Especiales temáticos: Guerra e imperialismo en Oriente Medio

¿Podríamos haber hecho algo más por Palestina? ¿Podemos hacer algo más?

13/01/2024

Brian Anglo

Militante de Anticapitalistas

 

Copyright: Autora/or de la foto. Si no queremos mostrarlo lo ocultamos.

Las movilizaciones en contra de la masacre del pueblo palestino en Gaza han sido impresionantes. Ha habido manifestaciones multitudinarias en muchos países reclamando el fin de lo que se ha entendido rápidamente como un genocidio. Ante los continuos bombardeos, la gente ha salido a la calle una y otra vez. La solidaridad no ha parado de extenderse, llegando más allá de las grandes ciudades, con concentraciones, mítines, boicots y otras actividades y acciones de todo tipo.

A pesar de la fuerte presencia de la propaganda israelí y el sesgo pro-israelí de la mayoría de los medios de comunicación, a pesar de las infundadas acusaciones de antisemitismo, la presión desde abajo ha logrado que las posturas contrarias a esta nueva Nakba hayan penetrado en casi todas las fuentes de información y opinión. Incluso ha obligado a determinados gobiernos a criticar ciertos aspectos del asedio y de la carnicería. Hasta se puede considerar que entre la población en general de muchos países se ha ganado “la batalla de los discursos”.

Pero, desgraciadamente, hay que reconocer que durante estos tres meses las matanzas, la destrucción y los desplazamientos han seguido ininterrumpidamente y con la misma brutal intensidad día tras día.

Si después de tres meses Israel se dispone a retirar algunas tropas de Gaza, esta decisión parece obedecer a razones básicamente internas como, por ejemplo, el efecto sobre la economía d

 tener a un porcentaje tan alto de la población activa sacada de sus puestos de trabajo y dedicada a tareas militares. Además, aunque no se disparara ni un tiro ni se lanzara una bomba más, la destrucción ya acumulada de vidas, viviendas e infraestructuras es tan enorme que, aun en caso de un alto el fuego inmediato, las secuelas se sentirían durante muchísimo tiempo.

Entonces, ¿significa esto que hemos fracasado?

Por más que duela y nos dé rabia, la respuesta honesta, o sea objetiva, es que sí. O más bien, hasta ahora sí. No hemos evitado lo que ya está hecho, pero tenemos que intentar evitar que se haga más daño. Mientras el pueblo palestino resiste, nosotros y nosotras no nos podemos rendir.

No cabe duda de que las imágenes desgarradoras difundidas ampliamente por las televisiones y las redes sociales han alimentado las manifestaciones, aumentado la simpatía hacia el pueblo palestino y desgastado como nunca la imagen del Estado de Israel. No obstante, está claro que la opinión pública extranjera, por muy desfavorable que sea, no es capaz por sí sola de pararle los pies a un gobierno y una máquina militar desbocados. Solo lo podrían hacer medidas materiales o coercitivas contundentes, en primer lugar, las que podrían aplicar algunos gobiernos. Si descartamos una impensable e indeseable intervención armada, ¿cuáles podrían ser y quién podría implementar tales medidas?

Presiones externas

Es poco probable que para continuar sus bombardeos e incursiones Israel necesite más aviones o tanques, pero sí le haría falta reponer bombas, misiles y otras municiones, elementos cuyo suministro tiene asegurado a través de Estados Unidos, ya que este solo retiraría su apoyo ante una movilización de inaudita potencia en ese país que difícilmente se va a producir.

Las acciones militares dependen también del abastecimiento de petróleo. Israel produce muy poco petróleo y no lo recibe de ningún país de su entorno. Hasta ahora los proveedores más importantes han sido Kazakistán y Azerbaiyán, así como el África Oriental, particularmente Gabón. Aunque estas fuentes suspendieran sus entregas (y cuesta imaginar en qué circunstancias tal cosa pudiera ocurrir, salvo en el caso de un difícilmente concebible embargo acordado por todos los países de mayoría musulmana), a Israel todavía le quedarían varias alternativas como Brasil y, en última instancia, los Estado Unidos.

¿Sería posible impedir la llegada de los envíos? Una parte del crudo que va a Israel pasa primero por Turquía, pero las acaloradas palabras de Erdogan no le han llevado a bloquear ese tránsito. De los tres puertos israelíes con refinerías uno, Eilat, está en el Mar Rojo y en los últimos años se ha usado poco para la importación de petróleo. Los otros dos, Ashdod y Haifa, están en el Mediterráneo y difíciles de bloquear desde un mar muy controlado. En cambio, ambos están a tiro de misiles lanzados desde la Franja y durante unos días después de los ataques del 7 de octubre el primero, así como un yacimiento de gas a 25 kilómetros de la costa, se cerraron, pero su funcionamiento se restableció en seguida.

Los ataques llevados a cabo desde Yemen por los hutíes contra barcos que navegan por el Estrecho de Bab al-Mandab y el Mar Rojo han inducido a varios operadores a desviar sus embarcaciones hacia rutas más largas y, por lo tanto, más caras. Esto ha repercutido negativamente en el transporte marítimo en general y ha reducido la actividad del puerto de Eilat en un 85%, sin, por el momento, causar excesivos problemas para Israel. Las grandes potencias han tendido a exigir que quienes desistan sean los hutíes, no los israelíes.

A pesar de que algunos gobiernos han roto relaciones diplomáticas con el Estado de Israel, las consecuencias prácticas de estos gestos son mínimas, si bien no deja de ser un logro con una fuerte carga simbólica.

El gobierno de Sudáfrica ha pedido a la Corte Internacional de Justicia que adopte medidas cautelares contra Israel para prevenir que cometa actos posiblemente constitutivos de genocidio. A diferencia de otras ocasiones, Israel se prepara para defenderse ante el tribunal. Si los 15 jueces exigen una prueba de intencionalidad, los criterios a aplicar para que prospere la acusación no son del todo claros, pero incluso si se consigue, Israel tiene una larga historia de hacer caso omiso de las resoluciones de las instancias de las Naciones Unidas.

Presiones internas

Si la efectividad de las distintas presiones externas, actuales o potenciales, es problemática, ¿las hay internas que pudieran ser más eficaces?

Por supuesto la gran cantidad de recursos humanos y materiales empleados en los ataques a Gaza ha impactado en la economía, pero no la ha paralizado. Asimismo, la economía israelí puede prescindir en gran medida de la aportación palestina. Además, ningún país, o bloque de países (como la Unión Europa), con capacidad de incidir de manera decisiva, ha introducido sanciones económicas, comerciales o financieras.

Los efectos de la movilización masiva de reservistas sobre la economía ya se han mencionado más arriba. Este factor, como algunos otros, podría llegar a ser más significativo si el enfrentamiento con Hezbolá se agrava. A más largo plazo, el desgaste ocasionado por la participación personal en los combates también podría jugar un papel, juntamente con las repercusiones en sus parientes. Un asunto relacionado es el abandono en la práctica de los rehenes. Esto ha generado un gran descontento entre familiares y allegados, dando lugar a algunas protestas sonadas sin, por eso, llegar a cambiar ni el ritmo ni el rumbo de las operaciones contra Gaza. En cuanto a las bajas entre los soldados, no hay indicios de que se hayan aproximado a un nivel inasumible ni para el gobierno ni para la población.

En el desarrollo de todos estos escenarios, la resistencia palestina en su conjunto -no solo la armada, sino la de la población civil que se niega a someterse- es crucial.

Entonces, ¿quiere decir esto que no hay nada que hacer?

Al contrario; significa que lejos de aflojar, hay que buscar la manera de reforzar el movimiento de solidaridad y sus métodos, en todas sus vertientes, pensando en el medio y largo plazo y también en la necesidad de evitar una guerra a mayor escala.

Si bien es verdad que las consignas generales como “No al genocidio” (¿dirigidas al gobierno israelí?) no han surtido ningún efecto tangible en Gaza o Cisjordania, sí han contribuido, al menos en varios países como el Estado Español, a contrarrestar el discurso centrado en Israel como víctima que no hace más que defenderse y a llevar la solidaridad más allá de la simpatía humanitaria hacia una comprensión política de la situación, lo cual a su vez ayuda a mantener y ampliar el movimiento. Dicho de otra manera, ya existe una base bastante sólida a partir de la cual continuar construyendo una campaña más potente.

Así y todo, esto serviría de muy poco si no fuera acompañado por las demandas concretas dirigidas a los respectivos gobiernos, es decir a quienes tienen ciertos medios para pesar de manera más directa en la realidad. Y debe ser por esta vía que hay que seguir acumulando fuerzas como parte de un movimiento global con la mirada puesta en conseguir la presión necesaria para salvar lo que todavía queda por salvar.

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