Teoría: Marxismo
Productores artísticos y lucha de clases
12/04/2023
Marc Casanovas
Licenciado en Filosofía y Literatura Comparada por la Universidad de Barcelona e integrante del secretariado de la redacción de la revista Viento Sur.
Fuente: Viento Sur
Aunque el autor quizás no es muy conocido más allá de círculos especializados en teoría del arte y teoría marxista, la originalidad de su obra y el vacío teórico que ocupa dentro del campo de la crítica marxista y la teoría del arte contemporánea nos parecen motivos más que suficientes para intentar recuperar para un público más amplio las reflexiones y las líneas de trabajo a las que apunta este libro escrito ya hace algunos años (José María Durán Medraño: Hacia una crítica de la economía política del arte Ed. Plaza y Valdés 2008).
Desde su prólogo, su introducción, 6 investigaciones y una conclusión prospectiva, este libro insiste en la necesidad de llenar un vacío dentro de la teoría del arte y la estética marxista en general, a saber: la ausencia de un análisis sistemático y específicamente marxista del modo de producción del arte y (más concretamente) del trabajo artístico en las sociedades donde domina el modo de producción capitalista. Así, a pesar de su relativa brevedad (230 páginas) el libro pretende abrir la senda de un proyecto extremadamente ambicioso. Pues si el ingente e inacabado análisis de Marx en El Capital representa una crítica radical y, por tanto, emancipadora de la sociedad capitalista, hacer extensivo este análisis (las categorías que le acompañan, así como su “método” crítico de exposición) al modo de producción artístico debería ser, de forma natural, una tarea central de la investigación crítica artística marxista.
Esta hipótesis es la que fundamenta el conjunto de la obra de José María Durán Medraño. Al aplicar el método de análisis de la teoría del valor trabajo de Marx y de la tradición marxista (su crítica a la economía política clásica y a la neoclásica o marginalista) al subsistema de la producción artística y su desarrollo histórico, se nos harán patentes los elementos ideológicos que permiten organizar y legitimar las relaciones de producción capitalistas y las prácticas del trabajo artístico.
De hecho, normalmente desde la crítica marxista la naturaleza de estas prácticas suele ser un punto ciego o se presentan como extemporáneas al modo de producción capitalista: en la medida en que son comprendidas, señala el autor, a través de las categorías de una estética idealista burguesa no suficientemente problematizada o como pautas “antropológicas” constantes del individuo. De tal modo, que los análisis respecto el mundo del arte y su mercantilización aparecen en un momento posterior de estas prácticas y, por ende, estos análisis no pueden aprehender cómo el propio trabajo del artista (su actividad) es históricamente constituido en el seno de las relaciones sociales capitalistas.
Medraño, a través de diferentes ejemplos y épocas, se servirá también del concepto de “ideología”, según la articulación de Althusser, como instrumento analítico para abordar los discursos y las prácticas sobre el arte. De manera que éstos serán interpretados como discursos ideológicos (pero también prácticas ideológicas) cuya tarea ha sido pensar y configurar el propio modo de producción de las artes en las sociedades capitalistas.
“En este sentido, la tesis que se va a mantener a lo largo de este trabajo es que esta ideología no se expresa únicamente como teoría discursiva o ‘ideología estética’ (la idea de autonomía del arte, del genio artístico, el desinterés artístico, la misma idea de arte, etc.,) sino también en la forma de las propias obras de arte en cuanto modo de producción. Es decir, la materialidad específica de esta ideología no se advierte únicamente en la reflexión teórica, sino que se refiere también en el cómo las obras de arte son producidas en la realidad como obras de arte, esto es, en su modus operandi.” (p.27)
Este último aspecto (central en las reflexiones del libro) queda ya patente en la introducción, cuando el autor explica el caso de la escultora Harriet Hosmer. Quién a finales del S.XIX, frente las acusaciones machistas de los especialistas de la época respecto al hecho de que una mujer no podía ser la autora real de la escultura que esta misma artista había exhibido con gran éxito en diferentes ciudades, ésta se defiende haciendo valer, precisamente, un modo de producción y de relaciones sociales específico de este tipo de trabajo artístico en la sociedad capitalista: “que reclama la ‘propiedad’ sobre el producto final de lo producido y sobre los medios materiales y ayudantes, quienes eran suficientemente capaces para trabajar pero no para ‘crear’. Así se hace presente la típica ideología burguesa de la creación, pero a través del modo de producción y no, necesariamente a través de la ideología exhibida en el asunto de la escultura y como este asunto es tratado.” (p.31)
Este último punto, será el que representará el avance crítico respecto a otros autores que han articulado la crítica ideológica althuseriana al arte como Nicos Hadjinicolaou o Pierre Macherey. Y con ello, José María Durán hace suyos también los análisis de Pierre Bourdieu respecto los campos sociales y los mercados que los constituyen.
Estos serán, pues, los puntos de partida que estructurarán las investigaciones que se nos presentan en este libro. Una pequeña compilación de distintas investigaciones bien enhebradas a través de los elementos analíticos apuntados.
Esto permite, ya en el primer capítulo, señalar el carácter espurio de las reflexiones de Marx sobre la perdurabilidad del arte clásico griego. Apenas unas líneas que el filósofo alemán escribió de pasada en los Grundrisse y sobre las que han corrido ríos de tinta en la literatura marxista. Cuando en realidad solo reflejan los lugares comunes (y la ideología) de un debate idealista típico de la época entorno la especificidad del arte moderno.
O señalar el carácter ideológico de los discursos sobre el juicio del gusto y el “desinterés” en Kant; sobre la autonomía de lo bello y del objeto artístico respecto otros ordenes de la praxis social, que trascenderían los usos sociales que de las obras se han hecho. Configurando así la forma en que el arte burgués constituye la especificidad ideológica de su producción artística y su relación con el mismo objeto artístico: “pues en el juicio estético kantiano toda consideración acerca del modo de producción del objeto de nuestra contemplación queda encubierto gracias al juicio universal del gusto”.
Esto queda patente, por otra parte, también en las reflexiones de Medraño sobre la destrucción de la Colonne de Vendôme durante la comuna de París, donde “los juicios universales sobre el arte como patrimonio de la humanidad” por parte de las clases burguesas frente los “barbaros” iconoclastas de la Comuna, encubren la connivencia del arte con el poder y convierten esta iconoclastia en una prerrogativa de las clases hegemónicas cuya “destrucción creativa”(Schumpeter) y “civilizatoria”, entonces sí, puede ser entendida como una legítima usurpación de los espacios comunes al servicio de unos mitos e ideologías particulares nada desinteresados.
Pero como decíamos, el núcleo de la investigación de José María Durán, hay que situarlo con relación al trabajo concreto de los productores de arte y la forma social como se organiza su trabajo en las sociedades donde domina el modo de producción capitalista. Un campo actualmente dominado por los análisis económicos neoclásicos y donde la crítica de estos análisis (de su economía política) por parte de la teoría marxista brilla por su ausencia. En este sentido, los análisis de Medraño entorno al concepto de trabajo productivo e improductivo, o la teoría del valor trabajo en Marx, así como el análisis de cómo se van configurando las relaciones específicas de producción del arte dentro del desarrollo del modo de producción capitalista constituyen una aportación de sumo interés para la teoría marxista.
Si los análisis dominantes actuales que vienen de la economía neoclásica se sustentan en la idea de que el valor de la obra de arte parte de la demanda, por lo que el precio de la misma sería de alguna manera la representación de su valor real de uso (de la repercusión social de la obra, del talento del artista, etc.,) entonces, todo el trabajo invisible de los trabajadores del arte que no han sido encumbrados por el mercado y el canon, simplemente desaparece, no existe. De manera que los trabajadores del arte carecen de instrumentos para luchar contra su explotación y participan de forma acrítica interpelados por las categorías ideológicas que organizan dicho mercado.
Hacia una crítica de la economía política del arte intenta precisamente llenar este vacío crítico. Así, el autor analiza a teóricos del capitalismo emergente y del “derecho natural” cómo Locke y su idea del trabajo y del sujeto, y de qué manera estas ideas trascienden al modo de producción artístico. Cómo señala, esta idea de poder ir al mercado como propietario de tu obra es muy reciente en la historia del arte, aparece con Locke. Y aunque el trabajador del arte, a diferencia del asalariado “doblemente libre” del que habla Marx (de sus medios de producción y de vender su fuerza de trabajo) no vende directamente su fuerza de trabajo en el mercado, sino el producto de su trabajo (material, conceptual, etc.,) ambos aparecen como sujetos propietarios en el mercado (modo de producción capitalista). Es decir, esa relación que se produce entre sujetos autónomos propietarios (categoría jurídica de sujeto a la cual ningún artista antes del capitalismo podría responder). La “revolución” en el concepto de artista, pues, aparece cuando este produce directamente para un mercado, cuando éste aparece como sujeto de derecho y de intercambio y de aquí la obra de arte como mercancía.
El autor también señala cómo una comprensión inadecuada de las categorías económicas lleva a socialistas y artistas como William Morris, que habían intentado pensar y articular procesos de trabajo no “alienados”, a callejones sin salida que reproducen las contradicciones de las relaciones capitalistas. O cómo esta misma incomprensión de las categorías marxistas lleva a los teóricos posmarxistas contemporáneos a los mismos atolladeros respecto a los debates sobre el “trabajo inmaterial” y la “propiedad intelectual” en las sociedades posfordistas.
A este respecto, su denuncia de “la comprensión inadecuada de las categorías económicas” en los debates sobre “la propiedad intelectual” y “el trabajo inmaterial” impacta de lleno sobre la literatura actual en torno a las discusiones que a lo largo del libro José Maria Durán mantiene con autores de tradición marxista o posmarxista como Antonio Negri, Paolo Virno, Yan Moulier Boutang o Giorgio Agamben, respecto al “trabajo improductivo” o el concepto de “subsunción formal y real” en Marx , o sobre la misma idea de “praxis”, entre otros.
Por otro lado, su filiación althuseriana y su comprensión de la crítica a la economía política a la luz de las “nuevas lecturas de Marx”, suponen también una crítica profunda a la literatura marxista anterior y sus reflexiones respecto el arte. Concretamente a aquellas que se elaboran a partir de la visión humanista de Marx que emergía a finales de los años 50 y 60 a raíz del redescubrimiento de los Manuscritos-económico-filosóficos olvidados en la época estaliniana. Medraño hace también una crítica a los conceptos de “alienación” y de “actividad artística” que se articulan a partir de la recepción de este texto y a su carácter historicista. Ejemplificadas, en este caso, en el autor hispanoamericano Adolfo Sánchez Vázquez, donde el arte no estaría sujeto a las condiciones capitalistas de producción, sino que respondería más bien a unas prácticas precapitalistas que servirían como ejemplo utópico de una praxis y un ser humano no alienados, como ejemplo de la humanización de un ser humano deshumanizado, etc.,
Por otra parte, al fundamentar gran parte de sus análisis en el concepto de “ideología” de Althusser, los análisis de Medraño pueden quedar expuestos a los límites, las aporías y (ahora sí) los reduccionismos de la misma teoría de Althusser. Cómo señala Terry Eagleton: “el modelo de Althusser es demasiado monista, dejando al margen las maneras discrepantes y contradictorias en que se puede apelar al sujeto (en este caso al “artista”)- de manera parcial, total o apenas de modo alguno- mediante discursos que en sí mismos carecen de unidad coherente obvia”. (Ideología: Una introduccción, Ed. Paidós Ibérica)
No es tan extraño, pues, que el papel de la ideología se mueva de una forma causal un tanto ambivalente en el libro: ya sea como resultado de unas determinadas relaciones de producción (versión más clásica) o constituyendo esas mismas relaciones de producción (Althusser) o ambas cosas a la vez: “aunque según sus intenciones teóricas Morris se había decantado por el socialismo, existe un aspecto de su teoría del arte que justifica, en este sentido, una práctica manufacturera que presupone (de forma inconsciente o ingenua) el valor de cambio sin reflexionar sobre él; o, a la inversa, su práctica manufacturera estaba de alguna manera produciendo su ideología artístico-política”.(p.171).
Con todo, el cometido de este libro, articular una teoría de la explotación (y, por ende, de la lucha de clases) de los productores artísticos en las sociedades capitalistas, es como decíamos un terreno prácticamente inexplorado de la teoría marxista, aunque sujeto a toda suerte de peligros reduccionistas o deterministas. Sin embargo, el autor consigue articular de una forma convincente y a través de ejemplos y análisis concretos, lo que sería un plan de trabajo monumental y colectivo aún por hacer. Esta, es, a nuestro modo de ver, la gran aportación de Medraño.
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