de las tendencias fascistas y autoritarias. La historia de nuestro país es testimonio de esta realidad. Brasil o Bolivia hablan igualmente de este hecho. Los argumentos de que “la derecha es débil” o que “no es fascista” ignoran, en general, los eventos recientes en ambos países, donde las fuerzas de derecha relativamente marginales llegaron al poder enfrentándose a proyectos políticos masivos de la izquierda, empleando la insurrección violenta así como la ley y los medios legislativos. El ascenso del autoritarismo es un fenómeno mundial. Mientras la izquierda del país adopta un acercamiento a esta derecha basándose en la idea de una excepción americana, se hará difícil nuestra lucha para vencer el neoliberalismo, la derecha sediciosa, el fascismo y el autoritarismo.
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Notas del artículo
↑1 | Cf. Corey Robin: https://twitter.com/coreyrobin/status/1325639243671154688 |
---|---|
↑2 | Rafael Khachaturian y Stephan Maher, “The Washington Riot Was a Defeat for the Far Right, Not a Triumph”, Jacobin 8 de enero de 2021. |
↑3 | Cf. Barry Eidlin, “Morbid symptoms can persiste for a long time”, Jacobin, 9 de enero de 2021. |
↑4 | Cf. Ezra Klein, “The crisis isn’t too much polarisation, it’s too little democracy”, Vox, 12 de noviembre 2020. |
↑5 | Cf. Corey Robin: https://twitter.com/coreyrobin/status/1278912376264445953 |
↑6 | Cf. David Sirota, “The insurrection was predictable”, Jacobin, 7 de enero de 2021. |
↑7 | “When they aim low, we go high” es una frase de Michelle Obama del 2016, que ella explica de la siguiente manera: “Quiere decir que su respuesta debería reflejar la solución. No debería expresar la cólera o la venganza. Barack y yo entendemos esto. La cólera puede ser comprehensible en su momento, pero no hará avanzar el balón”. |
↑8 | Cf. Luka Savage, “Republican elites are responsible for today’s storming of the Capitol” Jacobin, 6 de enero de 2021. |
↑9 | Cf. Richard Seymour, Inchoate fascism (13/11/2020): https://www.patreon.com/posts/inchoate-fascism-43831343 |
↑10 | Cf. Gabriel Winant, : We live in a society”, n+1, 12 de diciembre 2020: https://nplusonemag.com/online-only/online-only/we-live-in-a-society/ |
↑11 | https://abc7chicago.com/chicago-police-union-president-john-catanzara-donald-trump-riot/9448446/ |
↑12 | https://www.reuters.com/article/us-usa-election-police-investigation/off-duty-police-firefighters-under-investigation-in-connection-with-us-capitol-riot-idUSKBN29F0KH |
↑13 | https://news.yahoo.com/largest-police-union-us-endorsed-233750576.html |
↑14 | https://www.csis.org/analysis/war-comes-home-evolution-domestic-terrorism-united-states |
↑15 | Michael McKeon, “The ‘disloyal opposition’ storme the Capitol”, In These Times, 6 de enero de 2021, https://inthesetimes.com/article/donald-trump-republican-party-election-democracy |
↑16 | Mark Bray, Antifa, The anti-fascist handbook, Melville House Publishing, New York 2017. |
↑17 | Blue Lives Matter, que significa “las vidas de las policías importan”, es un movimiento de policías de extrema derecha construida para enfrentar el movimiento antiracista Black Lives Matter (las vidas negras importan). |
↑18 | Nikhil Singh, “The afterlife of fascism”, South Atlantic Quarterly n° 105 (2006). El término “liberalism” aquí se emplea en su sentido estadounidense, de izquierda progresista. |
↑19 | Stuart Hall, Le Populisme autoritaire – Puissance de la droite et impuissance de la gauche au temps du thatchérisme et du blairisme, Éditions Amsterdam, Paris 2008. |
↑20 | Samuel Moyn, “Allegations of fascism distract from the real danger”, The Nation, 18 de enero 2021, https://www.thenation.com/article/society/trump-fascism/ |
↑21 | David Klion, “Almost the complete opposite of fascism” (entrevista con Corey Robin), https://jewishcurrents.org/almost-the-complete-opposite-of-fascism/ |
↑22 | Sarah Churchwell, “American fascism : it has happened here”, The New York Review, 22 de junio 2020. |
↑23 | Una crítica de esta hipótesis se encuentra en: Rafael Khachaturian y Stephen Maher, “The Washington Riot Was a Defeat for the Far Right, Not a Triumph”, Jacobin, 8 de enero 2021. |