Actualidad Internacional: Entrevista con…

Estamos ante una crisis de representación política más de fondo, ante un divorcio paulatino entre el peronismo y sus bases electorales

27/09/2021

Martín Mosquera

Licenciado en filosofía, docente en la Universidad de Buenos Aires, editor principal de Jacobin América Latina y referente de la organización política Democracia Socialista.


Fuente:
ANRed

¿Cómo ves hoy al Frente de Todos y como analizas la reciente derrota de las paso con esta nueva recomposición del gabinete?

Voy a empezar por algo más general: la naturaleza del Frente de Todos. Se trata de una coalición contradictoria. En primer lugar porque, como suele decir Adrián Piva, interioriza contradicciones “por arriba” y “por abajo”. Dentro de la coalición están representados diferentes sectores sociales y tienen participación política representantes de fracciones industriales o agroindustriales exportadoras, del capital petrolero, sectores vinculados al mundo agrario vinculados al peronismo de Santa Fe, Córdoba, etc. Y, a la vez, interioriza presiones por “abajo”, es decir, de los sindicatos y los movimientos sociales que, más allá de que estén representados por sus variantes más burocráticas, son sectores que cargan a la coalición de gobierno de sus propias aspiraciones: revertir el ajuste que aplicó el macrismo y mejorar la capacidad adquisitiva del mundo popular. Entonces, en primer lugar, es una coalición que agrupa a sectores sociales y políticos heterogéneos.

Esta naturaleza contradictoria luego se personifica en sectores políticos específicos. Por un lado, quien tal vez representó más nítidamente las tendencias al ajuste y a la reestructuración fue el ministro Guzmán, quien estuvo en el centro de la tormenta desde antes de las elecciones. Recordemos los debates sobre tarifas o sobre la movilidad jubilatoria. El gobierno se transforma en un campo en disputa entre tendencias que representan no solo sus ideologías explicitas sino contradicciones sociales de fondo.

En un sentido más general, diría también que la coalición de gobierno representa las contradicciones entre el programa que está obligada a llevar a cabo, que está en el marco del acuerdo con el FMI, y las tareas de legitimación política ante su base social. Todas estas contradicciones dan lugar a una situación inestable, que es la que vimos en estos dos años, con las marchas y contramarchas. El caso de Vicentín es paradigmático: primero se anuncia la expropiación y luego se revierte patéticamente. Las diferentes tensiones entre Máximo y Cristina, por un lado, y el ministro Guzmán, por otro, son expresión de esto. Este creo que es el escenario general.

Pero, ¿cómo llegamos a este panorama electoral? Deberíamos decir que a todos nos sorprendió el resultado. Si uno observaba las opiniones de encuestadores, periodistas o dirigentes políticos todos predecían una elección donde el oficialismo ganaba por 4 ó 5 puntos. Una elección inusualmente normal. Inusual por el contexto en el que se desarrolla: no solo en el marco de una pandemia sino también de un fuerte ajuste. Ahora bien, si vemos el resultado final uno debería decir que la sorpresa fue perfectamente lógica. En un contexto de fuerte retracción del poder adquisitivo de la clase trabajadora y de caída de la actividad económica (que ahora se está recuperando pero que no recupera los niveles previos a la crisis y además se expresa fundamentalmente en una recomposición de las ganancias empresariales y repercute poco en empleo o en salario) es muy difícil ganar una elección.

Yo creo que la explicación del resultado electoral es multicausal pero el factor económico es predominante y es previsible que así sea en un contexto como este. La coalición gobernante se confió demasiado en la idea que el peronismo unificado no pierde, y habría que decir que cuando el salario está a la baja es muy difícil ganar una elección. Por ello, los gobiernos ajustan en el año par y recomponen en el año impar.

En cualquier caso, estas elecciones las pierde el gobierno más que la gana la oposición. Esto se ve en que Juntos por el Cambio mantiene estable su porcentaje electoral si se lo compara con 2017 o 2019. El gran cambio es el derrumbe del voto del peronismo. Ese voto parece haber ido fundamentalmente hacia los altos niveles de abstención y de votos nulo o en blanco. Si la mayoría de esa masa electoral que no fue a votar o impugno había votado al peronismo hace dos años, entonces los que se está expresando es una insatisfacción ante el ajuste por parte de una base electoral que esperaba recomponer su poder adquisitivo luego del macrismo.Esta es la peor elección del peronismo unido en toda su historia. Estamos hablando, entonces, de una crisis política del peronismo muy seria. Hay que analizar si estamos ante una crisis de su capacidad de representación política más de fondo, ante un divorcio paulatino entre el peronismo y sus bases electorales. Posiblemente haya que volver sobre la hipótesis del ya célebre texto de Juan Carlos Torre “Los huérfanos de la política de partidos revisited”, donde describe la grieta que atraviesa al sujeto social del peronismo entre el sector formal y el informal de la clase trabajadora, que tiende a representarse en sectores políticos diferentes, los primeros más conservadores y hostiles a los planes sociales, y los segundos más dependientes de la asistencia social (lo que no significa ideológicamente progresistas). En los últimos años, esta fue la división entre Massa y Cristina Fernández.

¿Ves una crisis en el Frente de todos? Que quizá fue anticipada por algunas voces críticas dentro del FDT?

Todos vimos la crisis política que desató la derrota electoral con el retiro de todos los ministros vinculados a Cristina para forzar un cambio de gabinete y que luego escala con la carta de la vicepresidente diciendo “perdimos porque ajustamos durante dos años”. Pensemos no solo en el impacto político, sino ideológico o subjetivo que tiene esta carta que acusa a su propio gobierno y deja al desnudo a su propia militancia que estaba negando el ajuste hasta el día anterior.

La crisis es innegable, lo que está por verse es la eventual recomposición de la coalición. Lo que puede decirse es que por el momento se zanja con una mayor presencia del PJ en el gabinete y con la forzada aparición de una especie de albertismo. Si durante estos años, Alberto Fernández no había sabido, querido o podido construir un ala de sustentación propia, independiente del kirchnerismo, se vio forzado a hacerlo luego de la ofensiva de Cristina.

Una parte de esta crisis es la que afecta a los sectores más progresistas de la coalición de gobierno, que ahora se enfrentan a una derrota electoral y a que su jefa política reconoce que la causa de ésta es haber aplicado una receta económica ortodoxa. Nada menos. Esto los deja con el pie cambiado. Si uno analiza el desempeño de cualquier dirección sindical vinculada al gobierno, que aceptó una paritaria con salario a la baja, es claro que ahora quedó al desnudo y en cierto modo evidenciada por su propia jefa política.

Respecto a las críticas dentro de la coalición de gobierno creo que hay algunas pocas voces que han sido disonantes, como la de Juan Grabois o la de Claudio Lozano. Pero lo primero que tenemos que decir es que las críticas han sido muy pocas y que además se han reducido al plano de la intervención mediática o declarativa. De hecho, si algo caracterizó estos años fue una pasividad enorme del movimiento de masas. Si en otros países latinoamericanos hubo grandes movilizaciones o estallidos sociales, Argentina, que tiene larga tradición de luchas callejeras, ha experimentado una gran pasividad social. Solo el peronismo es capaz de tamaña tarea de contención social. Es decir, esos sectores que deberían estar criticando no solo verbalmente sino desde la movilización social, no lo hicieron. Esto muestra un dato importante: la integración política a la coalición de gobierno no es inocua, suele implicar un alto costo en desmovilización social y adaptación política.

En cualquier caso, no quiero hacer sobre esto juicios sumarios. Vamos a ver cómo evoluciona. Por ejemplo, la carta de Cristina abre un espacio de debate social, que hay que ver como se desenvuelve (más allá de las intenciones de la propia Cristina). Yo creo que la presión sobre esos sectores va a ser vez progresivamente más grande cuando es la misma Cristina Kirchner la que dice «acá hubo un ajuste y si queremos ganar las elecciones hay que cambiar el rumbo». Entonces hay un sector que puede empezar a pensar que para bancar a este gobierno y derrotar a la derecha hay que obligarlo a un cambio de rumbo. Acá solo planteo un escenario hipotético. Hay que estar atento a cómo evoluciona esto. Hasta ahora lo que vemos es una enorme pasividad social. Grabois va a la televisión y crítica pero no se compromete a un plan de lucha sistemático.

En esta oportunidad que mencionas; esta brecha que parece abrirse por izquierda en el FDT mientras que desde la izquierda contamos con una buena elección del FIT-U que se consolida como tercera fuerza nacional con buenos números en algunas provincias y con una excelente elección en Jujuy pero que no parece abrirse para integrar a otras fuerzas. Teniendo en cuenta también la negativa de Zamora a integrar un frente unido. ¿Cómo ves a las izquierdas y al campo popular en este escenario?

Todavía no afirmaría que hay una brecha por izquierda en el FDT. Dejemos eso como hipótesis abierta, es decir, que la situación actual genere mayor presión a la movilización o a la diferenciación política de sectores internos en el kirchnerismo. Es una posibilidad. Todavía no se esta verificando pero podría suceder por que hay condiciones más propicias.

Por su parte, la izquierda tuvo un buen resultado, lo cual contrasta con la idea que esta elección consagra una derechización política general. La hipótesis de la derechización es compleja de analizar. Si bien emerge con cierta fortaleza un fenómeno a la derecha del macrismo, que tiene a Milei como su figura paradigmática, por otro lado Juntos por el Cambio se mantiene estable, la tercera fuerza es el FIT-U y los votos que pierde el kirchnerismo van sobre todo a la abstención y al voto nulo y blanco.

Con respecto al crecimiento del FIT-U es importante conservar el sentido de las proporciones. Esta elección mantiene más o menos los mismos valores de las PASO de las últimas legislativas, donde el FIT-U tenía un partido menos (el MST). Por lo cual si, por un lado, uno se alegra de que se mantenga electoralmente una oposición de izquierda al gobierno, por otro lado, contra la idea de «elección histórica», hay que decir que en un contexto de una crisis tan grande del peronismo la pregunta debería ser por qué el FIT-U no crece más. Es decir, si estamos ante una gran insatisfacción social, sobre todo con las promesas progresistas incumplidas del gobierno, uno podría imaginar que una corriente política que está estabilizada en el sistema político, que tiene recursos, que tiene figuras públicas instaladas, debería superar cualitativamente sus elecciones anteriores. Por ahora eso no sucedió.

Entonces: ¿porque no crece más? Bueno, acá aparecen los limites de la experiencia del FIT que, entre otras cosas, es una fuerza reticente a incorporar a otros sectores y tradiciones militantes. Creo que el FIT perdió hace bastante tiempo la posibilidad de encabezar un movimiento político amplio, anticapitalista, popular, plural.

En segundo lugar, se mantiene como un frente exclusivamente electoral, muy funcional a sus integrantes en cuanto a su autoconstrucción partidaria pero muy deficitario en términos de la construcción de un marco unitario de largo plazo. Eso lo vemos, cada tanto, en la lucha fratricida que desarrollan internamente, lo que genera un cierto rechazo en su propia periferia social y activista. La única incorporación que tuvo el FIT desde su fundación en el 2011 fue el MST. Y sucedió porque en 2019 el MST le infringió un daño electoral al FIT sacándole votos muy valiosos. Es decir, solo una presión electoral logró quebrar su autolimitación sectaria. Un cálculo electoral, no una cuestión programática.

El FIT también tiene otra limitación política relacionada con su ubicación en la situación política. El FIT debería interpelar a la base social que hoy pone sus expectativas de transformaciones  progresivas en el kirchnerismo. Pero este sector social tiende a ver al FIT  o bien como sectario o bien como “funcional a la derecha”. En esta última acusación hay mucho del típico macartismo peronista, pero lo terrible es que en este caso no es del todo falsa. Por ejemplo, cuando se votó el impuesto a las grandes fortunas, el FIT se abstuvo. Si vamos hacia atrás, las fuerzas del FIT-U se opusieron, o tuvieron posiciones divididas, ante la estatización de YPF o de las AFJP, para mencionar solo unos ejemplos representativos. E incluso hubo fuerzas de FIT-U que se movilizaron con las entidades agrarias en el conflicto con “el campo”. Es decir, las fuerzas del FIT en relación al kirchnerismo combinan en dosis variables sectarismo y oportunismo. Un sistemático sectarismo ante el kirchnerismo y una intermitente coincidencia con la oposición de derecha. Esto hace que la base electoral del kirchnerismo no vea al FIT como un fenómeno interesante y refuerce la idea de que para enfrentar a la derecha solo cuenta con el kirchnerismo. En un sentido, esta mezcla de sectarismo y oportunismo del FIT refuerza la hegemonía del kirchnerismo sobre la juventud, la vanguardia y los sectores progresistas.

Si bien el FIT es un fenómeno electoral duradero y eso es valioso, como fenómeno militante creo que no está en su mejor momento. Entre el 2013 y el 2015 el FIT despertó una gran corriente de simpatía. Yo creo que eso hoy no está. Incluso aunque mejore sus resultados electorales en noviembre, sus limites están en el plano estratégico. En su autolimitación sectaria y en su rechazo a construir un marco unitario plural para darle una prolongación política a las luchas contra el ajuste. Y en su ubicación y táctica ante el kirchnerismo. El kirchnerismo es un fenómeno político que a veces concede medidas parcialmente progresivas y desarrolla enfrentamientos puntuales con la clase dominante que son visibles para todo el mundo. Y una izquierda razonable, en esos casos, debería apoyar las medidas positivas (por limitadas que sean) e impulsar un campo de acción unitario contra la derecha, manteniendo siempre la independencia política. Esta lógica el FIT la rechaza. Y tiende a reproducir un tipo de política que el sentido común la procesa con una fórmula del tipo: «para el FIT son todos lo mismo». Y como para la gente no es todo lo mismo, el FIT queda ocupando o bien un papel sectario, o bien a veces un papel oportunista cuando mezcla banderas con la derecha en la oposición a las medidas progresivas.

¿La izquierda parece no haber logrado captar el voto anti sistema que pareciera quedar en manos de expresiones de derecha como Milei. ¿Que opinas de esto?

Yo creo que captó un sector, porque con respecto a la elección legislativa de 2017 no crece significativamente pero en relación al 2019 sí, entonces hay un sector que en 2019 voto al FDT y ahora vota al FIT. Pero insisto, la verdadera pregunta en ese caso es porque no crece más. Si tenemos un “voto bronca” tan grande, es decir un voto de rechazo al sistema político de conjunto, ¿porque el FIT no aparece más significativamente como un canal de castigo al régimen político?

En resumen, parece haber dos cuestiones: primero, como decía antes, para el sector más ideologizado del progresismo, el FIT no aparece como un instrumento interesante por las limitaciones sectarias que ya describimos. Pero, por otro lado, empieza a configurarse una cuestión que ya excede a los limites y potencialidades del FIT, que es un voto “anti-establishment” de derecha. Acá no podemos responsabilizar al FIT. El voto a Milei tiene estas características, un voto que antes hubiera sido el voto a Zamora, un voto de rechazo al conjunto del sistema político, de rechazo a la casta política, pero que ahora se expresa junto a un programa liberal de extrema derecha. Para utilizar la expresión de Pablo Stefanoni: una “rebeldía de derecha” . Hay que seguir de cerca este fenómeno porque quizá signifique un cambio ideológico significativo en una franja de la población.

¿Cuáles son las causas de la irrupción de un sector tan extravagante como los “libertarios”? Por un lado, expresa una radicalización de un sector de la base del macrismo. Es decir, sectores que en su momento se entusiasmaron con Macri y que piensan que su fracaso se debe a que no fue lo suficientemente duro. En segundo lugar, creo que no hay que subestimar el carácter anti-feminista de la extrema derecha. En todo el mundo la extrema derecha polariza contra lo que ellos denominan “ideología de genero”. Y esto no debería llamar la atención porque se trata de la reacción a un gran movimiento social, que logró enormes conquistas, y es lógico que genere una respuesta político-cultural y que ese sector busque una representación política en la que expresarse. Pero a lo que me parece que hay que prestarle más atención, y que significaría un fenómeno más novedoso, es a otro punto. Argentina tiene en sus bases ideológicas más profundas, casi subliminales, ideas en torno a la necesidad de la distribución progresiva del ingreso y a la intervención del Estado para garantizarla. Son parte bastante transversal de la conciencia nacional. Pero ahora empieza a aparece un sector, todavía minoritario pero de masas, que dice que todo los problemas del país son el Estado, el “populismo”, los planes sociales, etc. ¿Esto no esta expresando un quiebre ideológico que puede ser el resultado de un agotamiento con la experiencia del progresismo? Si uno piensa en los chicos que votan a Milei, hay que advertir que para ellos el kirchnerismo son los bolsos de López y estos dos años de gestión lamentable. La juventud que se entusiasmo con el kirchnerismo en el 2008- 2010 hoy pinta canas. ¿No es la expresión embrionaria de un 2001 al revés? Es decir, si el 2001 generó una presencia callejera permanente, una politización de las necesidades sociales, que legitimaba la intervención del Estado para resolver los problemas sociales, y un gobierno moderadamente progresista, hoy un sector de la población esta sacando conclusiones inversas, producto en parte de las limitaciones del ciclo progresista que incumple sus propias promesas.

Dicho esto, debemos nuevamente preservar el sentido de las proporciones. La gente se impresiona rápido. En cualquier caso, no estamos frente a una situación como la de Brasil previo al ascenso de Bolsonaro. Creo que la experiencia argentina se parece más a la del ascenso de la extrema derecha en Europa, donde aparecen formaciones de este tipo que capitalizan una parte de insatisfacción social y condicionan la agenda publica, pero que no tienen la capacidad  de ser una amenaza directa en la disputa de poder. Ese ascenso abrupto que tuvo Bolsonaro en Brasil no es posible en Argentina, por la solidez relativa de su sistema político y porque hay una relación de fuerzas que no permitirían un gobierno de ese tipo: el peso de los sindicatos, de los movimientos sociales, de los movimientos de Derechos Humanos, etc. Hoy estamos todavía lejos de una hipótesis de ese tipo. Hay que tener cuidado con la exageración de este peligro porque suele funcionar como una ardid para justificar una política de “mal menor”.

¿Entonces, gira la sociedad a la derecha?

Yo creo que todavía es prematuro afirmar eso. Hay muchos elementos que relativizan esta idea que se instaló demasiado rápido. Uno de los indicadores es que la izquierda sacó más votos que los “libertarios”. Otro indicador lo debemos buscar en cómo caracterizamos el voto que retiró su apoyo al kirchnerismo. ¿Es un voto a la derecha o es un voto de impugnación al ajuste? Si bien la respuesta es más compleja de lo que parece, no creo que se pueda negar que es un voto que rechaza el ajuste en curso, aun si eso empuja a un sector a la derecha. En cierto modo, esta elección es una extensión de la elección del 2019, y esto quiero decirlo con cautela, en el sentido de que en el 2019 asistimos a un gran veto electoral al ajuste en curso. Esto parece tener continuidad en esta elección. No explotó la situación social, pero “explotó” electoralmente el gobierno. De hecho, en parte la hoja de ruta pro-ajuste que tenía preparada el gobierno se vio desbaratada por este resultado.

Entonces, ¿cual fue el sector que no fue a votar? Por ahora no tenemos información suficiente pero tiendo a creer que fundamentalmente es el sector del asalariado formal, el pequeño comerciante, el cuentapropista calificado. Es decir, un sector social que siempre fue más o menos reticente al kirchnerismo. Que ideológicamente esta un poco más a la derecha y que combina aspiraciones contradictorias: por un lado, quiere aumento salarial y por el otro es un sector conservador que no quiere grandes confrontaciones con la clase dominante. Hay una dinámica muy contradictoria ahí. Como decía antes, ¿este sector que se retira no es señal de una crisis de largo plazo del peronismo? ¿No es el mismo sector que se distanció de Cristina cuando apareció el peronismo federal en 2009? ¿No es el mismo sector que se sintió representado por Massa en 2013? Es decir, un sector más inclinado a las jerarquías rígidas, a un discurso punitivo, desinteresado tanto de la corrupción como de los derechos humanos y donde pesa mucho el aspecto económico. Esta franja social acompañó al kirchnerismo cuando hubo recomposición del salario formal y retiró su apoyo cuando no la hubo.

Para valorar el comportamiento de este sector vale la pena caracterizar sobre qué “alianza de clases” se montó el kirchnerismo en todo su ciclo, es decir, desde 2003. El kirchnerismo tuvo políticas orientadas hacia los sectores de la economía informal, planes importantes de asignación social, como por ejemplo la AUH, y tuvo avances en derechos democráticos y civiles, como el matrimonio igualitario, la ley de identidad de género, el aborto o la ley de medios. Algo que sintoniza principalmente con la consciencia política de los sectores medios progresistas. En cierto modo, una representación bastante fiel del 2001: mientras que el movimiento obrero tradicional seguía paralizado, los piqueteros y la clase media derrocaron a un gobierno. Respecto a la clase trabajadora formal, ¿el kirchnerismo generó un nuevo umbral de derechos laborales, como ocurrió con el peronismo histórico? La respuesta es claramente que no. Se limitó a tener a una intervención pragmática en las paritarias que permitía que cuando había condiciones el salario se compusiera, pero cuando había crisis se iba para abajo. Entonces es entendible que ese sector sea reticente. ¿Cuál es el gran antecedente de esta reticencia? El conflicto de Moyano y Cristina por el mal llamado “impuesto a las ganancias”. Ese sector retira su apoyo cuando Cristina mantiene ese impuesto sobre los salarios relativamente altos del sector formal. Por estas características, creo que es complejo responder a la pregunta sobre la derechización de la sociedad. Parte de esa complejidad tiene que ver con este carácter dual o contradictorio de la base electoral de la que estamos hablando. En cualquier caso, esto hay que estudiarlo con detenimiento, porque la abstención, el voto nulo y blanco parece también haber sido muy transversal, incluyendo a los sectores más populares, que tendieron siempre a votar al kirchnerismo.

Ha pasado un fenómeno con lo que llamamos la nueva izquierda que termina cuando se acercan al Frente de Todos. Terminan integrados, se disuelven. Nunca se termina de conformar un espacio de la nueva izquierda que esté en el medio o que se incorporen al FIT. Hubo una experiencia en la que se intentaron acercar al FIT y se disolvieron. ¿Cómo vez hoy a la nueva izquierda?

Empecemos por aclarar que llamamos “nueva izquierda” a una camada de militantes y organizaciones que irrumpieron con dos grandes experiencias: primero, y fundamentalmente, con el 2001. En ese entonces irrumpe una generación política y una cantidad de militantes y de organizaciones nuevas, al calor de la lucha social ascendente ante la crisis del neoliberalismo. Después hay otro momento, el cual no se toma suficiente en cuenta, que es el 2008. La crisis con el campo genera una repolitización de la sociedad (posterior a la pasivización que había impuesto Néstor Kirchner en sus primeros años) que no es inmediatamente capitalizada por el kirchnerismo. Recién hacia el 2010, luego de la muerte de Néstor, los actos del Bicentenario, la recuperación económica y la consolidación de Cristina empieza a desarrollarse más significativamente un tránsito de integración -o al menos una segunda fase de integración, la primera fue en 2003-2004- de parte de éste archipiélago hacia el kirchnerismo.

En Argentina hay dos grandes bloques: uno gigante que es el peronismo, una experiencia populista-progresista (por cuestiones de economía usemos éstos términos, que no son del todo precisos) que ha tenido la capacidad enorme de integrar sectores vinculados al activismo social, la juventud y la izquierda. Si uno compara con otras experiencias latinoamericanas, como el PT, ve que en esos casos el “progresismo” en el gobierno no puede evitar que las masas desarrollen una experiencia en la que se van desilusionando, se van separando, al menos sus franjas más conscientes. El kirchnerismo tiene una particularidad en este aspecto: llega al poder como una fracción del peronismo tradicional y solo paulatinamente va entusiasmando e incorporando a sectores progresistas o de izquierda en el transcurso de su gobierno. La dinámica es la inversa a la del PT. De hecho, la gran última gran integración de sectores militantes al kirchnerismo se da muy recientemente con éste en la oposición, es decir, cuando la gente ve la ofensiva macrista y dice algo así como: “el instrumento político defensivo para detener esto es el kirchnerismo”. Ahí se da la integración del último sector que había nacido en el 2001.

Tenemos entonces dos grandes sectores: el peronismo, por un lado, y en el espacio que queda a la izquierda, al FIT, una fuerza con rasgos sectarios. Entre una y otra, ha sido muy difícil estabilizar una fuerza política diferente. Lo que ha pasado es que quienes inicialmente intentaron construir otra fuerza política, debido a las dificultades por la falta de espacio político, terminaron o bien integrados al kirchnerismo o intentaron alguna experiencia con el FIT, que en general es fallida, porque el FIT no integra a nadie. El FIT te ofrece llamarlos a votar y lugares no expectables en las listas electorales. No hay espacios comunes, no hay posibilidad de debatir, etc. Entre estos dos bloques, se ha estrangulado mucho el espacio para que aparezcan fuerzas nuevas.

Siendo esta la situación, yo creo que hay que ser honestos y reconocer que el ciclo iniciado en 2001, con la nueva generación militante que emergió durante esos años, está en lo esencial agotado. Solo de grandes experiencias surgen miles de militantes. No sucede todos los días. Hoy la mayoría de esos militantes están en el peronismo y en una porción menor en las fuerzas del FIT. Con el tiempo la mayoría terminó resignando la aspiración a un proyecto de otro tipo, que supere al mismo tiempo los rasgos sectarios de la izquierda ”tradicional” y a la vez se mantenga independiente del progresismo kirchnerista. Eso lo veo agotado hoy. Necesitaremos nuevas experiencias de lucha para que irrumpan nuevas generaciones militantes que puedan abrir ese espacio que hoy parece suturado. Hay que ver si la actual situación permite algo de eso. El gobierno, pase lo que pase, va a chocar con su base social. Las organizaciones de izquierda que se incorporaron al gobierno están muy incómodas. O, al menos, eso espero. Se incorporaron a un gobierno que desarrolla un ajuste y que ni siquiera es un instrumento eficaz para derrotar a la derecha. Supongo que hay gente que se pregunta: ¿Qué hacemos negando que hay un ajuste cuando lo reconoce la misma Cristina? La crisis actual dio lugar un debate social que es positivo. Tal vez se empiece también a reabrir un poco el espacio para que aparezca otro proyecto de izquierda. Hay que ver… eso esta abierto.

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