Teoría: Marxismo

Walter Benjamin: nostalgia de presente

09/01/2024

Alberto Cordero

Militante de Anticapitalistas y Abrir Brecha y activista de Orgullo Loco

Fuente: Viento Sur

Este artículo pretende aunar algunas de las herramientas más interesantes que Benjamin nos da para pensar el presente. Es un intento difícil. Alguna vez he oído la definición del mismo como ‘’el marxista más singular del Siglo XX’’ y es una cita con la que estoy de acuerdo. Benjamin es singular, interesante, llamativo, misterioso y fresco, su aproximación es todo lo contrario a una fosilización, no pretende hacer arqueología, sino anatomía. No es de extrañar, de hecho, que Bensaïd se sintiera atraído por él. Es un renovador en la investigación de la ‘’vida inauténtica’’ junto con Adorno y Marcuse, sin embargo, dice Jameson, su especificidad se debe a que es el único que también quiere salvar su vida.

Mi forma de ver la obra de Benjamin se basa en mi lectura de sus textos pero también en tres autores que determinan cómo le he leído: Mario Tronti, Daniel Bensaïd y Fredric Jameson. Me dejaré fuera elementos importantes debido a la extensión.

Una vida inauténtica

El alemán se impone una primera tarea: realizar una reconstrucción positiva del mundo. Es, en realidad, lo que subyace a casi todo el pensamiento de toda la Escuela de Frankfurt, como Engels propone en el Anti-Dühring, conseguir una concepción del mundo que nos permita negarlo. A la hora que sus ojos se giran a ello se topa con una pieza clave: la experiencia. Más bien, incluso, la pobreza de experiencia.

Benjamin lee a Freud y ve en él la expresión de esta, para Freud la consciencia es una defensa contra el medio externo, de sus golpes y conmociones, y algunas de las experiencias ‘’patológicas’’ son conmociones no asimiladas que tratan de llegar a ella, es decir, la consciencia amortigua el exterior contra el inconsciente. Él convierte esto en una descripción histórica. En nuestra forma de experimentar el mundo se da una mediación constante que ha dejado de ser personal, más bien han pasado a ser mediaciones realizadas por las tecnologías y los objetos. Quizá debido al gran número de conmociones que se dan en nuestra sociedad los métodos de aplacamiento están más presentes que nunca. Él lo explica aduciendo a como la mediación de los periódicos entre nosotres y los hechos actúa como esa forma de aplacamiento. En cierta medida hoy tenemos un ejemplo mejor, las imágenes de Gaza son terribles, de una crudeza casi inasumible, sin embargo las redes y la forma de ‘’genocidio televisado’’, además de otras de forma colateral, actúan como parachoques de la conmoción que pudieran generar los sucesos.

Es común ver noticias rápidas, ver como la televisión iguala todo lo que sale de ella, como las redes, la pantalla y todo lo que experimentamos en ella son asociadas a momentos en los que consumir en paz. Estas herramientas empobrecen nuestra forma de experimentar un genocidio televisado. La televisión, las redes, el teléfono móvil están marcados y son expresiones concretas del modo de producción o, y en cierta forma mejor, la forma de reproducción social en nuestras sociedades que impregnan el tiempo libre. Esto implica que nuestras formas de vivir estas imágenes están mediadas y amortiguadas por estas como expresión de nuestro tiempo libre, un tiempo alienado, que nos obliga a vivir esas imágenes como expresión de esa mutilación. Esto deriva en una insensibilización hacia esas imágenes en algunos casos y en otros como forma más explícita de impotencia y parálisis. Como un agente extraño que hace saltar una reacción alérgica del sistema inmunológico de ese tiempo libre.

Benjamin cree que en el capitalismo las mercancías y los elementos culturales condensan sus propias dinámicas, su propia historia que es en sí una historia particular. Por eso las imágenes del genocidio en Palestina hoy expresan una pobreza que no expresarían de otra forma, las imágenes son siempre reflejo sobre y a la vez reflejo de, son un reflejo de esas imágenes mediado por la mercancía y la cultura con sus lógicas internas que responden a cierta forma de fetichismo. Ver las imágenes de Palestina implica ver el reflejo de esas imágenes deformado sobre la mercancía.

Realmente esto no implica que haya una vida inauténtica en singular, más bien existe ‘’una forma de vida inauténtica’’ que es aquella marcada por la alienación. Nuestro presente, realidad o tiempo siempre es alegórico, siempre es ‘’reflejo de’’. Es ahí donde se expresa la mutilación.

La alegoría, a la que Jameson le otorga una importancia especial a la hora de hablar de la vida inauténtica en Benjamin, es la expresión de esa forma inauténtica sin significado por sí misma, es decir, es la forma más común en la que se siente la alienación; es decir, la esencia de la alegoría y de una vida ‘’alegórica’’ es que carece de significado por sí misma. La alegoría siempre es el reflejo petrificado de otra imagen cuyo significado sin ella se desdibuja.

Recuperar el presente y el pasado, una nueva forma de tiempo

Esto posee sus reflejos en la política. Fundamentalmente al considerar los tiempos en los que esta se desarrolla. Aquí está la principal atracción de Bensaïd hacia Benjamin, en un momento en el que la llegada del comunismo era obra providencial del futuro -incluso con algunas fechas para esta llegada-, Benjamin se propuso realizar una recuperación de aquello que se nos había arrebatado, el presente.

Antes he señalado algunas expresiones en las que se puede reflejar esta desposesión, en cierta forma para él la expresión fundamental de esto se encuentra en el propio reformismo: el reformismo ha conseguido aunar la destrucción de dos formas de tiempo, el pasado y el presente. Ha destruido el presente que ha hipotecado  al desarrollo progresivo de una sociedad justa que está por llegar con la marcha imparable del progreso. De la misma manera ha cortado nuestro cordón umbilical con el pasado en su forma de conciliación de clase. Como bien dice Tronti: el principal fermento de la política emancipadora es el odio de clase -En palabras del pensador alemán ‘’en esta escuela la clase obrera ha desaprendido lo mejor que tenía: el odio’’. Es decir, el conflicto con la clase dominante. Esto es una idea fundamental de Benjamin: la política comunista no se nutre de un futuro posible, sino de la memoria de los antepasados vencidos. El futuro ejerce principalmente la desembocadura de un conflicto, el futuro es la redención del pasado de los vencidos, cuya memoria y experiencia aviva la lucha.

Por esto el tiempo lineal del reformismo es un tiempo de los vencedores, porque olvida el odio de clase (la memoria de los vencidos) como motor de la política del presente para disputar ese futuro. Esto es fundamental, hemos hablado de lo que alienta la política pero también esta se desarrolla fundamentalmente en el presente. Hoy la mayoría de militantes jóvenes nos sentimos atraídes por los tiempos diferentes de la teoría con respecto a la política -y me incluyo aquí-, en la maquinación de las transformaciones, de las negaciones, en la elucubración del proyecto a través de la crítica y creo que aquí se desarrolla en alguna medida la alienación de la que hablamos. Mario Tronti resume con estilo esta alienación: una enfermedad del tiempo, consistente en estar constantemente viviendo en un futuro presente. De esta forma podemos ver que nuestro presente es un presente alegórico porque no posee interés por sí mismo, el presente sólo tiene significado en cuanto potencial de futuro, su significado está condicionado por él. Al igual que en la alegoría al descifrar la imagen que esconde revela su significado e implica su agotamiento, agotar el presente consiste en plantear su forma futura, carece de más consistencia. Esta primacía no puede ser otra cosa que una negación de la vida donde el presente (lo que es) tiene sentido sólo como continente del futuro (lo que no es). Ahora bien, es fundamental para superar esto la concepción de Benjamin: ‘’es grande solo aquel movimiento capaz de traducir la fuerza de los contenidos del pasado en lo que está por venir pero siempre, siempre, siempre contra el presente.’’

La XVII Tesis de Benjamin reconstruye esta idea de vivificación del presente: ‘’En realidad no hay un solo momento que no porte en sí su propia oportunidad revolucionaria’’ más tarde, dice, lo crucial es tener la capacidad de reconocerlas y tomarlas. Es a aquello que Blanqui se refería con ‘’las bifurcaciones de la historia’’ -no en vano Benjamin sentía fascinación por Blanqui-. Esto implica un salto del tigre hacia el ahora. La función es ese desciframiento y organización del presente, la primacía de este. Lo que quiere decir que la política no se refiere a esperar las expresiones de esas ‘’bifurcaciones’’, las señales del ‘’acontecimiento’’. Las señales son el acontecimiento.

Lo que subyace es que el desarrollo de la sociedad corre en paralelo al desarrollo de los medios para negarla. Porque fundamentalmente este análisis del presente y la acción política es una interpretación dialéctica tal como la define en El libro de los pasajes como ‘’ambigüedad en reposo.’’ La realidad es constante movimiento, expresar un momento del movimiento constante implica necesariamente una fotografía ambigua, difusa, que capta el movimiento y no formas fijas y solidificadas.

Este es el principal atractivo de la política en Benjamin: la redención del sufrimiento y la opresión en el futuro sólo puede darse en una práctica centrada en y contra el presente como tiempo predilecto de la política. Una política de conflicto, una teoría que sea útil a la práctica que vea en la observación de la alienación y el aprisionamiento de la vida las formas de salvarla. Hay que desarrollar una política del atardecer.

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