21 de julio de 2021
Ante las movilaciones populares en Cuba y las agresiones imperialistas
¡Fin inmediato del bloqueo económico imperialista a Cuba! ¡Por una Cuba libre y soberana! ¡Abajo la injerencia imperialista en Cuba! ¡Por una democracia socialista en Cuba!
El pasado 11 de julio asistimos a unas protestas impulsadas por la tremenda carestía que sufre Cuba desde que Trump la situó en la lista de países terroristas, cortando las remesas de los EEUU a la isla, lo que se acrecentó con la pandemia y cortó en seco los ingresos procedentes del turismo.
Esto se da en una isla que tiene que importar gran parte de los productos que consume, sin ningún apoyo internacional (las enormes dificultades que atraviesa Venezuela también han repercutido negativamente en Cuba), algo que en algunos aspectos recuerda a los peores tiempos del “periodo especial”. Este bloqueo también impide la producción de vacunas contra la Covid-19 para los cubanos a pesar de la ayuda que Cuba ha aportado a otros países durante la pandemia.
A esto se le suman malestares de hondo calado en la isla: la diferenciación social que ha aumentado mucho en los últimos treinta años, durante los cuales el gobierno ha tratado de atraer inversiones extranjeras y ha desarrollado el sector turístico permitido un aumento de la iniciativa privada que emplea mano de obra asalariada. En una situación de escasez de bienes, la desigualdad en el acceso a los dólares estadounidenses ha amplificado aún más las desigualdades, que, sin embargo, se han mantenido mucho más bajas que en los países que han restaurado el capitalismo, como China, Vietnam y el antiguo bloque de Europa del Este. En Cuba no se ha desarrollado un importante sector capitalista local autorizado a explotar el trabajo asalariado. El sector capitalista local está ciertamente creciendo, pero no en la misma medida que en los países mencionados anteriormente. Las enmiendas de 2019 a la constitución han dejado claro que todavía existen barreras legales para el libre desarrollo del sector capitalista, en particular la limitación del número de asalariadas que puede contratar el sector privado local.
A los preocupantes efectos del aumento de la desigualdad, del bloqueo y del aumento de la producción nacional para satisfacer las necesidades de la población, se suma el desarrollo de sectas religiosas evangélicas que presionan al gobierno para limitar, por ejemplo, el pleno reconocimiento de los derechos de los LGBTQI+.
También cabe destacar la actividad de nuevas generaciones, muy conectadas a las redes sociales globales, entre las que se desarrolló una nueva generación de artistas, que no se siente en absoluto concernida por el legado de la revolución. Al mismo tiempo, va muriendo una parte importante de la generación que participó directamente en el proceso revolucionario del tercer cuarto del siglo pasado.
Este cóctel está estallando en un contexto en el que el gobierno tiene un margen de actuación muy escaso para mitigar los efectos a corto plazo de la carestía y mucha resistencia en abrir un proceso democrático de toma de decisiones que vuelva a atraer a las nuevas generaciones (el proceso constituyente del 2018-2019 fue un intento en este sentido, pero ha sido claramente insuficiente). Al favorecer métodos burocráticos, el gobierno no está haciendo ningún esfuerzo por incrementar la participación de los trabajadores, en particular para el desarrollo del control obrero en las empresas y del control ciudadano en la sociedad.
Esto explica el recurso a la represión y a la movilización de los sectores que les continúan siendo fieles para detener las protestas y el intento de recuperar al menos en la temporada de verano un cierto ingreso turístico que les aporte margen de mejora para combatir ciertos aspectos de la desafección popular. El discurso del presidente Miguel Díaz Canel el domingo 11 de julio, tras la ola de protestas que han afectado a más de una decena de ciudades del país del Este al Oeste, no es una respuesta adecuada a la situación. Aunque Díaz Canel reconozca que gran parte de los manifestantes estaba sinceramente preocupada por las dificultades de las condiciones de vida, no hizo ninguna autocrítica de su manejo de la situación haciendo únicamente hincapié en las manipulaciones del sector contrarrevolucionario que está claramente a favor de la intervención de Estados Unidos – lo que de manera evidente debe ser condenado. El llamamiento gubernamental a los revolucionarios para movilizarse en las calles en respuesta a las amenazas de los contrarrevolucionarios corre el riesgo de provocar enfrentamientos y un aumento de la represión.
No podemos desligar las protestas en Cuba de lo que está ocurriendo en otros países de América Latina en donde, con motivaciones diversas, la carestía de la vida agravada por la pandemia y medidas ultraliberales, está detrás de estallidos sociales como el colombiano reciente, como lo fueron los de Ecuador y Chile en 2019. Sin duda la pandemia ha agudizado todas las contradicciones sociales a nivel internacional y en América Latina en particular, conduciendo a una creciente exclusión social y a desigualdades cada vez mayores. A pesar de contar con una atención sanitaria ejemplar en muchos aspectos, Cuba tampoco logra escapar a los efectos económicos y sociales más perversos de la crisis global y de la pandemia. Sin embargo, las igualmente crecientes resistencias sociales latinoamericanas, al enfrentarse a los planes económicos y políticos del imperialismo para la región, juegan en favor de la quiebra del aislamiento y la preservación de la independencia política de Cuba.
Desgraciadamente, importantes sectores de la izquierda no hacen ningún análisis crítico de la situación que vive Cuba, del desgaste de su sistema político y de la desesperanza de las generaciones más jóvenes. Por el contrario, vemos en muchos países un cierre de filas acrítico en el que todo son conspiraciones imperialistas, donde no se reconoce la legitimidad de la movilización popular y se la atribuye exclusivamente a “agentes del imperialismo”. Es una obviedad que el imperialismo busca disputar el sentido de las protestas sociales al servicio de sus intereses en los diferentes conflictos internacionales de un mundo cada vez más convulso, aún más en un país que se mantiene como ejemplo de resistencia soberana para toda la región… Y que lo haga cada vez más mediante intensas campañas en las redes sociales, por las cuales intenta conducir desde afuera el descontento social, para encauzarlo hacia el derrumbe del gobierno cubano. Pero que todo sea producto de la injerencia de las grandes potencias es una postura alejada de la compleja y contradictoria realidad. Es más, esta respuesta desprecia el concurso de los sectores populares en los conflictos sociales, como si todo fuera una partida de ajedrez a la cual el pueblo nunca está invitado y donde se le considera una especie de menor de edad incapaz de tomar consciencia de sus intereses y de defenderlos.
Si bien la situación es compleja y contradictoria, desde la Cuarta Internacional, que desde los primeros tiempos ha apoyado incondicionalmente la Revolución Cubana, defendemos algunas ideas fundamentales:
-En primer lugar, condenamos y exigimos el cese inmediato del bloqueo ilegal e inhumano al que se somete al pueblo cubano.
-Llamamos a la movilización solidaria para paliar la situación de desabastecimiento de productos básicos que sufre la isla y oponernos al bloqueo decretado por EE.UU.
-Exigimos que la administración Biden retire a Cuba de su lista de países que amparan y favorecen al terrorismo, algo fundamental, por motivos obvios, para aliviar la situación económica del país. Repudiamos las amenazas de intervención con que Biden busca alabar a la ultraderecha cubana en el exilio y los sectores republicanos más reaccionarios.
-Denunciamos la campaña de los grandes medios de comunicación internacionales que afirman falsamente que todo el pueblo cubano se levanta contra el gobierno y que éste respondería con gran brutalidad, mientras hacen la vista gorda ante las formas represivas antipopulares mucho más violentas utilizadas en países como Francia frente a los Chalecos Amarillos en 2018-2019, en Estados Unidos durante las protestas de Black Lives Matter en 2020, o en Colombia en 2021, por citar solo algunos ejemplos de una larga lista.
– Exigimos a las autoridades cubanas que respeten el derecho democrático a la protesta, el desarrollo de movimientos sociales independientes, el pluralismo político y el debate democrático, único camino para impedir que la Revolución deje de ser un ejemplo para los pueblos de América Latina y del mundo.
-Pedir la verdad acerca de las condiciones de detención y represión con el fin de detener el abuso de la fuerza y de encausar a los responsables de abusos.
-Pedimos la liberación inmediata de los detenidos en las manifestaciones del 11 de julio; siempre y cuando no hayan cometido acciones que hayan atentado contra la vida de otras personas.
-Defendemos una Cuba soberana, independiente y con verdadera participación democrático-popular de los trabajadores en los destinos de la isla. Por una Cuba socialista y democrática.