Actualidad Internacional: Ecología
América Latina (AL) rumbo a la COP 26: Cambio Climático y extractivismo
21/06/2021
Comisión de ecología de América Latina
Documento aprobado en las primeras jornadas celebradas por la Comisión.
E
El cambio climático en AL
El cambio climático es un proceso global inequívoco y consensuado por la comunidad científica. La principal causa del cambio climático es la concentración de Gases Efecto Invernadero en la atmósfera como consecuencia de la quema de combustibles fósiles. Estos contaminantes derivan de la base material de la economía mundial, por tanto, estabilizar o disminuir las emisiones GEI implican uno de los mayores retos en este momento, en tanto que obliga a un cambio de la denominada matriz económica. En este sentido, el paradigma del crecimiento y desarrollo en el que se basa el sistema capitalista ecocida es el principal obstáculo para limitar las emisiones de carbono a la atmósfera. En América Latina nos enfrentamos a una serie de problemas específicos que nacen de los siguientes indicadores, hechos y tendencias:
- En 2016, las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero alcanzaron las 50 Gigatoneladas (Gt de CO2 eq) y América Latina y el Caribe emitió 4.2 Gt de CO2 ese año. Es decir, América Latina aporta el 8.3% de las emisiones totales CO2 a la atmósfera según datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL)
- Cada año en función del crecimiento económico de AL la emisión aumenta 1% a las emisiones totales
- La estructura de las emisiones de la región es diferente de la que presentan las emisiones mundiales. El 70% de las emisiones del mundo provienen del sector energético, mientras que, en la región, la participación de dicho sector es del 45% y la de la agricultura y la ganadería, del 23%. El hecho de que el 19% de las emisiones de América Latina y el Caribe se origine en el cambio de uso del suelo indica que existe la importante tarea para detener la deforestación.
- En América Latina y el Caribe, las emisiones provenientes de todos los sectores continúan en aumento y, al igual que en el resto del mundo, el mayor incremento se ha observado en el sector de la energía y dentro de este en particular su uso en el transporte.
En este mismo sentido, la región se ha incluido en los acuerdos internacionales que pretenden detener, de manera hoy insuficiente, la crisis climática: Acuerdo de París, el Fondo Verde para el Clima y los fondos donados que tienen por objeto proporcionar recursos dirigidos a la mitigación y a la adaptación y que están destinados a la compensación internacional convertidos en créditos (bonos de carbono). Finalmente en cuanto a sus contribuciones determinadas a nivel nacional (CDN), cada país define el nivel de emisiones que intentará alcanzar en los siguientes cinco años.
El estado de las negociaciones internacionales en el marco del Acuerdo de París y avances relacionados
En la Conferencia de las Partes en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP 25), celebrado en Madrid en 2019, los principales puntos tratados fueron los siguientes:
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- Una mayor ambición al revisar las contribuciones determinadas a nivel nacional (CDN);
- La incorporación de los océanos y de sectores como la movilidad eléctrica o la economía circular a las negociaciones;
- El acuerdo sobre mercados de carbono y sus reglas de contabilidad (artículo 6 del Acuerdo de París);
- La revisión del Mecanismo Internacional de Varsovia para las Pérdidas y los Daños relacionados con las Repercusiones del Cambio Climático;
- El plan de acción sobre el género;
- Medidas de respuesta
- Arreglos para el fortalecimiento de capacidades de adaptación y resiliencia
- El marco de transparencia reforzado para las medidas y el apoyo establecido en la COP 21 y sus formatos de reporte
En la jornada sobre el tema de la energía, los ministros de Chile y Colombia establecieron la meta regional para América Latina y el Caribe de alcanzar un 70% en el uso de energía procedente de fuentes renovables en 2030. Por iniciativa de Chile, en la COP 25 se trató el tema de los océanos y los usos del suelo.
Esta serie de consideraciones que podemos tomar como ciertas, son preocupantes frente a los efectos que podemos esperar a nivel social y ambiental en la región. Hemos visto hoy cómo los esfuerzos hechos dentro de la economía de mercado para detener las consecuencias previstas, no están teniendo resultados, y es altamente improbable que la lógica de los acuerdos desde arriba, entre gobiernos y corporaciones, logren hacer avanzar la situación hacia mejor. Para darnos una idea basta comparar el estado de las negociaciones con los siguientes pronósticos:
- Se prevé un aumento entre 1,6 °C y 4 °C en Centroamérica y América del Sur hacia 2100 con respecto al período 1986-2005.
- Las proyecciones climáticas sugieren, con un nivel de confianza medio, que el nivel de precipitación en Centroamérica se modificará entre el -22% y el 7% hacia fines del siglo XXI. En América del Sur, por su parte, las proyecciones son heterogéneas y su nivel de confianza es bajo. Se señala, por ejemplo, que la lluvia se reducirá el 22% en el noreste del Brasil y aumentará el 25% en la zona sudeste de América del Sur.
- Además, en América Latina y el Caribe ocurren fenómenos climáticos como la zona de convergencia intertropical, el sistema monzónico de América del Norte y del Sur, El Niño-Oscilación del Sur, las oscilaciones del océano Atlántico y los ciclones tropicales (IPCC, 2013a, 2013b). En ese contexto, las precipitaciones anuales han aumentado en el sudeste de América del Sur, partes del Estado Plurinacional de Bolivia y el noreste del Perú y el Ecuador, y han disminuido en el centro-sur de Chile, el noreste del Brasil, el sur del Perú y parte de Centroamérica y México (IPCC, 2012, 2013a, Magrin y otros, 2007, 2014).
- Asimismo, durante la segunda mitad del siglo XX hubo un importante retroceso de los glaciares (IPCC, 2012, 2013a, Magrin y otros, 2007, 2014).
- Deterioro de las condiciones costeras; por ejemplo, la erosión de las playas y la decoloración de los corales afectarían negativamente los recursos locales, como la pesca, y reducirían el valor de las playas como destino turístico.
- Inundaciones, mareas de tormenta, erosión y otros peligros costeros, que se agravan por el alza del nivel del mar y amenazan la infraestructura vital, los asentamientos y las instalaciones que contribuyen al sustento de las comunidades locales.
- Incremento de la invasión de especies no nativas, como sucede con el sargazo en el Caribe.
- Pérdidas económicas por el menor rendimiento agrícola.
- Pérdida de los bosques de manglares y arrecifes de coral debido al aumento del nivel del mar.
- Decoloración y acidificación del océano.
- Daños en los bosques causados por los fenómenos extremos.
- Reducción de la disponibilidad de agua dulce por la disminución de las precipitaciones y la intrusión de agua salada.
- Inundación de los asentamientos y las tierras de cultivo de la costa.
- Disminución del turismo por la mayor frecuencia y la gravedad de los fenómenos meteorológicos extremos.
- Recurrencia al endeudamiento externo para compensar pérdidas debidas a la incidencia de los fenómenos climáticos extremos
Las políticas de las principales potencias no han dejado de plantear la necesidad de seguir creciendo económicamente, sobre todo después de la pandemia que ha desactivado algunos sectores importantes, es alarmante que la ortodoxia del libre mercado y el neoliberalismo no esté dispuesta a reformularse mínimamente. Ni siquiera sumir la intervención del Estado en la economía de manera más fuerte para detener la catástrofe no es parte de la política económica de ningún país. ¿Realmente las economías en desarrollo necesitan crecer más para que se puedan resolver sus problemas económicos y sociales, y se logren reducir las brechas de ingreso, tecnología e infraestructura con respecto a las economías desarrolladas? Este callejón sin salida aparece en los países de América Latina en relación al extractivismo que al tiempo que genera bonanzas económica en algunos lapsos, las consecuencias de este desarrollo empeoran a la larga las condiciones de vida de la población y al medio.
ALyC, la COP 26 y las luchas de masas
Frente a esta situación la Conferencia de las Partes sobre Cambio Climático (COP 26) prevista para Glasgow este fin de año, marca desde ya una pauta mediática y política en el mundo ineludible, aunque previsiblemente decepcionante. Por el hecho de que la crisis climática es un tema sociopolítico a escala planetaria. Con el posible elemento de la aparición de las Huelgas Mundiales por el Clima, con millones de participantes en decenas de países, que se han puesto, desde 2019, en el centro de las discusiones internacionales. Este nuevo elemento nos permite y exige dar un cambio en nuestro discurso propagandístico.
La agitación debe partir de tratar de orientar las luchas actuales que se desarrollan en AL hacia la visión global que se expresa en Europa, Asia y Norteamérica; y conectar tal visión globalizada con las luchas concretas que acontecen en nuestra región.
Desde la IV internacional nuestra propuesta hacia el tema climático en AL debe partir de conectarse con la resistencia campesina indígena, que reivindica sus semillas, sus prácticas, su identidad y nacionalidad, enfrentadas objetivamente a la deforestación masiva, a los incendios provocados, a los transgénicos, a los monocultivos extensos, es decir a los planes y acciones capitalistas.
Daños del extractivismo (principales materias primas explotadas)
Además de la delicada situación en que nos deja el cambio climático en la región, tenemos un profundo problema que se remonta al proceso de colonización y subordinación de nuestras economías a los intereses de los países imperialistas: la extracción de materias primas de la mano de la intensiva producción agrícola, ganadera y piscícola. Por ello, la importancia de tener una radiografía y análisis de la economía primaria en AL es en primer lugar política, ya que del desarrollo de estas actividades se presentan conflictos socioambientales que se han convertido en centrales en prácticamente todos los países de la región.
Desde la academia crítica del continente se suelen considerar 5 tipos de extractivismo presentes y que se agudizan en AL:
- Extractivismo mineral, energético, forestal e hídrico. Consiste en la extracción de materias primas a gran volumen y a través de una rápida e intensiva forma de producción. Más del 75% de estas materias extraídas en AL son exportadas, tienen un procesamiento mínimo lo cual reduce su costo. Este tipo de extracción está “permitido” por las concesiones, permisos de explotación y tratados internacionales que toleran el saqueo con la promesa de crecimiento económico.
- Acaparamiento y despojo de tierras para la producción. Consiste en controlar el territorio y los recursos dentro de él. No solo se trata de extraer, se trata de controlar. Por ejemplo: plantaciones de monocultivos y plantaciones forestales. El 70% del agua está asociada a este tipo de producción agrícola, forestal y ganadera.
- Urbanización (extractivismo urbano). La urbanización no es un proceso natural de expansión, es un proceso determinado por la lógica de mercado. La mayoría de las ciudades en AL no son lugares dignos para vivir, porque no se cuenta con los servicios básicos como agua, vivienda segura o luz eléctrica. Se construyen ciudades que no permiten la vida digna. Las periferias de la ciudad tienen problemas de desigualdad, pobreza y violencia que se agudizan.
- Mega Infraestructura. Carreteras, presas, trenes, hidroeléctricas, parques eólicos, etc. Son ejemplo de proyectos que se justifican en el crecimiento económico que nos acercará a las economías desarrolladas. Estos megaproyectos son ecocidas y no aportan a vidas más dignas
- Biomercantilización. Es la apropiación del beneficio económico que se obtiene de un ecosistema, se mercantiliza la naturaleza y sus elementos, por ejemplo, las áreas naturales protegidas o los bosques en pago por servicios ambientales (mercados de carbono), acá se cerca un ecosistema para ponerlo a trabajar, se resguarda un ecosistema para sacarle un valor económico.
Estos 5 tipos, si bien son problemáticos por su amplitud, son útiles para entender las tendencias de nuestras economías y sus relaciones. Sin embargo, sí es importante concentrarnos en un primer momento en la primera conceptualización ya que estrictamente son las formas económicas que extraen los bienes naturales sin mayor valor agregado.
Las actividades económicas primarias en AL (entre ellas las extractivas) representan la porción más alta en todo el mundo, llegando en 2017 a representar el 37% de la economía de toda la región. Uno de los puntos fundamentales es que las exportaciones al mercado mundial de estos productos sin procesar han crecido enormemente, incitada a su vez, en los últimos años, por la gran demanda de materias primas que China exige.
Estos ingresos provenientes de la exportación de recursos naturales mantuvieron en años recientes el crecimiento económico de muchos países de la región. En particular, la minería y el petróleo financian el crecimiento de diversas economías latinoamericanas, las cuales se han vuelto dependientes de las industrias extractivistas para poder asegurar sus niveles de crecimiento, así como para financiar programas de redistribución de la riqueza, sin necesidad de avanzar a tocar a las grandes fortunas. Es importante mencionar que los precios de las materias primas han beneficiado a gobiernos de izquierda como de derechas (En México los precios del petrolero fortalecieron a gobiernos conservadores). En AL merecen una específica mención algunos gobiernos progresistas, como en Brasil y Bolivia, que llevaron su dependencia al extractivismo local a niveles absurdos.
Esto fue posible porque la extracción mundial de materiales se triplicó en las últimas cuatro décadas y las materias primas mantuvieron un precio alto en el mercado. Esta situación al mismo tiempo que refuerza la dependencia de nuestros países a la división mundial del trabajo, agudiza fuertemente el cambio climático y la contaminación atmosférica. Esta dependencia se traduce en un deterioro del territorio en los países dependientes y en un aumento del consumo de los países más ricos del mundo que hoy consumen en promedio 10 veces más materiales que los más pobres.
Debemos puntualizar que en términos sociales el resultado en la región es la multiplicación de conflictos ambientales. El caso de Colombia es alarmante, hasta 2017 el 41% de los conflictos sociales, reconocidos en el atlas de Justicia Climática, tenía que ver con conflictos mineros.
Finalmente debemos señalar que el proceso de crisis por la pandemia refuerza algunas tendencias, (aunque en el contexto de un debilitado comercio mundial) con lo que se tiende a profundizar la reprimarización exportadora con menos empleos, mayor deterioro ambiental y aumento de la desigualdad (CEPAL)
Propuesta política y estrategia en AL
Los daños del neoliberalismo: privatizaciones y extractivismo
Es claro que el neoliberalismo y el extractivismo no son una suerte de visiones antagónicas de dos tipos de gobiernos que se presentan en la región. El primero es una configuración de la economía que impulsó el libre mercado a nivel global y el segundo es, en base, una rama de la economía primaria que ha tomado dimensiones cancerígenas.
Ambos momentos no son para nada contradictorios, pues cuando el boom extractivista aparece, el neoliberalismo sigue funcionando a nivel mundial, y ni siquiera ha sido sustituido aún tras las políticas de Trump supuestamente proteccionistas. De hecho, podríamos decir que el crecimiento del precio de las materias primas fue posible por la dinámica que generó el neoliberalismo en la economía en las últimas décadas. La diferencia que podemos encontrar en términos políticos es que la pobreza se aminoró por parte de los gobiernos progresistas a partir de mecanismos de redistribución tanto de las ganancias del precio de las commodities, como de impuestos específicos a ciertas actividades económicas.
Lo fundamental es identificar y denunciar las relaciones que existen entre el neoliberalismo y los procesos de devastación ambiental como la legalización de la privatización de las zonas naturales comunes y otros mecanismos que posibilitan la extracción de materias primas para alimentar al mercado mundial.
Debemos tener en cuenta la evidencia de que el mercado de materias primas se vincula directamente a la economía más avanzada del sistema capitalista con sede en Silicon Valey. Es decir, la presión sobre nuestros territorios seguirá existiendo en tanto que las ramas de la economía de tecnología más avanzada como el mercado de plataformas, el transporte o la farmacéutica continúen con su crecimiento sin límites. Lamentablemente estas mismas ramas son las que apuntan a reactivar al capitalismo tras la recesión y la pandemia.
Estas serían algunas de las razones por las que a pesar de que los Estados en AL han tenido transiciones entre gobiernos neoliberales y progresistas, las políticas extractivistas se han agudizado.
Aunque la alta dependencia de las economías a la extracción de materias primas que ya describimos es la base de gran parte de la devastación, sin embargo, debemos ser conscientes de que no es sólo nuestro papel en el mercado mundial el que nos empuja a esta situación, es también el rol activo del Estado el que ha reforzado nuestra dependencia.
Durante los recientes gobiernos progresistas latinoamericanos, donde creció la intervención estatal, no se tomaron medidas que cuestionen o paren el capitalismo que se sostiene en la extracción, despojo, contaminación y destrucción de la naturaleza. La afectación a la vida de los pueblos indígenas y campesinos es una de las grandes deudas de los gobiernos progresistas, pues se invaden sus territorios, se contaminan el aire y agua, y se lleva a sus hogares más pobreza y enfermedades. El extractivismo impone, en los territorios que invade, la violencia bajo múltiples formas creando condiciones sociales que orillan al alcoholismo, prostitución y trata de personas, así como divisiones al interior del tejido comunitario y familiar.
Estrategia Ecosocialista en América Latina rumbo a la COP 26 y más allá
América Latina junto a los países de otros continentes que han vivido la colonización y la subordinación violenta por parte de los países centrales, ocupa un lugar diferenciado en el escenario mundial en contra del cambio climático, por lo que el proceso de combate contra el calentamiento global se da de forma más fuerte y con mayor violencia estatal, en tanto que la devastación ambiental afecta directamente a sectores más amplios de la población.
En este sentido una parte importante de una perspectiva específicamente ecosocialista hoy es la apuesta por movilizar y articular a los sectores que luchan contra el cambio climático, por el territorio y por una transición justa a partir de un planteamiento de ruptura con la lógica del capitalismo y sus crisis, es decir, por un proyecto abiertamente ecosocialista.
Vincular la fuerza de los movimientos y sectores que hoy responden a la crisis ambiental con una visión radical de lo que proponemos, es una necesidad, porque no hay medias soluciones al problema que plantea el cambio climático y a su vez no podemos desconectar el horizonte utópico de los proceso reales o potenciales, es decir, con la consolidación de esa fuerza que lo haría efectivo.
En este sentido, debemos convocar en este 2021 rumbo a la COP 26 a la movilización de la juventud que lucha contra el cambio climático, de los pueblos originarios y campesinos que defienden el territorio contra la extracción salvaje y a los sectores urbanos populares y de trabajadores que defiende los servicios públicos: la salud, el transporte, el agua, etc. En América Latina y el resto del sur global es fundamental articular los procesos de resistencia del campo y la ciudad, la crisis climática afectará con más fuerza a los sectores empobrecidos de los dos sectores.
La vinculación de las demandas ecologistas con el movimiento de mujeres a nivel continental e internacional es clave porque son las más movilizadas en todo el mundo y porque la crítica al capitalismo patriarcal debe articular la violencia que se ejerce contra los territorios y los cuerpos de las mujeres.
Hemos visto en los 2 últimos años que las convocatorias a la movilización por el clima expresada por Gretha Thumberg, en realidad no tuvieron mucho efecto en América Latina, aunque como todo movimiento internacional hoy tienen réplicas hasta en los lugares más recónditos del planeta. En América Latina, fueron Chile, Brasil y México quienes movilizaron más jóvenes en torno a esta demanda, pero notoriamente fueron jóvenes de sectores medios y altos.
Por otra parte, la lógica de este movimiento si bien es en general “progresista” o de izquierda, sus iniciativas son fácilmente cooptables por la influencia de las ONGs del capitalismo verde. El movimiento de jóvenes ha tenido serias dificultades para plantear una tercera alternativa a los gobiernos y a las empresas verdes. Sin embargo, estos movimientos siguen estando en disputa y nuestros camaradas en Europa han dado importantes pasos en impulsar una perspectiva anticapitalista dentro, pues no está previamente definido el carácter de este movimiento juvenil, sobre todo porque la dirigencia de Gretha Thumberg es dissuptiva y muchas veces más radical que algunas de sus expresiones nacionales.
Por otro lado, tenemos al movimiento indígena como vanguardia de muchas luchas en el continente: les mapuches en Chile y en la amazonia en Brasil, LA CONAIE en Ecuador y los indígenas en Bolivia, en Colombia y Venezuela resisten, y en México mantienen autogobiernos locales y zarpan a Europa.
El papel de los pueblos indígenas, campesinos y sectores urbanos organizados para la lucha ecosocialista se asienta en el papel radical que tiene su autoemancipación, la afrenta contra el sistema colonial y racista que ello implica y la potencia de sus paradigmas de vida. Aunque minoritario en relación con el conjunto del movimiento social, es el punto de partida de muchos de los planteamientos radicales que el ecosocialismo expone.
Referencias
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