Actualidad Internacional: Latitudes. Europa

¿Cuáles son los objetivos de Rusia?

19/01/2022

Eduardo Lucita

EDI, Economistas de Izquierdas

 

C

ables fechados en Washington dan cuenta que luego del fracaso de las negociaciones de estos días  EEUU acusa a Rusia de “…estar sentando las bases para fabricar un pretexto para una nueva invasión”, Rusia rechaza esas declaraciones “…por infundadas y sin nada que las confirme” y pide “Garantías de seguridad para desactivar la crisis”[1]La publicación el pasado viernes 14 de mi artículo “Nuevos focos de tensión en el tablero mundial”, provocó el comentario de algunos lectores, especialmente en lo relativo al conflicto … Seguir leyendo.

Suecia, que no forma parte de la OTAN, acaba de reforzar su presencia militar en el centro del Mar Báltico, en la paradisíaca isla de Gotland (muy cerca pasa el gasoducto Nordstream II que aumentaría considerablemente el suministro del fluido a Europa occidental) ha pedido de Estonia, Lituania y Letonia, como una señal de que “… nos tomamos la situación en serio”, según palabras de su primer ministro.

No caben dudas, el conflicto por Ucrania esta escalando peligrosamente y el riesgo de un conflicto armado en Europa es real, un error de cálculo podría desencadenar una parafernalia de impacto planetario. En medio de este peligroso cuadro una evaluación más serena, tal vez menos impresionista, podría concluir que Rusia ha desplegado un fuerte contingente militar en los límites fronterizos norte, sur y este de Ucrania  (se habla de 60.000 a 100.000 soldados), este despliegue sería la movida de una pieza estratégica, tendiente a marcar territorio frente al avance occidental, más que un prolegómeno de invasión

De ser así lo que en realidad buscaría Moscú es revisar los acuerdos firmados en 1990 y 1997 “La Carta de París” y el Acta fundacional sobre las relaciones mutuas de cooperación y seguridad” conocido como el Acuerdo OTAN-Rusia. Ambos documentos fueron suscriptos luego del colapso y en pleno desmembramiento de la Unión Soviética, que dejó en condiciones de indefensión a Rusia, hizo crecer las ideas del fin de la historia  y promovió el avance del unilateralismo de EEUU.

En ese contexto, totalmente favorable a EEUU y los países europeos, aquellos documentos definieron las coordenadas en las que se moverían las relaciones entre la Alianza Atlántica y Rusia. Se habilitaba así un avance de Occidente sobre el Este, mientras que las naciones hasta ese momento integrantes del Pacto de Varsovia quedaron en “libertad” de integrarse al modelo triunfante luego del fin de la Guerra Fría (economía de mercado, instituciones de la democracia liberal y de la seguridad regional).

Según la interpretación del régimen ruso todo ha terminado en un avance de la alianza atlántica -no previsto en los acuerdos- sobre  áreas geográficas con numerosas evidencias de su histórica influencia (de hecho en la zona oriental hay grupos separatistas pro rusos, muy activos desde la crisis del 2014). En 2007 en la reunión del Consejo de Seguridad en el llamado discurso de Múnich (considerado el punto de partida del enfrentamiento con la OTAN), el presidente Putin condenó a Estados Unidos por intentar construir un mundo unipolar, criticó el acercamiento de la OTAN hacia las fronteras de Rusia, llamó a la paciencia en la cuestión del programa nuclear iraní y advirtió sobre la necesidad de actuar respetando la Carta de la ONU. La idea de reconstruir el imperio ruso está en el centro de la escena y hoy Rusia exige la desmilitarización de esas áreas que supieron formar parte de su zona de influencia y despliega sus tropas sobre Ucrania para hacer retroceder o disuadir ese avance.

Rusia hace valer así el peso de ser una potencia militar y nuclear pero no pareciera estar interesada en desatar un conflicto armado, probablemente su debilitada economía no lo resistiría. La amenaza de instalar infraestructura militar en Cuba y Venezuela no parece ser más que eso una amenaza, por otra parte no pareciera ser que Cuba autorizara esa instalación. Por su parte el presidente Biden aprovecha los movimientos de Moscú para responder con iniciativas buscando demostrar al mundo y especialmente a los europeos que la potencia imperial está dispuesta retomar el sitial que fuera abandonado en tiempos de Trump.

Es lo que está sucediendo y continuará así hasta que una de las dos potencias ceda, o bien que lo hagan las dos (como en el caso de la crisis de los misiles en Cuba en 1962). Este tipo de conflictos dio lugar a una suerte de concepciones geopolíticas neocampistas que dividen al mundo entre un “campo imperialista” y otro “antiimperialista”. En esta confrontación las revueltas populares, genuinas y autónomas, contra la carestía de la vida, los regímenes autoritarios y la corrupción desembozada -como ahora en Kazajistán, y antes en Ucrania cuando el Euromaidán, en Siria o en Nicaragua- son abandonadas cuando no obturadas en aras del nacionalismo y de la solidaridad con los Estados. Así la  lucha contra el imperialismo y sus aliados lleva a alinearse casi mecánicamente con potencias y naciones que disputan por espacios y zonas de influencia geopolíticas sin considerar las contradicciones de clase y la cuestión nacional en cada caso.  Concepciones que en nada ayudan a comprender la complejidad de los procesos socio-políticos y a desplegar la solidaridad internacional.

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Notas del artículo

Notas del artículo
1 La publicación el pasado viernes 14 de mi artículo “Nuevos focos de tensión en el tablero mundial”, provocó el comentario de algunos lectores, especialmente en lo relativo al conflicto Rusia-Ucrania, lo que me ha llevado a escribir estas notas complementarias,  tratando de responder a esas interpelaciones.
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