Especiales temáticos: Título del Especial
Orientalismo, imperialismo y cobertura mediática de Palestina
19/04/2024
Joseph Daher
Originario de Siria, enseña en la Universidad de Lausana y en el Instituto Universitario Europeo de Florencia. Militante anticapitalista y antimperialista, es fundador del blog Syria Freedom Forever y es autor de los libros Le Hezbollah, un fondamentalisme religieux à l’épreuve du néolibéralisme, Syllepse, 2019 y Syrie: le martyre d’une révolution, Syllepse, 2022.
Traducción: Andreu Coll
Fuente: Contretemps
Cobertura occidental de Palestina y de la guerra genocida de Israel contra Gaza
En el momento de escribir estas líneas, el ejército de ocupación israelí prosigue su campaña genocida contra los palestinos de la Franja de Gaza desde hace más de 6 meses. El balance humano es catastrófico. Según cifras oficiales, han muerto más de 33.000 palestinos, entre ellos más de 12.300 niños, más que los niños muertos en todas las guerras del mundo de los últimos cuatro años. También hay más de 1,7 millones de desplazados, es decir, más del 75% de la población de Gaza, según la UNRWA, y el 95% de la población corre el riesgo de sufrir inseguridad alimentaria. En total, 1,1 millones de personas padecen ya «hambre catastrófica», el nivel más alto de inseguridad alimentaria, según un informe del Programa Mundial de Alimentos (PMA) publicado el 18 de marzo. La destrucción tampoco tiene precedentes en el territorio palestino de la Franja de Gaza, con más del 60% de los edificios dañados o destruidos, de los cuales alrededor del 45% son edificios residenciales, lo que deja sin hogar a un millón de personas de una población de 2,4 millones.
Asimismo, el Estado israelí no sólo sigue haciendo caso omiso de la resolución del Consejo de Seguridad de la ONU del 25 de marzo en la que se pedía un alto el fuego inmediato para el Ramadán -en la que Estados Unidos se abstuvo-, sino que el 28 de marzo fue objeto de una nueva orden de la Tribunal Internacional de Justicia relativa al riesgo de que «se instale la hambruna» en Gaza, mientras que Sudáfrica le acusa de incumplimiento de la Convención sobre el Genocidio.
En muchos sentidos, esta guerra es una nueva Nakba o catástrofe, que recuerda a la Nakba de 1948, cuando más de 700.000 palestinos fueron expulsados por la fuerza de sus hogares y convertidos en refugiados.
Los principales medios de comunicación occidentales siguen haciendo hincapié en el «sufrimiento» y la «legítima defensa» israelíes tras los atentados de Hamás del 7 de octubre de 2023, en los que murieron 1.139 personas, según las autoridades israelíes. Estas cifras incluyen a 695 civiles israelíes, 373 miembros de las fuerzas de seguridad y 71 extranjeros. Cabe señalar, sin embargo, que muchas muertes de civiles israelíes también fueron causadas por las fuerzas de ocupación israelíes, incluido el bombardeo por tanques de casas donde había israelíes retenidos, un detalle crucial que ha recibido muy poca cobertura en los principales medios de comunicación occidentales. Algunos artículos recientes han empezado a refutar muchas de las afirmaciones erróneas propagadas sin verificar por los medios de comunicación israelíes y repetidas en los países occidentales. Por ejemplo, los informes iniciales que afirmaban que 40 niños israelíes habían sido decapitados resultaron ser falsos. No obstante, estas acusaciones fueron aprobadas y difundidas por los principales medios de comunicación y políticos occidentales, incluido el presidente estadounidense Joe Biden. Además, varios estudios han demostrado la existencia de un sesgo mediático sistémico contra los palestinos en diversos países occidentales.
Del mismo modo, el periodismo alternativo sobre el terreno se ha vuelto casi imposible, ya que las fuerzas de ocupación israelíes atacan casi sistemáticamente a los periodistas palestinos en la Franja de Gaza. Más de 133 periodistas palestinos han sido asesinados por Israel desde el 7 de octubre.
Al mismo tiempo, la realidad de la actual guerra genocida de Israel contra la Franja de Gaza suele ser ignorada por los principales medios de comunicación. A menudo se ha deshumanizado a los palestinos en las representaciones mediáticas. También se han silenciado o minimizado sus aspiraciones y su papel político. En gran parte de la cobertura de los medios de comunicación occidentales, la narración sólo tiene en cuenta los acontecimientos a partir del 7 de octubre, sin proporcionar suficiente contexto ni intentar explicar cómo ha evolucionado la situación a largo plazo. A menudo no se da importancia a las opiniones de los propios palestinos sobre el contexto histórico, sobre todo cuando se trata de arrojar luz sobre cómo los acontecimientos llegaron a ser como son. Como explicó el periodista palestino Motaz Azaiza en un tuit acerca de las preguntas sobre el 7 de octubre en los principales medios de comunicación occidentales: «Respondí a esta pregunta varias veces, pero nunca la guardaron ni la compartieron porque grabaron mi entrevista de antemano y luego cogieron lo que les convenía para su agenda».
La naturaleza inherente del Estado israelí como entidad colonial, y sus políticas a lo largo del tiempo, propiciaron la creación de las circunstancias que condujeron a los sucesos del 7 de octubre y posteriores, como sucede tan a menudo con las potencias coloniales y ocupantes a lo largo de la historia. Sin embargo, a día de hoy, el 7 de octubre tiende a presentarse de forma simplista como un «atentado terrorista» sin que se proporcione generalmente el contexto histórico adecuado. Al mismo tiempo, las respuestas israelíes contra Gaza se describen a menudo como simples actos de «legítima defensa»…
Pero, ¿por qué la mayoría de los principales medios de comunicación occidentales siguen adoptando y defendiendo la narrativa israelí? ¿Por qué se tiende a deshumanizar a los palestinos y a culparles de los acontecimientos actuales? ¿Cuáles son los intereses de los grandes medios de comunicación occidentales en mantener este tipo de cobertura?
Las respuestas a estas preguntas están relacionadas con el orientalismo, el racismo y el imperialismo. Las imágenes y narrativas propagadas por gran parte de los principales medios de comunicación occidentales no pueden disociarse realmente de los intereses geopolíticos y económicos de las élites gobernantes occidentales.
La evolución del orientalismo
El orientalismo es una ideología esencialista arraigada en el idealismo filosófico y las nociones hegelianas de que el destino de las personas está determinado por sus culturas y religiones eternas. El término «orientalista» apareció por primera vez en inglés hacia 1779 y en francés en 1799, inicialmente centrado en el estudio lingüístico y más tarde vinculado a las expansiones coloniales imperiales occidentales en Oriente y otros lugares. A medida que las potencias europeas fueron interviniendo, invadiendo y dominando cada vez más Oriente Próximo, África y Asia en el siglo XIX, surgieron discursos que describían regiones como el Imperio Otomano como «el enfermo de Europa», que sufría cada vez más las intervenciones y la influencia de las potencias imperiales europeas, mientras que el término «Homo Islamicus» también surgió en esta época. La idea de una esencia árabe/islámica específica sigue siendo relevante en los análisis tradicionales y neo-orientalistas.
La creciente superioridad económica, técnica, militar, política y cultural de Europa sobre el Imperio Otomano, y más en general sobre «Oriente», se asoció durante este periodo con la religión cristiana (en su concepción y práctica occidentales) y los retrocesos del mundo musulmán con el islam. El cristianismo se presentaba como favorable al progreso, mientras que el islam, por el contrario, se describía como repulsivo para el progreso. Cualquier resistencia a Europa y a su influencia se presentaba como fanatismo religioso y rechazo de la civilización.
Este tipo de discurso nunca ha desaparecido realmente de la escena política occidental y de los principales medios de comunicación, con distintos grados de intensidad según las épocas. El discurso pronunciado hace más de un año, en octubre de 2022, por Josep Borrell, vicepresidente de la Comisión Europea y Alto Representante de la UE para Asuntos Exteriores, en la nueva Academia Diplomática Europea de Brujas ilustra esta perspectiva orientalista. Explicó que «Europa es un jardín» donde «todo funciona», combinando «la libertad política, la prosperidad económica y la cohesión social que la humanidad ha sabido construir», al tiempo que expresó su preocupación por el hecho de que «la mayor parte del resto del mundo es una jungla, y la jungla podría tomar el relevo del jardín… Los jardineros tienen que ir a la jungla. Los europeos tienen que comprometerse más con el resto del mundo. De lo contrario, el resto del mundo nos invadirá, por diversos medios». Esto, por supuesto, ignora el constante ascenso de la extrema derecha en toda Europa, el aumento del racismo y los ataques a los derechos democráticos y a los inmigrantes, etc.
No es sorprendente que los funcionarios israelíes y occidentales y los principales medios de comunicación hayan utilizado esta retórica para describir las acciones de Hamás del 7 de octubre como bárbaras y para justificar la guerra genocida de Israel contra la Franja de Gaza. Un editorialista israelí del Jerusalem Post, por ejemplo, declaró que «el 7 de octubre, la civilización occidental perdió y los bárbaros ganaron… El Occidente moderno frente a la yihad asesina», mientras que la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, declaró: «Se trata de un mal antiguo, que nos recuerda el pasado más oscuro y nos sacude a todos hasta lo más profundo… Israel tiene derecho a defenderse de ataques tan atroces».
Como parte de esta estrategia, las comparaciones entre Daesh («Estado Islámico») y Hamás han proliferado entre los funcionarios israelíes y occidentales y en los principales medios de comunicación occidentales, con el secretario de Defensa estadounidense Lloyd Austin describiendo a Hamás como «peor que el Estado Islámico». Los intentos de Israel y de los gobiernos occidentales de presentar a Hamás, y más en general a los palestinos, como terroristas similares a las organizaciones yihadistas no son nada nuevo. Tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, la clase dirigente israelí describió su guerra contra los palestinos durante la segunda Intifada como su propia «guerra contra el terror». Y ello a pesar de que la Autoridad Palestina y Hamás habían condenado las acciones de Al Qaeda. Los atentados suicidas de Hamás en Jerusalén y en otros lugares de la Palestina histórica se presentaron como «un síntoma del terrorismo islámico global». Anteriormente, la OLP y sus facciones también habían sido comparadas por dirigentes israelíes con los nazis.
En términos más generales, los intentos de los dirigentes israelíes y occidentales de confundir a Hamás con grupos yihadistas como Daesh y Al Qaeda forman parte de una estrategia más amplia de recurrir cada vez más a la islamofobia para justificar su denominada guerra contra el terror. A principios de la década de 2000, la Administración Bush defendió el derecho de Israel a la autodefensa contra el «terrorismo islámico», al igual que hacen hoy la Administración estadounidense y los Estados occidentales.
Desde esta perspectiva, el objetivo de eliminar a Hamás justifica la guerra de Israel contra la Franja de Gaza, como explica un columnista del New York Times: «La principal causa de la miseria de Gaza es Hamás. Es el único responsable del sufrimiento que ha infligido a Israel e invitado a sabiendas a los palestinos. La mejor manera de acabar con la miseria es eliminar la causa, no detener la mano de quien la elimina». De este modo, los funcionarios israelíes y los comentaristas proisraelíes pueden afirmar que actúan en defensa propia, e incluso en algunos casos para ayudar a los palestinos, cometiendo un genocidio contra los palestinos…
Esta perspectiva racista de los principales medios de comunicación occidentales tiene sus raíces en una visión orientalista del mundo, y de la región en particular. Este orientalismo hunde sus raíces en las dinámicas políticas modernas, en particular el imperialismo, la colonización, la lucha de clases, las dinámicas de género y el racismo, etcétera.
Esta concepción es, por tanto, diferente de la del famoso escritor palestino Edward Said, autor del libro Orientalismo. Said no criticó el idealismo histórico como matriz principal del esencialismo cultural, y existe una forma de continuidad histórica homogénea en sus críticas al orientalismo, desde la antigua Grecia hasta nuestros días. Como sostiene el autor marxista Aijaz Ahmad, no se tiene en cuenta la dinámica de clases, la dinámica de género, no se menciona la historia, la resistencia, los proyectos de liberación humana, etc., y no se menciona el «esencialismo cultural» del orientalismo[1]Aijaz Ahmad, Orientalism and After: Ambivalence and Cosmopolitan Location in the Work of Edward Said, Economic and Political Weekly, Vol. 27, No. 30 (25 de julio de 1992), pp. PE98-PE116.. [En otras palabras, el orientalismo no es un fenómeno profundamente moderno, como hemos explicado, sino el producto natural de un antiguo y casi irresistible espíritu europeo destinado a distorsionar las realidades de otras culturas, pueblos y lenguas, en favor de la autoafirmación y dominación occidentales. Sumándose a las críticas constructivas de otros autores orientales también críticos con el orientalismo, como Sadiq Jalal al-Azm, Mehdi Amel,[2]Véase Gilbert Achcar, «Mahdi Amel (1936-1987). Préface à un recueil de textes choisis», https://www.contretemps.eu/mahdi-amel-marxisme-arabe-liberation-nationale-preface-achcar/.
Samir Amin[3]Véase Samir Amin, Eurocentrism, Nueva York: Monthly Review Press, 1989. y Aijaz Ahmad, la concepción que Said tiene del orientalismo corre el riesgo de caer en sus denuncias del esencialismo occidental, en una forma de «orientalismo de ida y vuelta o inverso», como explica el autor marxista sirio Sadiq al-Azm[4]Sadik Jalal al-‘Azm, Orientalismo y orientalismo a la inversa, https://libcom.org/article/orientalism-and-orientalism-reverse-sadik-jalal-al-azm..
En efecto, ¿cómo explicar la defensa de la política asesina de Israel por parte de los grandes medios de comunicación occidentales, si no es por la protección de sus intereses políticos? Esto se hace a través de una lente orientalista.
Israel, una herramienta esencial para las élites gobernantes occidentales
En un marco típicamente orientalista, Israel ha sido presentado durante décadas por sus aliados occidentales y los principales medios de comunicación como un faro de democracia y progreso en una región hostil poblada por bárbaros.
Esta propaganda también fue promovida por los líderes del movimiento sionista antes de la creación de Israel, y, hasta el día de hoy, por los actuales dirigentes israelíes. Antes de la Nakba y de la fundación de Israel en 1948, Theodor Herzl, el principal ideólogo del movimiento sionista, escribió que el futuro Estado judío sería «la vanguardia de la civilización contra la barbarie». En realidad, defendía un proyecto colonial destinado a asentar una población predominantemente europea de origen judío en una tierra predominantemente poblada por árabes, en este caso Palestina.
Hoy, los responsables israelíes dicen lo mismo. El primer ministro Netanyahu declaró en numerosos discursos después del 7 de octubre que «Israel no sólo está librando su guerra, sino la guerra de la humanidad contra los bárbaros […] Nuestros aliados en el mundo occidental y nuestros socios en el mundo árabe saben que si no ganamos, ellos serán los siguientes en la campaña de conquista y asesinato del Eje del Mal»… Del mismo modo, el presidente israelí Isaac Herzog afirmó que la guerra de Israel contra Gaza «se trata de… salvar la civilización occidental», ya que Israel estaba «bajo el ataque de una red yihadista» y «si no estuviéramos allí, Europa sería la siguiente, y Estados Unidos le seguiría».
Los funcionarios occidentales y los principales medios de comunicación apoyaron esta propaganda. La palabra genocidio o guerra genocida casi nunca es mencionada por estos actores, pero también es rechazada cuando la utilizan los detractores de Israel. Esta impunidad por parte del Estado israelí no comenzó después del 7 de octubre, sino que se ha prolongado durante décadas. Incluso los grupos tradicionales reconocen ahora la naturaleza violenta y reaccionaria del Estado israelí. Por ejemplo, Human Rights Watch y la organización israelí B’Tselem han denunciado la incautación de tierras palestinas por parte de Israel. Han documentado cómo Israel ha violado la legislación internacional para apoyar a más de 700.000 colonos que construyen colonias en los territorios ocupados de Cisjordania y Jerusalén Este. También han llegado a la conclusión de que Israel es un Estado de apartheid que concede privilegios especiales a los judíos y reduce a los palestinos a ciudadanos de segunda clase.
Esto demuestra una vez más que los llamados principios de los Estados europeos y de Estados Unidos relativos a la democracia y el respeto de los derechos humanos sólo se utilizan para su propaganda retórica, con la que pretenden encubrir políticas arraigadas en la protección de sus propios intereses políticos y económicos. En este contexto, la declaración del pastor palestino Munther Isaac, de Belén, es absolutamente acertada:
«A nuestros amigos europeos, no quiero volver a oírles darnos lecciones sobre derechos humanos o derecho internacional».
Como ya se ha dicho, el movimiento sionista, desde sus orígenes en Europa hasta la creación de Israel en 1948 y el desplazamiento de palestinos que lleva a cabo en la actualidad, es un proyecto de colonización. Para establecer, mantener y ampliar su territorio, el Estado israelí ha tenido que limpiar étnicamente los territorios palestinos de sus habitantes, que fueron expulsados de sus hogares y trabajos. Para ello, ha tenido que buscar apoyo en el extranjero. De hecho, a lo largo de este proceso, se alió con potencias imperialistas, primero el Imperio Británico y luego Estados Unidos, que utilizaron a Israel como su agente en la lucha contra sus enemigos, o supuestos enemigos, en la región, y le dieron su apoyo[5]Véase Joseph Daher, «La Palestine et les révolutions au Moyen Orient et en Afrique du Nord», Contretemps..
En primer lugar, los británicos apoyaron el proyecto sionista de crear una nación aliada en una región de gran importancia política y estratégica: un «pequeño Ulster leal», en palabras de Ronald Storrs, alto funcionario del Ministerio de Asuntos Exteriores y Coloniales británico. En segundo lugar, Washington, sobre todo después de la Guerra de los Seis Días de 1967, fue el principal apoyo de Israel, que también actuó como fuerza policial local contra las supuestas amenazas estadounidenses en la región y contra cualquier acontecimiento que pudiera poner en entredicho su control sobre sus reservas estratégicas de energía. Desde entonces, Estados Unidos ha apoyado a Israel. Washington ha vertido una media de 4.000 millones de dólares al año en las arcas de Tel Aviv, apoyando su colonización de Palestina y sus guerras de agresión contra diversos gobiernos y movimientos de la región. Según un informe del Congressual Research Service de marzo de 2023, Estados Unidos ha proporcionado a Israel 158.000 millones de dólares en ayuda bilateral y financiación para defensa antimisiles desde 1948, lo que lo convierte en el mayor receptor acumulado de ayuda exterior estadounidense desde la Segunda Guerra Mundial. Desde la década de 1960, los sucesivos gobiernos estadounidenses han aplicado una política de ayuda militar al Estado de Israel, otorgándole una «ventaja militar cualitativa» sobre los Estados vecinos y los actores no estatales de la zona. Entre 2013 y 2022, el 69% de las armas importadas a Israel procedían de Estados Unidos.
Aunque los funcionarios estadounidenses han utilizado repetidamente su poder de veto contra las resoluciones que pedían un posible alto el fuego, la actual guerra de Israel contra la Franja de Gaza habría sido militarmente imposible sin el continuo apoyo estadounidense. Desde el 7 de octubre de 2023, Washington ha acordado suministrar 25 cazas F-35 de última generación, 500 bombas MK82 y más de 1.800 bombas MK84, que los ejércitos de los Estados occidentales ya no utilizan en zonas densamente pobladas debido a los inevitables daños colaterales. Estas entregas de armas eludieron la obligación de consultar al Congreso invocando «poderes de emergencia».
Esta Administración estadounidense también realizó más de 100 entregas de armas a Israel sin ningún debate público, utilizando un resquicio legal en el que el importe concreto en dólares de cada venta estaba por debajo del umbral exigido para que se notificara al Congreso. Por su parte, el diario israelí Haaretz informó de que los datos de seguimiento de vuelos a disposición del público muestran que al menos 140 aviones de carga pesada con destino a Israel han despegado de bases militares estadounidenses de todo el mundo desde el 7 de octubre, transportando equipos principalmente a la base aérea de Nevatim, en el sur de Israel. Y aunque el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, mostró su descontento tras el ataque al convoy humanitario World Central Kitchen, en el que murieron siete empleados de la organización estadounidense, declaró recientemente que «la defensa de Israel sigue siendo esencial, por lo que no hay una línea roja que pueda cortar todas (las entregas de armas) para que el país deje de tener una Cúpula de Hierro que lo proteja».
Del mismo modo, desde noviembre de 2023, el gobierno alemán, el segundo mayor exportador de armas a Israel después de Estados Unidos, ha aprobado la exportación de equipos de defensa por valor de unos 303 millones de euros (323 millones de dólares) a Israel. Esta cifra contrasta con los 32 millones de euros de exportaciones de defensa aprobadas en 2022.
Esto se debe a que Israel sigue siendo considerado un actor clave para salvaguardar los intereses occidentales en la región. El proceso de normalización entre Israel y los países árabes iniciado por el presidente Donald Trump y continuado por el presidente Joe Biden pretendía consolidar los intereses estadounidenses en la región, incluso en su rivalidad con China. Uno de los principales objetivos del ataque de Hamás contra Israel el 7 de octubre era socavar este proceso, y tuvo éxito temporalmente. Poco después del estallido de la guerra israelí contra la Franja de Gaza, Arabia Saudí reaccionó deteniendo cualquier avance en los acuerdos bilaterales con Israel y anunció que no habría ningún proceso de normalización entre ambos países hasta que se estableciera una hoja de ruta clara para la creación de un Estado palestino junto a Israel.
Además, muchos Estados europeos y Estados Unidos han intentado mezclar antisemitismo y antisionismo para criminalizar la solidaridad con la lucha palestina y el apoyo a la campaña de boicot, desinversión y sanciones (BDS). Estas acciones deben entenderse como parte de un objetivo más amplio de las élites occidentales de atacar la política progresista y de izquierdas, como hemos visto en el Reino Unido, Francia, Alemania y Estados Unidos, y como intentos de restringir los derechos democráticos en estas sociedades.
En este contexto, las teorías conspirativas según las cuales los judíos controlan el mundo no cuestionan las perspectivas orientalistas, sino que más bien las refuerzan. De hecho, las distintas formas de racismo suelen alimentarse mutuamente, como dijo el pensador anticolonialista Frantz Fanon: «Cuando oigas a la gente decir cosas malas de los judíos, escucha, están hablando de ti». Es más, este tipo de explicación socava en parte la responsabilidad de las élites occidentales en la tragedia palestina. Por no mencionar el hecho de que el apoyo occidental a Israel nunca ha impedido el antisemitismo permanente de sus élites. Desde Lord Balfour hasta el presidente estadounidense Trump, todos han apoyado políticas o dinámicas antisemitas. Lord Balfour fue, en efecto, el autor de la carta que decía que «el Gobierno de Su Majestad ve con buenos ojos el establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío», pero también uno de los promotores de la Ley de Extranjería de 1905 que cerró las fronteras británicas a los emigrantes judíos que huían de los pogromos rusos, mientras que los partidarios de Trump marcharon en Charlottesville en 2017 al grito de «los judíos no nos reemplazarán». Del mismo modo, en Francia, Emmanuel Macron ha sido criticado por rehabilitar al mariscal Pétain o por devolver el protagonismo al teórico antisemita Charles Maurras.
Desafiar el orientalismo y el imperialismo: una lucha común desde abajo
Desafiar las perspectivas orientalistas y racistas sobre Palestina y los palestinos, así como sobre otras poblaciones no blancas, está vinculado a la lucha desde abajo en todo el mundo y particularmente en las sociedades occidentales, donde las instituciones gobernantes son las principales productoras de estas ideas. Como ya hemos mencionado, la causa palestina influye en las dinámicas políticas mucho más allá de Oriente Próximo.
Las primeras críticas al orientalismo y a los estudios orientalistas en Occidente surgieron durante el periodo de descolonización posterior a la Segunda Guerra Mundial, por parte de escritores de regiones colonizadas que a menudo vivían en países occidentales, como Anwar Abdel al-Malek[6]La primera crítica vino del filósofo marxista egipcio de la Universidad de la Sorbona, Anouar Abdel al-Malek (nacido en 1923 en El Cairo), con su artículo «Orientalismo en crisis», escrito en … Seguir leyendo y Edward Said. Los estudios y orientaciones orientalistas dominantes en las universidades empezaron a ser cuestionados tras la Primera Guerra Mundial de 1914-1918 y por la Revolución Rusa, pero sobre todo por la creciente resistencia de los movimientos anticoloniales al imperialismo occidental en «Oriente», desde Asia a África pasando por Oriente Próximo. Más tarde, los movimientos antirracistas y feministas también contribuyeron a cuestionar estas ideas en los Estados occidentales[7]Cabe mencionar también los escritos de Maxime Rodinson como crítico del orientalismo, en particular su libro La fascination de l’Islam, publicado en 1980, que constituye una notable crítica … Seguir leyendo.
Del mismo modo, hoy en día, la multitud de luchas que tienen lugar en diversas sociedades, universidades, lugares de trabajo, medios de comunicación alternativos, etc. al presionar a las autoridades gobernantes y a los gobiernos para que actúen para impedir la guerra genocida que Israel está llevando a cabo contra la población palestina de la Franja de Gaza, para que arrojen luz sobre el contexto histórico de Palestina, sobre la naturaleza colonial y el sistema de apartheid de Israel y, sobre todo, para que actúen en solidaridad con los palestinos, están desafiando la perspectiva oriental de los principales medios de comunicación occidentales, que sirven de escudo (entre muchos otros) para proteger los intereses de la élite gobernante.
Este artículo también se publicó en el sitio web de Al-Jazeera – Middle East Institute.
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Notas del artículo
↑1 | Aijaz Ahmad, Orientalism and After: Ambivalence and Cosmopolitan Location in the Work of Edward Said, Economic and Political Weekly, Vol. 27, No. 30 (25 de julio de 1992), pp. PE98-PE116. |
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↑2 | Véase Gilbert Achcar, «Mahdi Amel (1936-1987). Préface à un recueil de textes choisis», https://www.contretemps.eu/mahdi-amel-marxisme-arabe-liberation-nationale-preface-achcar/. |
↑3 | Véase Samir Amin, Eurocentrism, Nueva York: Monthly Review Press, 1989. |
↑4 | Sadik Jalal al-‘Azm, Orientalismo y orientalismo a la inversa, https://libcom.org/article/orientalism-and-orientalism-reverse-sadik-jalal-al-azm. |
↑5 | Véase Joseph Daher, «La Palestine et les révolutions au Moyen Orient et en Afrique du Nord», Contretemps. |
↑6 | La primera crítica vino del filósofo marxista egipcio de la Universidad de la Sorbona, Anouar Abdel al-Malek (nacido en 1923 en El Cairo), con su artículo «Orientalismo en crisis», escrito en 1962 y publicado en 1963. Tras estudiar en la Universidad de Aim Chams de El Cairo y en la Sorbona, y enseñar filosofía en el Lycée al-Hourriyya de El Cairo, fue nombrado Centre Nationale de la Recherche Scientifique (CNRS) de París en 1960. Véase Anouar Abdel Malek, «Orientalisme en crise», L’orientalisme en crise», Diogène, nº 44, invierno de 1963, pp. 109-142. |
↑7 | Cabe mencionar también los escritos de Maxime Rodinson como crítico del orientalismo, en particular su libro La fascination de l’Islam, publicado en 1980, que constituye una notable crítica del eurocentrismo y del orientalismo. |