Actualidad Internacional: Latitudes. América Latina

El fantasma de la dictadura sobrevuela las presidenciales argentinas

06/10/2023

Roberto Montoya

Periodista y escritor. Miembro del Consejo Editorial de Viento Sur.

Fuente: poderpopular.info

Cuarenta y siete años después del cruento golpe de Estado, que iniciaría los siete años de la última y más brutal dictadura militar (1976-1983), Argentina está a las puertas de unas elecciones presidenciales en las que el candidato favorito es un negacionista del terrorismo de Estado que se cobró 30.000 vidas.

“Para nosotros en los años 70 hubo una guerra, y como en toda guerra las fuerzas del Estado cometieron excesos”, dijo Javier Milei, el candidato del ultraderechista Libertad Avanza en el primer debate, celebrado a inicios de octubre, entre los cinco candidatos presidenciales.

Mientras Milei negaba el terrorismo de Estado y en todo momento llamaba ‘Gobierno militar’ a la dictadura, puso toda la responsabilidad de la violencia de aquellos años de plomo en Argentina en las organizaciones armadas que surgieron precisamente para hacerle frente e intentar derrocarla: “Los terroristas de Montoneros y los terroristas del ERP mataron gente, asesinaron gente, torturaron, pusieron bombas, hicieron un desastre, también cometieron crímenes de lesa humanidad”.

La versión de Milei sobre aquel periodo -él tenía 6 años cuando tuvo lugar el golpe de Estado- es la misma que mantenía en su momento la dictadura encabezada por el general Jorge Videla.

“Es una guerra contra el terrorismo apátrida y el comunismo”, decía Videla en los foros internacionales y ante el borbón Juan Carlos I cuando este visitó Argentina en noviembre de 1978 junto a la reina Sofía.

Videla los esperó eufórico en la pista del aeropuerto de Buenos Aires. Esa visita significó un blanqueo de la dictadura, un espaldarazo internacional. España ya había sido dos años antes, durante el gobierno de Adolfo Suárez y con Juan Carlos I como jefe de Estado, el primer país en reconocer el gobierno de la Junta Militar surgida del golpe de Estado.

Las declaraciones de Milei son similares a las que hace habitualmente su compañera de fórmula, Victoria Villaruel, de familia militar, muy vinculada a Vox: “A los que me tildan de genocida, de facha, de racista, de negacionista, les digo que todo eso lo recibo con una sonrisa, son los mismos que justifican los crímenes del comunismo”.

Este tipo de declaraciones están provocando alarma en un amplio sector de la sociedad argentina. Hasta hace poco era impensable que un candidato presidencial defendiera semejantes posiciones en el país del mundo con más causas abiertas -inclusive la querella por crímenes del franquismo- y más condenas por terrorismo de Estado.

Desde la vuelta de la democracia en 1983 ningún gobernante o líder político había sido tan benévolo con la dictadura.

La postura de Milei sobre la dictadura militar vienen a completar un perfil ya de por sí inédito en la historia de Argentina y deja perplejos a los analistas políticos.

“Considero al Estado como un enemigo, los impuestos son una rémora de la esclavitud”. Javier Milei, el esperpéntico candidato de Libertad Avanza promete que de llegar al poder va a eliminar el Ministerio de Economía, el de Seguridad, el de Relaciones Exteriores, el de Defensa, de Interior, de Justicia y el de Infraestructura.”

Para este economista “el mejor Estado es el que no existe”. De 52 años, diputado estatal desde 2021 y seguidor de la escuela austríaca a nivel económico, se reivindica en algunas entrevistas como “liberal-libertario”; en otras como “anarco-capitalista” y muestra admiración por Donald Trump y Jair Bolsonaro.

Milei quiere que desaparezca el peso argentino y que se imponga el dólar; abomina explícitamente del concepto de “justicia social”, de los bonos sociales y todas las prestaciones públicas gratuitas; asegura que prohibirá el aborto, que eliminará la cobertura del cambio de sexo por la sanidad pública; que acabará con la educación sexual en las escuelas, y niega, como Vox, la violencia de género.

El ultraderechista considera que la venta y compra de órganos es parte del “mercado libre”, y al igual que Trump y Bolsonaro es partidario de la libre portación de armas de fuego. “En los países donde hay libre portación de armas hay menos delitos”, asegura.

Es ese un mensaje atractivo para muchos en un país donde la violencia entre clanes de la droga y el ‘gatillo fácil’ de la policía se cobran vidas todos los días. Es la ley de la selva, muchos creen que tienen que armarse para protegerse y proteger a su familia, ya que no se puede confiar en las ‘fuerzas del orden’.

Milei denuncia la ‘casta política’ pero muestra admiración por el ultraliberal expresidente peronista Carlos Saúl Menem (1989-1999), envuelto en graves casos de corrupción y tráfico de armas, y mantiene también una relación más que cordial con el también ex presidente Mauricio Macri (2015-2019), el líder de Juntos por el Cambio.

Esta coalición conservadora impulsa sin embargo a su propia candidata, Patricia Bullrich, una ex militante de la Juventud Peronista y Montoneros reconvertida desde hace años en recalciltrante dirigente de la derecha dura.

Milei fue durante años economista asesor de Corporación América, uno de los holding más poderosos en Argentina y en América Latina y no casualmente nunca denuncia a grandes empresarios o terratenientes, ni denuncia la agudísima desigualdad social.

Sin embargo, con su falso talante ‘antisistema’; con su mensaje simplista y fórmulas mágicas para que todo el mundo sea feliz en poco tiempo; con sus insultos a sus rivales, ha logrado arrancar el apoyo no solo de empresarios amigos y nostálgicos de la dictadura sino también de amplios sectores populares hartos de la crisis económica, de la pobreza, del deterioro de los servicios públicos, de la corrupción generalizada, de las mentiras de los políticos de uno y otro partido.

A pesar de las importantes diferencias que tiene Milei de Bolsonaro, de Trump, del chileno Kast, de Meloni, Le Pen, Orbán, Abascal y tantos otros líderes ultraderechistas europeos, Argentina no se ha salvado de la ola que recorre el mundo, una ola que la izquierda no supo frenar y ante la cual no se muestra aún capaz de ofrecer alternativa.

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