Actualidad Internacional: Latitudes. Europa

Grecia: restauración conservadora y derrota de Syriza

10/06/2023

Stathis Kouvélakis

Filósofo, profesor del King’s College de Londres, redactor de Contretemps

Traducción: Punto de Vista Internacional
Fuente: 
Contretemps.eu

¿Qué ha pasado en las elecciones legislativas celebradas en Grecia el 21 de mayo? Cómo ha conseguido la derecha, en el poder desde 2019, ganar por un margen tan amplio cuando, apenas unos meses antes, la catástrofe ferroviaria de Tempi había desencadenado una gran movilización popular contra el Gobierno de Mitsotakis? Cómo explicar el inesperado revés de Syriza y el preocupante avance de la extrema derecha?

En este artículo, Stathis Kouvélakis, filósofo marxista y miembro del equipo editorial de Contretemps, analiza los resultados de estas elecciones y, de forma más general, dibuja un panorama del estado actual de Grecia. También arroja luz sobre las consecuencias directas de la capitulación de Syriza en la dinámica política y social del país, y nos ayuda a comprender por qué la Izquierda de ruptura encarnada por Yanis Varoufakis no pudo imponerse.

 

***

 

Contra todas las previsiones, en particular las de los sondeos de opinión, las elecciones del 21 de mayo supusieron una conmoción política. Por supuesto, pocos esperaban que se cuestionara el predominio de la derecha (Nueva Democracia – ND), en el poder desde 2019. El orden de llegada de los cuatro principales partidos es idéntico al de las elecciones anteriores y se corresponde con lo previsto en los sondeos, que daban a Nueva Democracia una ventaja media de seis puntos sobre Syriza.

Sin embargo, con la excepción de las elecciones de noviembre de 1974, que tuvieron lugar en un contexto excepcional, cuatro meses después de la caída de la dictadura de los coroneles, nunca antes se había producido tal diferencia entre el ganador y la principal fuerza de la oposición: más de 20 puntos separan a ND de Syriza, que pierde más de un tercio de su electorado de 2019. Nunca antes (con la excepción de las elecciones de 1974) la suma de las listas de derecha y extrema derecha había superado el 50% de los votos, con una extrema derecha fragmentada que, sin embargo, sumó más del 11% de los sufragios, un récord histórico.

No obstante, como no ha surgido una mayoría parlamentaria, ya se han anunciado nuevas elecciones para el 25 de junio. Se celebrarán con un sistema electoral modificado, ya que el gobierno saliente ha reintroducido la llamada representación proporcional «reforzada». En realidad, se trata de un sistema proporcional debilitado, concebido para facilitar la formación de mayorías parlamentarias mediante la concesión de una prima de varias decenas de escaños al partido líder. La derecha tiene así garantizada la mayoría de los escaños.

 

Nueva Democracia

Syriza

Pasok

KKE

Solución Griega (extrema derecha)

MeRA25- Alianza por la Ruptura

Otras listas de extrema derecha*

Cap vers la liberté (Zoé Konstantopoulou)

Antarsya(coalición de extrema izquierda)

2023

40,8

20

11,5

7,2

4,4

2,6

6,8

2,9

0,5

2019

39,8

31,5

8,1

5,3

3,7

3,4

3,9

1,5

0,4

2015 (janvier)

27,8

36,3

4,7

5,5

7,3

0,6

2012(Juin)

29,7

26,9

12,3

4,5

8,5

0,3

2012(Mai)

18,8

16,8

13,2

8,5

10,5

1,2

 *  en 2023, la principal entre dichas listas de la extrema derecha es Niki (Victoria) que ha obtenido el 2,9% ; Alba Dorada había logrado el  6,3% en 2015, 7 y el  6,9%, respectivement, en mayo y junio de 2012. 

Radicalización de la derecha

En las elecciones del 21 de mayo se ha producido un innegable giro a la derecha, que adopta múltiples formas. Al superar la barrera simbólica del 40% de los votos, la ND ha vuelto -ya se acercaba en 2019- al alto nivel electoral que tenía en la época del bipartidismo ND-Pasok de antes de 2010. La extrema derecha ha subido a un nivel sin precedentes, que por el momento solo se refleja parcialmente a nivel parlamentario debido a su fragmentación. De hecho, tras la salida de Alba Dorada del panorama político, la extrema derecha ha entrado en una fase de profunda recomposición ideológica y política. Sus polos dominantes ya no están vinculados a la tradición neofascista o neonazi.

Solución Griega, que ahora se enfrenta a la competencia de Niki (Victoria), es como una formación de «alt-right». Son dos variantes de un trumpismo a la griega, que combina referencias religiosas, nacionalismo xenófobo y conspiracionismo. La Solución Griega está marcada por el carisma televisivo de su líder, Kyriakos Velopoulos, conocido por poner a la venta una crema milagrosa contra el Covid-19 y por afirmar poseer cartas manuscritas de Jesucristo. Niki, un grupo que pasó desapercibido en la escena pública antes de la noche electoral del 21 de mayo, se apoya en redes estructuradas vinculadas a sectores fundamentalistas de la Iglesia ortodoxa.

Ambos partidos defienden valores tradicionalistas, con un fuerte contenido religioso pero expresados en términos de «guerra cultural», y un discurso nacionalista y xenófobo que combina la denuncia del reconocimiento de la República de Macedonia del Norte (tras los acuerdos de Prespa), una retórica agresiva hacia Turquía (y la minoría turca que vive en Grecia) y el rechazo de las élites políticas griegas y de la Unión Europea. Aunque responsabiliza a la UE del desastre de los Memorandos aplicados por los sucesivos gobiernos griegos, la extrema derecha se cuida de no reclamar ningún tipo de ruptura con la UE (ni la salida del euro), contentándose con proclamar «Grecia primero» y cultivar la nostalgia de una mítica grandeza pasada.

La denuncia de la «inmigración ilegal» también forma parte del arsenal de la nueva extrema derecha, pero, a diferencia del modelo de Alba Dorada, no ocupa un lugar central ni va acompañada de acciones: estos grupos no son más que aparatos electorales. De hecho, su discurso sobre el tema apenas se distingue de la dura retórica antimigratoria del gobierno de Kyriakos Mitsotakis -y de las acciones que la acompañan, como la sistemática devolución ilegal de inmigrantes. También hay que señalar que este marco se ha convertido de facto en algo consensuado desde que Syriza se unió a los fundamentos de esta política (acuerdo UE-Turquía, centros cerrados para refugiados, mantenimiento del «muro» en la frontera con Turquía).

En un contexto de racismo y xenofobia banalizados, esta extrema derecha, sucesora de Amanecer Dorado, aprovecha sobre todo los sentimientos de humillación y aplastamiento de una sociedad embrutecida y empobrecida. Estas zonas privilegiadas de influencia se encuentran en la Macedonia griega, una región fuertemente polarizada sobre la cuestión del reconocimiento de la república vecina del mismo nombre, donde la suma de las dos formaciones supera en todas partes la barrera del 10%. Se sitúa entre el 12% y el 15% en ocho condados, incluida la aglomeración de Salónica. En estas zonas, ND pierde terreno (de 2 a 3 puntos y hasta 6 en el condado de Pieria), mientras que sube un punto a nivel nacional.

Los motores de la victoria de Nueva Democracia

La victoria de la derecha fue el resultado de una combinación de factores, tres de los cuales desempeñaron un papel clave: el efecto diferido de la capitulación de Syriza, la situación económica y su efecto sobre las expectativas del electorado.

Tras cuatro años en el poder, la ND está cosechando todos los beneficios de la renuncia, a la ausencia de una alternativa cultivada metódicamente por Syriza tras su capitulación ante la Troika en el verano de 2015. El electorado ha acabado prefiriendo un gobierno que acepta plenamente estas políticas y las utiliza como base de una «estabilidad» recién descubierta a un discurso de contrición («lo sentimos, no es nuestra opción, pero no podíamos hacer otra cosa»), acompañado de la implacable aplicación de políticas de devastación social grabadas en piedra en el memorándum de julio de 2015.

Cuando la esperanza que una vez estuvo asociada al turbulento periodo 2010-2015 murió, enterrada por las mismas personas que la propiciaron, todo lo que quedó en la memoria colectiva (al menos en la de una gran parte de la sociedad) fueron los angustiosos recuerdos de un violento declive, de calles con comercios cerrados, de un país estigmatizado y aplastado. Al final, lo que surge de una catástrofe así es el deseo de pasar página, de reprimir el pasado doloroso y tratar de vivir lo más «normalmente» posible. El resentimiento acumulado se vuelve entonces contra los considerados -y con razón- principales responsables de la catástrofe, es decir, los que se empeñaron en bloquear su paso.

 

Ciertamente, ND también se ha beneficiado de su consanguinidad con un sistema mediático cerrado, totalmente controlado por un puñado de oligarcas que a su vez están estrechamente vinculados al Estado griego, un sistema que ha apoyado generosamente con ayudas públicas. No hay que subestimar la capacidad de este sistema para moldear los términos del debate público y marginar, o silenciar, las voces discrepantes. Pero la razón esencial de su éxito reside en otra parte: en la mejora relativa de la situación económica en 2021-2022 y en las consecuencias de la relajación temporal de las restricciones presupuestarias en la UE a causa de la pandemia.

Gracias a la política de flexibilización cuantitativa del BCE, la creación de dinero se ha disparado en la zona euro y los tipos de interés reales han pasado a ser negativos. Con la autorización de la UE, aumentó el gasto público, sobre todo para apoyar a las empresas, pero también se beneficiaron los asalariados y otros colectivos. Impulsado por el sector turístico, que ha vuelto a su nivel anterior a la pandemia, el crecimiento griego ha compensado la caída de 2020 (-9%) para alcanzar el 8,4% en 2021 y el 5,9% en 2022, una de las tasas más elevadas de la zona euro.

Es cierto que la inflación que siguió (casi el 10% en 2022, más del 20% para la mayoría de los productos alimenticios y la gasolina, y más del 140% para la electricidad) anuló el efecto de estas medidas, provocando una rápida subida de los tipos de interés, pérdidas de poder adquisitivo y el anuncio de una vuelta progresiva a la austeridad fiscal. Sin embargo, el desempleo ha seguido bajando, aunque sigue siendo el doble de la media europea (18% en 2019, 12,5% en 2022, frente a una media comunitaria del 6,2%), y el Gobierno ha tomado una serie de medidas para apoyar los ingresos de los hogares mediante ayudas excepcionales y «vales» para estimular el consumo.

Es más, para el mar de pequeñas y medianas empresas (PYME), cuyo peso en Grecia es muy superior a la media europea[1]En Grecia, las PYME (menos de 250 empleados) representan casi el 75% del empleo, incluido casi el 28% de las «microempresas» con menos de 10 empleados (cifras del Ministerio de Trabajo griego para … Seguir leyendo), la inflación ha tenido incluso efectos positivos, ya que ha ido acompañada de un aumento de la demanda. Con la relativa recuperación de la construcción, sectores enteros de PYMEs han visto aumentar su volumen de negocios. Por último, para los agricultores (el 11,7% de la población activa en 2021, frente al 1,5% en Francia), la subida del precio de los productos agrícolas ha impulsado la renta bruta.

Como señala el economista marxista Costas Lapavitsas, «a ojos de muchos, el Gobierno de Mitsotakis parecía haber intervenido para estabilizar la situación económica en un contexto de turbulencias internacionales». Por supuesto, no todos se han beneficiado de la misma manera. En 2022, según el informe del Banco de Grecia, los beneficios empresariales se dispararon un 38%, alcanzando un máximo histórico. Este aumento alcanzó incluso una media del 72% para las 17 empresas más rentables que cotizan en bolsa. Los salarios, por su parte, se estancaron (+0,3%) y siguen siendo los cuartos más bajos de la UE. Con 780 euros al mes, el salario mínimo sigue un 11% por debajo de su nivel de 2012, un caso único en Europa. Aunque ha descendido ligeramente, la tasa de «exposición a la pobreza y la exclusión social» es también del 28% (cifras de 2022), la tercera más alta de la UE, solo con Rumanía y Bulgaria en peor situación.

Todo ello repercute claramente en las expectativas de amplios sectores del electorado. Un sondeo de opinión realizado en marzo de este año por el instituto ETERON reveló que el 60% de los encuestados se declaraba «bastante insatisfecho» (27%) o «muy insatisfecho» (33%) con su situación económica, frente a sólo un 12% de «satisfechos» y un 3,5% de «muy satisfechos» (y un 24,5% de «ni-ni»). Pero entre los que dijeron estar cerca de ND, sólo el 27% estaba insatisfecho, frente al 37% que estaba «más bien» o «muy satisfecho» (y el 36% «ni-ni»).

En cuanto al futuro, el 40% espera que su situación empeore, frente al 20% que espera que mejore y el 38% que espera que siga igual. Entre los partidarios de ND, casi el 40% se muestra «optimista» y el 47% espera estabilidad. En comparación, las cifras para los partidarios de Syriza son del 10% y el 30%, respectivamente, y el 57% espera que su situación se deteriore.

En un contexto de desplome de las expectativas de futuro, ND ha sabido aprovechar tanto la mejora de la situación de los más acomodados como una percepción más generalizada de que la situación se ha estabilizado. Así, ha podido consolidar su base electoral en circunscripciones de ingresos medios y acomodados (por ejemplo, 46% en Atenas-Norte, +0,2% respecto a 2019) y en zonas tradicionalmente conservadoras, salvo en el norte de Grecia, ha perdido terreno frente a la extrema derecha. Sobre todo, avanza significativamente en las zonas más obreras, donde vuelve a los niveles de los años 2000, especialmente en Atenas-Oeste, donde sube casi un 5%, y en el emblemático cinturón obrero del Pireo, donde salta del 30,2% al 37,4%.

El colapso de Syriza

Como hemos dicho, la clave para entender estas elecciones reside en el colapso de Syriza. El giro a la derecha es sobre todo la dislocación de la base electoral del partido. Esta había resistido relativamente bien en 2019, cuando Syriza había logrado removilizar a su electorado en torno a un reflejo de «voto útil» frente a una derecha que estaba segura de volver al poder[2]En las elecciones europeas que precedieron en dos meses a las legislativas de julio de 2019, Syriza sufrió un revés al obtener el 23,7% de los votos, frente al 33,1% de la ND.. En manos de Alexis Tsipras y su partido, este nuevo mandato -construir una oposición al Gobierno de Mitsotakis- sufrió un destino comparable al No del pueblo griego (al 62%) a la Troika en el referéndum de julio de 2015.

En los cuatro años transcurridos desde su derrota en 2019, Syriza ha liderado una oposición anémica, en línea con las políticas que aplicó cuando estaba en el poder. Votó a favor del 45% de las leyes propuestas por el Gobierno de Mitsotakis, incluidas algunas de las más emblemáticas, como la que autoriza la venta de los terrenos del antiguo aeropuerto de Elliniko al oligarca Yanis Latsis a un precio simbólico. El plan de Latsis, en asociación con capital qatarí, es construir una «Riviera ateniense» de gigantescas torres que alberguen pisos de lujo, casinos y centros comerciales.

Cabe señalar que la movilización contra este proyecto fue una de las principales causas defendidas por Syriza antes del verano de 2015. El partido de Alexis Tsipras también ha aprobado los enormes contratos de armamento, por valor de casi 15.000 millones de euros hasta la fecha, que han llevado a duplicar el presupuesto de defensa entre 2020 y 2022. Francia es uno de los principales beneficiarios, con un contrato de 2.500 millones de dólares para la compra de 18 aviones Rafale, seguido de un segundo contrato de 5.500 millones de dólares para la compra de 3 fragatas Belharra y otros seis Rafale.

La campaña electoral de Syriza reflejó esta oposición retórica. Pálida imitación de las campañas del Pasok de los años ochenta, que prometían el «cambio», comenzó presentando un programa de medidas sociales destinadas a conciliar «realismo» y «justicia». Las propuestas no tardaron en revelarse incoherentes, como la promesa de «proteger las viviendas principales» amenazadas de embargo por dificultades en el pago de las hipotecas.

Se trata de una cuestión importante en Grecia, donde unas 300.000 viviendas pueden verse afectadas en lo que se perfila como la mayor operación jamás realizada en Europa Occidental para transferir activos privados a fondos de inversión. Se trata de fondos buitre con sede en el extranjero y domiciliados en paraísos fiscales. Sin embargo, en lugar de proteger a los propietarios de viviendas, la propuesta de Syriza garantizaba sobre todo la rentabilidad de las compras de préstamos inmobiliarios «morosos» por parte de dichos fondos, hasta el 50% del valor nominal de un título adquirido de media al 3% de su valor inicial. Esto no es de extrañar, dado que fue precisamente el Gobierno de Syriza el que facilitó los procedimientos de ejecución hipotecaria y subasta, trasladando la resolución de los litigios de los tribunales (donde las sentencias de los jueces y la acción de los militantes generalmente permitían suspender la ejecución hipotecaria) a una plataforma electrónica y reprimiendo duramente las movilizaciones para proteger las viviendas amenazadas.

Tras el fracaso de su «contrato por el cambio», Syriza se centró rápidamente en seducir al famoso «electorado centrista», tentado de votar al Pasok o incluso a ND. Cantando las alabanzas de la «clase media», a la que lamentaba haber «gravado injustamente en exceso» cuando estaba en el poder, Alexis Tsipras construyó la mayor parte de su campaña en torno a un doble argumento.

Por un lado, la propuesta de un «gobierno progresista», en esencia una coalición con el Pasok, sin mencionar nunca el más mínimo contenido programático de tal alianza. El Pasok se apresuró a rechazarla en los términos más enérgicos posibles, despojándola así de la credibilidad que le quedaba. Por otra parte, Tsipras se hizo pasar por el defensor del «Estado de derecho», señalando continuamente las responsabilidades de Mitsotakis en el escándalo de las escuchas telefónicas, de las que el líder del Pasok, Nikos Androulakis, es una de las víctimas. Aunque perfectamente fundadas, estas acusaciones no hicieron mella en Mitsotakis, que se limitó a admitir haber «cometido un error». Tampoco han tenido mucho efecto en un electorado que se hace pocas ilusiones sobre la banalización de estas prácticas por parte de gobiernos de todo signo. Si han servido para algo, estos argumentos han devuelto esencialmente al Pasok a la silla de montar como fuerza reguladora en el bloque de partidos sistémicos.

Como última negación de lo que quedaba de un punto de referencia de izquierdas, Alexis Tsipras declaró durante la campaña que ahora apoyaba el mantenimiento de la valla militarizada -un auténtico «muro» antimigración- alrededor del río Evros, a lo largo de la frontera greco-turca. Esta valla permite a las autoridades griegas llevar a cabo deportaciones ilegales masivas de migrantes utilizando métodos de espionaje.  Para colmo, Syriza, que ya ha absorbido a una parte sustancial de la antigua nomenklatura del Pasok, ha considerado oportuno incluir en sus listas a candidatos como el armador greco-estadounidense y ex operador prodigio de Goldman Sachs Stefanos Kasselakis y el ex ministro y portavoz de los gobiernos de derechas Evangelos Antonaros.

Como un barco a la deriva, flotando entre corrientes contradictorias, Syriza ha visto cómo un gran tercio de su electorado de 2019 emigraba en todas direcciones. Según los sondeos a pie de urna, el 11% se fue a ND, el 10% a Pasok y el 8% a partidos de izquierda radical (Partido Comunista y MeRA25-Alianza por la Ruptura). Las mayores pérdidas se produjeron en los barrios obreros de los grandes centros urbanos, donde los resultados de Syriza se redujeron casi a la mitad (-17,5% en el cinturón obrero del Pireo, -16% en Atenas-Oeste y -18% en Ática-Oeste). En las regiones, una parte sustancial del electorado de los antiguos bastiones del Pasok ha vuelto a su partido de origen, sobre todo en Creta, donde Syriza ha registrado caídas de entre 17 y 21 puntos. Estas pérdidas también han beneficiado a ND, que ahora está en cabeza en todos los condados del país.

Entre los jóvenes (de 17 a 24 años), aunque sigue obteniendo mejores resultados que a nivel nacional, Syriza pierde 14 puntos respecto a 2019 (del 38% al 24%), principalmente en beneficio de la izquierda radical (KKE y MeRA25-Alianza por la ruptura suman un 12,4% en este grupo de edad) y del partido de Zoe Konstantopoulou (6%). Sin embargo, probablemente por primera vez en la historia de Grecia, ND está claramente en cabeza, incluso entre los votantes jóvenes (33%, 9 puntos por delante de Syriza).

Syriza ya no puede pretender ser un «partido de la alternancia» y se enfrenta a una verdadera crisis existencial. Un síntoma característico del vértigo que parece haberse apoderado de las altas esferas del partido: aturdido por la bofetada en la cara que le han propinado las urnas, Tsipras ha confiado la responsabilidad de comunicar la campaña de Syriza para la votación del 25 de junio a Nikos Marantzidis, líder de la escuela «revisionista» griega de historiadores y pionero de una reescritura anticomunista de la historia de la Resistencia y de la guerra civil. Marantzidis se distinguió por su hostilidad hacia la izquierda radical, y Syriza en particular, durante el periodo 2010-2015.

Despojada de su identidad original e incapaz de reinventar una de nueva, débilmente arraigada en la sociedad civil (no controla ningún municipio importante y solo tiene una presencia marginal en el movimiento sindical o estudiantil) y totalmente centrada en la figura ya devaluada de su líder, Syriza está entrando en un periodo de turbulencias. Como sugieren algunas de sus principales figuras, incluso la cuestión de suceder a Alexis Tsipras ya no es tabú…

La recuperación del KKE… y sus límites

El Partido Comunista de Grecia (KKE) fue uno de los ganadores de las elecciones del 21 de mayo. Con un 7,2%, sube 1,9 puntos respecto a 2019 y ha logrado recuperar la mayor parte del terreno perdido en 2012 cuando, al rechazar la propuesta de unidad que le planteó Syriza, perdió casi la mitad de su electorado entre el escrutinio de mayo (8,5%) y el de junio (4,5%). El KKE es el único partido de izquierdas que conserva una base militante y popular. Su frente sindical (PAME) es una fuerza importante, aunque claramente minoritaria en el movimiento obrero, y su organización juvenil está bien establecida en las universidades, donde ganó las elecciones estudiantiles por segundo año consecutivo (con una participación creciente de casi el 30%).

En estas elecciones, el KKE pudo aparecer así como un voto refugio, en apoyo de una fuerza histórica de izquierdas, claramente identificable y presente sobre el terreno. Su campaña no prometía otra cosa que formar una «fuerte oposición» a cualquier gobierno que saliera de las urnas. Esta línea concuerda con el sentido común de la época, que se resigna a la ausencia de alternativa.

Con una base electoral pequeña pero leal y bien estructurada, el KKE ha sido capaz de avanzar entre los votantes jóvenes (7,3% en el grupo de 17 a 24 años, +3,3% respecto a 2019; 8,1% en el grupo de 24 a 35 años, +2,1%) y particularmente entre los estudiantes, donde ha duplicado su puntuación anterior (del 4% al 8,2%). Sus resultados superan el 10% en los barrios populares de las grandes ciudades (11% en el cinturón popular del Pireo, 11,5% en Atenas-Oeste) y en las zonas regionales tradicionales (13% en Lesbos, 35% en Icaria, en torno al 11% en algunas islas jónicas). Sin embargo, esta recuperación no debe ocultar el hecho de que el colapso de Syriza está beneficiando principalmente a las fuerzas a su derecha[3]Según las encuestas a pie de urna, el 24% del electorado de Syriza en 2019 se decantó por la ND, el Pasok o la Solución Griega, el 5% por el KKE y el 3,3% por MeRA25-Alianza por la Ruptura., con el KKE cosechando un escaso 5%. Incluso en los barrios obreros de Atenas y El Pireo, su avance es mucho más débil que el de la derecha (en una proporción que varía de 1:2 a 1:3).

A pesar de sus limitaciones, la recuperación del KKE podría haber traído una nota de esperanza si el partido no hubiera persistido en un sectarismo, que lo mantuvo alejada, no sólo de cualquier forma de unidad de acción con otras fuerzas de la izquierda radical, incansablemente denunciadas como «muletas del sistema», sino también de todas las grandes movilizaciones populares del último período. Por ejemplo, el KKE rechazó cualquier participación en el movimiento Ocupa las Plazas de 2011, al que acusó de «pequeñoburgués», «antipolítico» y mero «desahogo».

También se negó a pedir el «no» en el referéndum de julio de 2015, prefiriendo promover el «no» y enviando a sus activistas a distribuir papeletas con los lemas del partido fuera de los colegios electorales. Esta línea sectaria está en consonancia con la nostalgia sistemáticamente cultivada por la URSS, e incluso por Stalin, cuyas obras completas (en 16 volúmenes encuadernados en cuero) han sido reeditadas por la editorial del partido y puestas a la venta al precio promocional de 208 euros.

Más estratégicamente, el KKE ha rechazado la línea de los «frentes populares», que le ha valido cierta benevolencia por parte de algunas corrientes de extrema izquierda, pero se ha vuelto, con algunos matices, hacia la línea del VI Congreso de la Comintern, que equiparaba la socialdemocracia con el «socialfascismo » y predecía el colapso inminente del capitalismo. También rechaza cualquier reivindicación transitoria, que se considera esencialmente como hacerle el juego al sistema. Tras la reciente catástrofe ferroviaria de Tempi, se negó a reclamar la nacionalización de los ferrocarriles, argumentando que, ya sean privados o públicos, están al servicio del capital.

En la práctica, a pesar de una labor sindical a menudo encomiable (sobre todo en la industria y el sector privado, abandonados por los sindicatos burocratizados), la retórica radical del KKE sirve para enmascarar una práctica de pasividad política. Su acción se centra por completo en el fortalecimiento del partido y de sus diversos frentes (sindical, juvenil, cultural, etc.), que quedan reducidos al papel de correas de transmisión. Como indica el reciente comunicado triunfalista de su Comité Central, su (relativa) recuperación electoral no hará sino confirmar su línea sectaria y su neo-stalinismo nostálgico. Tanto más cuanto que el fracaso del único polo unitario de la izquierda radical, MeRA25-Alianza por la Ruptura (MeRA25-AR), si se confirma en las urnas el 25 de junio, hará del KKE la única fuerza a la izquierda de Syriza representada en el parlamento.

El fracaso de MeRA25-Allianza por la ruptura

Las causas del fracaso de MeRA25-AR no pueden reducirse a un único factor. Conviene recordar algunas de las etapas del proceso que condujo a la formación de dicha coalición. Su principal componente (en términos electorales) es MeRA25, una formación creada en 2018 por Yanis Varoufakis como la sección griega de su movimiento transnacional europeo Diem25. Consiguió superar la barrera del 3% en las elecciones de 2019 y entrar en el Parlamento. Al igual que su líder de alto perfil, esta formación, que no tiene raíces militantes, encarna una mezcla inestable de izquierda societaria (especialmente en cuestiones de derechos de las minorías), europeísmo de izquierdas y la lucha anti-Troika del período 2010-2015. Su electorado de 2019 era muy heterogéneo, pero con un fuerte componente juvenil y cierto éxito en los suburbios obreros de Atenas y El Pireo.

En los cuatro años siguientes, MeRA25 empezó a estructurarse y, sobre todo, a clarificar gradualmente su línea en una dirección más radical. En un texto publicado el pasado mes de diciembre, Varoufakis hizo un llamamiento a una amplia agrupación de las fuerzas de la izquierda radical sobre una base programática que refleja el giro a la izquierda de sus posiciones: no reformabilidad de la UE, desvinculación de la OTAN y no alineamiento, salida del euro si es necesario, y énfasis en el tema de la ruptura.

De las organizaciones de izquierda radical, sólo Unidad Popular decidió seguir su ejemplo, al que se unieron algunos intelectuales y militantes de movimientos sociales. La coalición así formada, bajo el nombre de «MeRA25-Alianza por la ruptura», se presentó bajo el lema «por primera vez, la ruptura». Dotada de un elaborado programa de propuestas alternativas, que recordaba en su ambición y posicionamiento al “Avenir en commun” de LFI [la France Insoumise], pretendía demostrar que «todo puede ser diferente».

Entre sus propuestas, sólo una ha recibido atención mediática: la de un sistema de pago electrónico basado en la plataforma digital de la Agencia Tributaria, que permitiría eludir el sistema bancario y proporcionar al Estado un medio de pago sin utilizar una moneda nacional. Al abrir una cuenta en este sistema (apodado «Dimitra»), los particulares podían evitar las exorbitantes comisiones que cobran los bancos griegos por la más mínima transacción y beneficiarse de un descuento en sus impuestos, que habría funcionado como medio de remuneración de su cuenta.

Es más, y esto también estaba incluido en la propuesta, un sistema así habría facilitado considerablemente la transición a la moneda nacional si el BCE repetía el chantaje de liquidez que llevó a cabo en 2015. Esto fue todo lo que hizo falta para desatar una avalancha de propaganda alarmista por parte de ND y los medios de comunicación, que agitaron constantemente el fantasma de 2015, la salida del euro y la estigmatización de Varoufakis como el que quería llevar a Grecia a la bancarrota. Syriza se apresuró a seguir su ejemplo y el resto de las propuestas fueron totalmente ignoradas.

Aunque esto sin duda ayudó a mantener a la parte más moderada del electorado alejada de MeRA25-AR en 2019, la clave del fracaso sin duda se encuentra en otra parte, concretamente en la ausencia de una base electoral mínimamente estable y la consiguiente rotación del electorado entre 2019 y 2023. MeRA25-AR atrajo solo al 18% del electorado de MeRA25 en 2019, el 42% del cual se decantó por ND, el 27% por otras formaciones de izquierda radical (KKE y extrema izquierda) y el 13% por el partido de Zoe Konstantopoulou[4]Datos del politólogo Yannis Mavris disponibles aquí. Las cifras exactas de MeRA25-AR me fueron enviadas personalmente.. Los avances más limitados procedieron principalmente de los votantes de Syriza, de otros partidos de izquierda radical e incluso de ND. Demasiado tarde para ser realmente convincente, insuficientemente anclado en prácticas militantes, con sólo Unidad Popular teniendo una (pequeña) base organizativa, el giro a la izquierda ha costado más de lo que ha ganado.

A pesar de su orientación unitaria, la coalición liderada por Yanis Varoufakis se mostró insuficientemente competitiva en el terreno de la izquierda radical, donde decidió posicionarse sin ambigüedades. Creíble cuando emana de una fuerza como France Insoumise, el intento de encarnar una alternativa rupturista parecía una carga demasiado pesada para una formación que lucha por su mera supervivencia parlamentaria. En un contexto de retroceso general de la izquierda, el KKE parecía una apuesta segura como fuerza de oposición, sobre todo porque el discurso propositivo de Varoufakis podía parecer demasiado tecnocrático y abstracto a ojos de la fracción más popular del electorado. De hecho, en comparación con su resultado de 2019 (un 0,8% menos que la media nacional), MeRA25-AR sufrió las mayores pérdidas en los barrios obreros de Atenas y El Pireo (-1,5% en el cinturón obrero de El Pireo, -1,3% en el municipio de Peristeri, -1,8% en el de Aspropyrgos, dos municipios obreros de los sectores occidentales de la aglomeración de Atenas). Se mantiene mejor entre los jóvenes (del 6% al 5,1%) y, en particular, entre los jóvenes estudiantes (estable en el 6%), pero queda por detrás del KKE incluso en esta categoría.

La sorpresa Zoé Konstantopoulou

MeRA25-AR, y la izquierda radical en general, han sufrido la competencia del partido Curso de Libertad de Zoé Konstantopoulou, conocida abogada y efímera presidenta del Parlamento durante el primer Gobierno de Syriza en 2015. Creado en 2016, este partido se basa enteramente en el carisma de su líder y en un discurso que inicialmente pretendía ser «populista de izquierdas». Su principal inspiración fue la campaña de Mélenchon de 2016-2017 y, en particular, sus tintes patrióticos y republicanos.

En 2018, con el nacionalismo al rojo vivo por la cuestión de Macedonia, Zoé Konstantopoulou decidió convocar concentraciones de protesta contra el acuerdo de Prespa negociado por el Gobierno de Syriza y por el que se reconocía al Estado vecino con el nombre de «República de Macedonia del Norte». Estas concentraciones masivas, especialmente en el norte de Grecia, estuvieron claramente dominadas por la extrema derecha. Proclamaron su negativa a reconocer cualquier Estado que llevara el nombre de Macedonia, considerado propiedad exclusiva de Grecia. Este giro nacionalista provocó una ruptura en las ya tenues relaciones entre Konstantopoulou y la izquierda radical.

En las elecciones de 2019, Curso de Libertad obtuvo un 1,5% y no logró entrar en el Parlamento. Sin embargo, logró posicionarse como el punto de referencia de una constelación emergente de pequeños partidos «soberanistas», combinando nacionalismo, rechazo de la división derecha-izquierda y retórica anti-Troika y «antisistema». El escrutinio del 21 de mayo le permitió dar un nuevo impulso a este planteamiento.

Experta en hablar de forma sencilla y directa, adquirida a lo largo de muchos años de práctica en los tribunales, Zoé Konstantopoulou consiguió «triangular» los temas antisistema de la «derecha» y de la «izquierda»: eslóganes nacionalistas (sobre Macedonia o las relaciones con Turquía) mezclados con referencias a las luchas del periodo 2010-15 (en particular sobre la cuestión de la deuda); defensa de la «identidad de la nación», pero también destacando su condición de única mujer líder de un partido político griego y una fuerte retórica sobre la cuestión de la violencia sexista y sexual y los ataques a la comunidad LGBT+ ; Hizo un guiño a los opositores a la vacunación, pero también defendió los derechos y libertades públicas y denunció la represión policial y la violencia estatal contra los refugiados; su retórica de virulento rechazo a todo el personal político estuvo acompañada de un fuerte sentido del legalismo y de un constante recordatorio de su estatus institucional como ex Presidenta del Parlamento.

Los resultados de las elecciones y los datos de los sondeos a pie de urna indican que la composición del electorado de Curso de Libertad refleja la «triangulación» operada en el discurso de su líder. Incluye a algunos de la derecha, e incluso de la extrema derecha, como sugiere el hecho de que captó a casi el 9% del electorado que se planteaba votar al partido sucesor de Amanecer Dorado (al que una sentencia judicial impidió presentarse), y los resultados en la aglomeración de Salónica, donde duplicó su resultado de 2019. Pero también logró captar al 13% del electorado de MeRA25 en 2019[5]Datos de Yannis Mavris, facilitados a título personal..

El perfil general es sociológica y espacialmente «de izquierdas», y Curso de Libertad obtiene sus mejores resultados en los suburbios obreros de Atenas y el Pireo (4% en Atenas-Oeste, 4,3% en el cinturón del Pireo, con picos del 5% en los municipios más obreros). En cambio, en los barrios de clase media, los resultados están muy por debajo de la media nacional (1,3% en Filothei, 1% en Ekali). El partido también se abre paso entre los jóvenes, superando a MeRA25-AR entre los jóvenes de 17 a 24 años (5,9% frente a 5,1%).

Así, este perfil «soberanista» ha podido atraer a una parte significativa del voto «antisistema» y competir eficazmente con el KKE y, sobre todo, con MeRA25-AR en el terreno del voto-sanción contra Syriza. Las primeras encuestas posteriores al 21 de mayo sugieren que el partido tendrá aún más éxito en la votación del 25 de junio y que es casi seguro que romperá la barrera del 3% que le da acceso al parlamento.

El regreso del «viejo mundo”

Como señala el politólogo Yannis Mavris, la votación del 21 de mayo desmintió a quienes pensaban que la configuración de 2019 auguraba un bipartidismo estabilizado, comparable al del periodo 1981-2009, con Syriza ocupando el lugar que antes ocupaba el Pasok. Los primeros en dar crédito a esta suposición falaz fueron sin duda Alexis Tsipras y la dirección de su partido, que creyeron que el electorado popular y los jóvenes eran definitivamente suyos, y que podían emprender con seguridad una «carrera hacia el centro» para ganarse al electorado «moderado» de las clases medias y altas.

En realidad, si bien el bipartidismo se está reduciendo (la suma Syriza-ND ha caído del 71% al 61%), es exclusivamente en detrimento del polo «centro-izquierda», dejando vía libre a una derechización acelerada del paisaje político. Actualmente, las únicas fuerzas capaces de infligir pérdidas a la ND son las formaciones de extrema derecha. Solución Griega y, con toda probabilidad, Niki parecen seguros de estar representados en el parlamento que saldrá de las urnas el 25 de junio, dando a la extrema derecha un peso institucional nunca antes alcanzado.

Otra forma de leer estos resultados es ver el regreso del «viejo mundo», es decir, de las fuerzas políticas barridas por el levantamiento popular de 2010-2015 y las históricas elecciones de mayo y junio de 2012. La derecha ha vuelto al lugar donde estaba en su apogeo, el Pasok ha resucitado de entre los muertos, el KKE ha vuelto al lugar donde estaba y, por primera vez desde la caída de la dictadura (con la excepción de un breve período entre 1993 y 1996), puede incluso afirmar que monopoliza la representación institucional de la izquierda radical. La irrupción de una formación como la de Zoe Konstantopoulou sirve también de advertencia: es muy posible que el confusionismo (anti)político sea capaz de llenar el vacío dejado por la incapacidad de construir un polo unido y creíble de la izquierda rupturista.

Una vez más, sólo podemos concluir que las negaciones y traiciones de la izquierda allanan el camino a la restauración reaccionaria y a una dinámica de radicalización de la derecha. Queda por ver hasta qué punto las elecciones del 25 de junio confirmarán o invertirán estas tendencias. Después de todo, el suelo sobre el que descansa el sistema político griego ha demostrado ser más friable de lo esperado.

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Notas del artículo

Notas del artículo
1 En Grecia, las PYME (menos de 250 empleados) representan casi el 75% del empleo, incluido casi el 28% de las «microempresas» con menos de 10 empleados (cifras del Ministerio de Trabajo griego para 2022). En Francia, las PYME representan el 47% del empleo total y las microempresas el 19% (equivalente a tiempo completo – cifras del INSEE para 2017
2 En las elecciones europeas que precedieron en dos meses a las legislativas de julio de 2019, Syriza sufrió un revés al obtener el 23,7% de los votos, frente al 33,1% de la ND.
3 Según las encuestas a pie de urna, el 24% del electorado de Syriza en 2019 se decantó por la ND, el Pasok o la Solución Griega, el 5% por el KKE y el 3,3% por MeRA25-Alianza por la Ruptura.
4 Datos del politólogo Yannis Mavris disponibles aquí. Las cifras exactas de MeRA25-AR me fueron enviadas personalmente.
5 Datos de Yannis Mavris, facilitados a título personal.
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